Te
recuerdo en el amor primero que nos nació en los trigales de un pueblo en
primavera. Te recuerdo en el amor que nos
creció en la savia dormida de otoños en los jardines. Te recuerdo en el
amor, fruto maduro, rescoldos de
inviernos, palpitantes en historias de futuro...
Me dejaste el campo y el aire. Me
dejaste el sol y la mañana. A mí, débil planta de invernadero, capricho de
tantos silencios interiores. Me dejaste la montaña, el trueno, el valle…a mí,
vuelos pequeñitos que ni tan siquiera
saben rozar la tierra sin sangrar de
heridas el alma. Me dejaste el mar, aguas
serenas, aguas huracanadas, a mí, tan sólo miedos y nadas.
Enmudeció mi lengua, abrasado quedó mi
aliento entre cipreses, mármoles,
coronas, rezos… ¿Dónde Dios? ¿Dónde tú? ¿Dónde yo..? Lejana nostalgia de amores se me asienta en parva, se me pierde en ecos, se
me entierra en lágrimas, se me muere, se me muere en alma..
¡Qué vacío estaba el mundo cuando tú no
me esperabas. Yo, cual nubecilla que el viento llevaba, sobrevolando huracanes,
recorriendo negros horizontes, repitiendo tu nombre, -¡Mariano, Mariano!- te buscaba. Y era mi dolor tan oscuro, y era mi soledad tan amarga que en un tu vacío me instalé, y note, ¡qué
milagro!, note que era doble mi alma...
Y
hoy hace muchos años que te fuiste. Y la luz del amanecer me sigue despertando
cada día en el teclado, amigo inseparable, de mis mejores palabras. Y tu
recuerdo es la hoja que vuela, y es el arrullo
eterno de nuestra tórtola, y es el viento que agita mi cortina, cuando
sola te presiento en este aliento de vida que palpita cálido junto a mí, y es el rugido del mar que
me reverbera en el alma en aleteo de gaviotas que fueron ayer, que soy hoy
Nos
creamos para un día, y aquí, sentada, sola, con mi voz, con mi alma, con mi
vida, yo te conjuro: vuelve, amor, quiero repetir aquel día...
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