Una frase de John Lennon para esta semana y para que nos
sirva para caminar sin prisas y sin pausas: HAY GENTE QUE HACE DE TODOS MENOS VIVIR.
Vamos a vivir, amigos, aunque el camino se nos haga cuesta arriba; también
encontraremos pequeñas cuestas abajo.
Hoy un relato de vida y para la vida. No dejéis
de leerlo porque la vida siempre es maestra.
Esto
era un hombre octogenario, un
tanto petulante y animoso, gustaba
rodearse de otros hombres tan
ancianos como él, pero de aspecto
más decadente y humilde.
Entre
ellos se sentía joven, docto, querido, deseado... Les hablaba, les contaba
historias e incluso les daba consejos para mantenerse en forma e incesantemente
les repetía:
-Miradme a mí. Soy poseedor de la eterna
juventud. No cuentan los años, sino el
hacerse adoquín, el pasar de lo que nos pueda crear preocupaciones y
problemas, el olvidarse de los años y vivir como lo que somos: chavales..
Y,
al contemplar a sus amigos, se decía: ¡Pobres
viejos! Me necesitan, me quieren. Sin mi eterna juventud, sin mis
palabras... ¿qué sería de ellos?
Sucedió
que un día se llegó hasta el grupo un joven. Con desenfado, exclamó:
-¡Dios los guarde, abuelos! ¿Podrían decirme
la hora?
El
hombre de la eterna juventud, diligente, fue a sacarse el reloj del bolsillo,
cuando se le cayó y rompió.
El
joven se apresuró a recogerlo, al tiempo que decía:
-Lo siento, abuelo. Por mi culpa... ¡Lo siento de verdad, abuelo!
Cuando
el joven se alejó, el hombre de la eterna juventud exclamó malhumorado:
-¡Poca educación! ¡Poca vergüenza la de
estos jóvenes de hoy! ¡Cualquiera se fía de ellos!
Y
remedando al joven repetía:
-¡Lo siento, abuelo! ¡Por mi culpa abuelo!
¿Qué se habrá creído el niñato..? ¡No tienen respeto ni ven más allá de sus
narices! Abuelo, abuelo... ¡Palabrotas, faltas de respeto..!
Los
demás guardaron silencio.
Tan
sólo uno alzó su débil voz y dijo:
Cómo se nota, amigo, que te has vuelto necio y has olvidado que una vez fuiste
joven.
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