(Con algo de retraso)
Vivir en el corazón de los que dejamos detrás de nosotros no es morir.
Campbell.
Es por eso que al llegar de nuevo este día, tú sigas viva en mí pero de forma especial en esta madrugada de mayo que sigue oliendo a azahar y cuando a solas en este piso grande, casi reducido ahora al espacio de mi escritorio, tengo que sacar mis mejores palabras, como siempre, para plasmarlas en este reducida área de mi ordenador.
Y mis palabras, hoy, no pueden ser otras que la expresión más fervorosa y cálida hacia aquella mujer que fuiste, nada convencional, culta, exquisita, caritativa... en tan difíciles años que te tocaron vivir. Te recuerdo cultivando violetas y jazmines. Te recuerdo celosa de tus pequeñas y bellísimas propiedades: cajita de música, rosario, pañuelos, libros... Te recuerdo, que todavía se conserva en tus ropas, en aquel perfume de rosas que era rastro de tu presencia y también de tus ausencias.
¡Cuánto te quise, mamá! ¡Cuánto lloraba en la soledad de mis noches de niña, imaginando tu muerte! ¡Cuánto gozaba sentada junto a ti, sin que tú, sumida siempre en un mundo de sueños imposibles, apenas me notaras! ¡Cuánto sufría con tu precaria salud!
Es por eso que al llegar de nuevo este día, tú sigas viva en mí pero de forma especial en esta madrugada de mayo que sigue oliendo a azahar y cuando a solas en este piso grande, casi reducido ahora al espacio de mi escritorio, tengo que sacar mis mejores palabras, como siempre, para plasmarlas en este reducida área de mi ordenador.
Y mis palabras, hoy, no pueden ser otras que la expresión más fervorosa y cálida hacia aquella mujer que fuiste, nada convencional, culta, exquisita, caritativa... en tan difíciles años que te tocaron vivir. Te recuerdo cultivando violetas y jazmines. Te recuerdo celosa de tus pequeñas y bellísimas propiedades: cajita de música, rosario, pañuelos, libros... Te recuerdo, que todavía se conserva en tus ropas, en aquel perfume de rosas que era rastro de tu presencia y también de tus ausencias.
¡Cuánto te quise, mamá! ¡Cuánto lloraba en la soledad de mis noches de niña, imaginando tu muerte! ¡Cuánto gozaba sentada junto a ti, sin que tú, sumida siempre en un mundo de sueños imposibles, apenas me notaras! ¡Cuánto sufría con tu precaria salud!
Quiero tener fe y pensar que yo también sigo viva para ti, y
es por eso que constantemente te sueño, te busco, te hablo... Quiero decirte
que sigo siendo aquella niña buena –decían- para todos, que recogía las plumas
caídas de los pajarillos, que protegía a los niños pobres, que perdida en los
rincones del jardín, escribía poesías y cuentos. No, no me he prostituido jamás
porque mis causas siguen siendo la verdad, la justicia, el amor por todos los seres
humanos.
A veces, como hoy, me eternizo en este rincón sin saber cómo seguir el camino donde tantas ausencias me han dejado huellas profundas. Te sigo necesitando, mamá, para que me recuerdes que tengo que comer, para que me des un precioso pañuelillo para secar mis lágrimas, para que me acompañes en tantas horas de soledad y silencios, con tus largos rezos…Tú no has muerto, mamá; sigues viva en mí y en todas las cosas bellas de este mundo. Sí, te oigo, te veo,, te siento; eres tú, mi querida mamá.
A veces saco aquella silueta que hice de tu mano y en ella superpongo la mía y es como si de ella me fluyera la vida, el aliento que preciso para seguir.
Cada dìa me parezco más a ti. Me miro las manos y te veo, me miro los pies y repito tus palabras: donde se ponen unos pies bonitos y bien cuidados... Es signo de elegancia, delicadeza...
Como a ti, cada día me gustan menos los alimentos congelados y las ropas de fibra , y cada día me gustan más las violetas, las manzanas, los libros... ¡Ah...! Tu nombre sigue siendo el más bonito de todos los nombres. Si pudiera, les pondría el nombre de Blanca a todas las mujeres y el de Blanco a todos los hombres.
Si me oyes, mamá, quiero que sepas que cada vez hablo menos y pienso más. Eso quiere decir que, a pasos gigantes, me voy acercando a ti.
A veces, como hoy, me eternizo en este rincón sin saber cómo seguir el camino donde tantas ausencias me han dejado huellas profundas. Te sigo necesitando, mamá, para que me recuerdes que tengo que comer, para que me des un precioso pañuelillo para secar mis lágrimas, para que me acompañes en tantas horas de soledad y silencios, con tus largos rezos…Tú no has muerto, mamá; sigues viva en mí y en todas las cosas bellas de este mundo. Sí, te oigo, te veo,, te siento; eres tú, mi querida mamá.
A veces saco aquella silueta que hice de tu mano y en ella superpongo la mía y es como si de ella me fluyera la vida, el aliento que preciso para seguir.
Cada dìa me parezco más a ti. Me miro las manos y te veo, me miro los pies y repito tus palabras: donde se ponen unos pies bonitos y bien cuidados... Es signo de elegancia, delicadeza...
Como a ti, cada día me gustan menos los alimentos congelados y las ropas de fibra , y cada día me gustan más las violetas, las manzanas, los libros... ¡Ah...! Tu nombre sigue siendo el más bonito de todos los nombres. Si pudiera, les pondría el nombre de Blanca a todas las mujeres y el de Blanco a todos los hombres.
Si me oyes, mamá, quiero que sepas que cada vez hablo menos y pienso más. Eso quiere decir que, a pasos gigantes, me voy acercando a ti.
Mi madre, grandes
ojos, de sueños ocultos, delicadeza extrema, tocaba el piano y su mayor pasión,
los libros, las flores… Su gran preocupación, los pobres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario