Ya esamos en el otoño. Y
hojas que caen, y pájaros
que emigran, y tormentas,
chaparrones, recuerdos,
nostalgia, música, sí, remanso de agua calma, cálidas notas que se escapan de la lira que
quiere ser mi canción.
Árboles amarillos sobre el verde pardo del jardín. Fresca brisa que enmudece savias y aviva
raíces en oscuridades profundas.
Llega el pardo de las hojas, ya, filigrana de nubes, ya.
Aquí, en este jardín de sol tras la lluvia, nítidas voces de niños en juegos lejanos. Huellas sobre el albero. Paseos abandonados… Abrazo de ramas gigantes en despedida...
Un tren, dos trenes... Más trenes.
Y en este mi solitario bosque de felicidad, un puñado de diáfanos paisajes,
nevada colmena que late por las celdillas, mieles de mi corazón, que se avientan y tornan ecos, voces de ayer que no logran acallar, este torrente de emociones que me vibran, como repique de campanas, en el alma.
Ya estamos en el otoño, Y mi vida anclada en plácida orilla
de un mar
que dejando atrás oscuridades sólo mueve brisas y entona himnos a la belleza oculta de las cosas en esta hora de quietud, en esta hora de visajes, interrogantes, contrastes, en esta hora de profundas reflexiones. En esta hora de vida y muerte.
Sí, aunque no lo parezca, ya estamos en el otoño
que dejando atrás oscuridades sólo mueve brisas y entona himnos a la belleza oculta de las cosas en esta hora de quietud, en esta hora de visajes, interrogantes, contrastes, en esta hora de profundas reflexiones. En esta hora de vida y muerte.
Sí, aunque no lo parezca, ya estamos en el otoño
No hay comentarios:
Publicar un comentario