Un, hombre rudo, de estudios básicos, tras jubilarse, decidió ser escritor. Se editó su primer libro, empeñando en ello todos sus ahorros. Y dirigió, sin el menor éxito, todo su empeño en vender algunos ejemplares.
Un día se encontró con una amiga e irritado le comentó: ¡Qué torpes son los lectores! Sólo buscan forraje y letra fácil. No sé cómo haría para que se pusieran en mi piel, me leyeran y comprendieran.
Ella, escritora consumada a golpe de muchos años de vocación y dedicación, le contestó: Es muy fácil: Eres tú el que debe ponerte en su piel, leer sus vidas y comprenderlas. Tan solo así te comprenderán y leerán.
Buen Salario
Vieja y haraposa mendiga, a la que le chorreaba una repugnante saliva, entró en una cafetería.
Desde la barra, y nada más verla, un camarero le grito: ¡Fuera, fuera!, ¡Fuera de aquí! ¿Te lo tengo que repetir todos los días?
Él, todo un señor, salió al paso y echándole un brazo por encima la condujo hasta la puerta, tras comprarle bocadillo y botella de leche.
Ella exclamó: ¡Gracias, señor! Veo que todavía Dios anda por el mundo. Que Él se lo pague, hermano.
Él, todo un señor, contestó amablemente: ¡Buen pagador, hermana! Ya me lo ha pagado con sobras.. Hasta hoy era hijo único.
Era de madrugada, y yo, en soledad observaba y concluía: ¡Qué buen salario el de Dios!
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