Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

15 nov 2018

UN BEBÉ QUE LLORA




Dibujo de una alumna de diez años
       
Sábado Santo, Cinco de la tarde.
A la puerta de mi casa una adolescente  con un recién nacido en brazos, que llora como un desesperado,  me aborda al coger mi coche. . ¿Me puede dar algo para el niño? Es la hora del biberón -dice- No tengo dinero y...   La miró, miro al bebé y mi cabeza se torna un mare mágnum de tiernas y compasivas interrogantes, alguna de las cuales formulo:
-Pero, ¿dónde vives tú..? ¿Y qué haces fuera de tu casa con un niño tan pequeño? ¿Tienes marido?
 -Vivo en el Muriano -contesta en un suave madrileño-, y he bajado a buscar trabajo, y no estoy casada.
-Pero, ¿y el padre del niño?   
-Se fue.
Y la mirada de aquella chiquilla se humedecen en lágrimas que  contiene. Sin más preguntas intuyo el drama y mi desconcierto se desvanece: los llantos del niño me conmueven profundamente. Lo cojo, lo acuno y un escalofrío me corre por  el alma: tiene hambre.
 De ahí que le indico que me siga, al tiempo que pienso. Entramos en la cafetería próxima. Los cuatro habituales de la hora, se solidarizan con aquel bebé que más bien parece un puñado de huesecillos. Lo urgente e inaplazable es darle de comer  y acallar aquel desconsolado lloro que nos parten el alma.
Alguien se ofrece y sale en busca de una lata de leche. Unos momentos después, la chavalilla de cara ingenua, pero de palabras y gestos decididos, daba un largo biberón al insaciable  infante que se queda dormido como un bendito.
-Tengo que irme –exclama-; no puedo perder el autobús.
-¿Tienes familia, casa...?
Se alejó sin contestar.
 Me vine a escribir mi artículo, pero ella, su bebe, sus confusas y contradictorias explicaciones, me agobian, porque es verdad que hay guerras, hambre, niños que lloran y que, atónitos e impotentes, contemplamos desde los medios de comunicación, pero yo me digo: no hay que ir tan lejos. A la puerta de nuestra casa, junto a nuestro coche, posiblemente, encontremos el drama  real, auténtico.
Y no se soluciona con una lata de leche para acallar por un rato el llanto de un niño. Esa mujer, seguro, necesita un hogar, un trabajo, una familia, un regazo... Si no tenemos esas cosas que ofrecer a los de la puerta de casa, ¿a qué tanto lamentarnos con lo remoto que ni tan siquiera conocemos con toda  verdad?
Sábado Santo. Silencio y soledad en las calles, tras el estallido de tambores, trompetas, saetas, pasos, una profunda reflexión: ¿Cuál es tu verdadera historia, mujer..? Cuéntala, que el mundo se entere  que tu niño llora de hambre, y que el padre, un mal hombre que te engañó, se fue.
Han pasado años, perola imagen de aquella medio niña con su bebé en brazos y sin saber a dónde ir, me sigue causando dolor, porque, sí, le dimos  direcciones, nombres, consejos..., pero no teníamos la varita mágica para dar de comer a tantos niños hambrientos.
El mundo, la vida, la gente, me sigue sorprendiendo y emocionando. Hoy sin ir más lejos, al salir, noche ya, de una tienda  de chinos, sentado en la parte trasera de un coche y con las piernas fueras, un  pobre anciano,  trataba de ponerse unas zapatillas recién  compradas. Posiblemente, su hijo, sentado al volante esperaba.

¡Cuantos momentos de emoción, cuanta  injusticias, cuánta indiferencia...! Tengo ya,  eso que dice la gente, una edad, pero sigo sin entender y sigo emocionándome por aparentes simplezas de las que la vida pone ante mis ojos.

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