Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

17 nov 2018

Preguntas de mis nietos


Hoy os transcribo una de las muchas, cientos de cartas, artículos que dedico a mis hijos, nietos, amigos...  El escrito de hoy  hoy tiene como protagonista  a mi nieto Gonzalo  era muy niño: seis añitos. 

Noche  de mucho frío. Mi nieto me acompaña. Jugamos al parchís. Con el cubilete de los dados entre las manos, mira detenidamente la casilla de la calavera. Súbitamente, pregunta:
-Abuela, ¿qué es la vida?
-La vida -le contesto un poco desconcertada- son muchas cosas: el aire, el sol, la lluvia, la alegría, papá y mamá, el hermano...
-Y tú – me interrumpe-, y mi amigo Sergio, y la prima Amalia, y los titos y Hércules... ¿Sabes, abuela que ya tengo un músculo? ¡Mira qué bola! - exclama, al tiempo que se sube la manga y  trata de forzar un pequeñito músculo.
Continuamos el juego pero sus ojillos, más bien de mirada triste, se van y se vienen sin cesar a la susodicha calavera.
-Abuela, ¿por qué se gasta la vida?
-¡Ea!, porque todas las cosas se gastan -trato de explicarle sin cesar en el juego y sin darle importancia al tema-. ¿No ves cómo se gastan las pilas de tus juguetes? ¿No ves cómo se gasta la suela de tus zapatos? ¿No ves cómo se gastan los lápices y las gomas...?   
-¡Ah..! -exclama como muy convencido-, pero, cuando nos vayamos al cielo, vamos a estar con los ojos cerrados o con los ojos abiertos?
-Mejor estamos todos juntos con los ojos abiertos y mirando las cosas que pasan, pero nos venimos pronto, ¿no abuela? Yo, aunque esté muy gastado, quiero estar con los ojos abiertos siempre...
-Sí, pequeño mío, ¡claro que estaremos con los ojos abiertos! Mira, mejor no los cerramos nunca, por si acaso. Pero eso que a ti te resulta tan sencillo y divertido, es a veces tan difícil como engordar un buen músculo. De ahí que la gente mayor viva, gran parte de su existencia, con los ojos cerrados, evadiendo responsabilidades  y compromisos. Dejan de ver la luz, y poco a poco, pierden el maravilloso sentido de la vista; se transforman en topos. Tú, mi pequeño, eres vida y  tendrás que descubrir por ti mismo todos los misterios que entraña el vivir. No olvides nunca que fuiste niño.
Vísperas, muy cercanas de Navidad. Nada mejor para relajar tensiones y ambientarnos en el auténtico y entrañable sentido de la vida que las palabras textuales de un pequeño de seis años que empieza a caer en la cuenta de que la gente se muere.

-¡Anda, abuela, ya he pasado la calavera y eso quiere decir que soy más fuerte! Como tengo un músculo y como  en la Navidad vamos a juntarnos con los titos y los primos...

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