Hacer familia no es un camino fácil. Son muchos los
ingredientes que hay que poner en juego: tolerancia, comprensión, libertad y,
sobre todo, mucho amor, porque si no hay amor, no hay nada.
Cuando veo reunidos, pareja e hijos, noto que me
alegro, porque sé que están rodeados de lo mejor, pero es necesario que lo
noten, que lo sepan ellos y no pierdan el mejor de los tiempos: el de familia.
En la educación de los hijos hay que medir y
pesar muy detenidamente nuestro ejemplo, puesto que los hijos son esponjas que
se empapan de cuanto dicen, hacen y son los padres.
Para ser padres no hay que estudiar, ni tan
siquiera hacer un breve cursillo. Yo siempre creo que el amor suple, pero a
veces habría que, al menos, coger un libro y aprender a manejar e impartir
pedagogía. Se cometen demasiados e irreparables errores.
¡Cómo recuerdo aquellos años de vida en familia!
Primero, como niña, con padres maravillosos que, a pesar de las dificultades de
los tiempos, me hicieron sentir la alegría de vivir. Después, como madre,
y también siempre con las dificultades que nunca faltan, y hoy como abuela.
Esta, mi casa, no está "vacía", porque es la mejor testigo de cuánta e intensa
vida familiar se ha vivido en ella. Son, creo, mis mejores recuerdos.
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