Dicen mi niño
que eres listo, pero
que estudias
poco,
que atiendes
menos,
que suspendes
exámenes
que juegas en
clase,
que hablas, te
ries..
que no te
concentras,
que reniegas de
las tareas,
que te cansas
rápido de estudiar...
que eres
hiperactivo,
que no sueltas
el móvil,
que eres
desordenado,
que eres
desobediente..,
Dicen, mi niño, que tienes
que aprender inglés francés, alemán y
hasta chino
Dicen que tienes que
practicar deportes.
Dicen que debes ir a
clase de música, baile, etc.
Dicen que es tiempo de
catequesis,
tiempo de confesiones y
Comuniones,
tiempo de madrugar,
tiempo de correr que llegas
tarde,
tiempo de ser el mejor...
¡Qué
pena me das, mi niño!
¿Alguien te habló alguna vez de felicidad?
¿Alguien alguna
vez se interesó por conocer tus gustos, intereses, aficiones...
¿Alguien alguna
vez se preocupó de enseñarte a pensar, opinar, escuchar, de mirar y ver el
mundo más allá de ese círculo de obligaciones y responsabilidades que tanto
pesa sobre tus débiles espaldas?
Tú, mi niño,
eres como una pequeña planta que hay que regar, abonar, podar, limpiar de las malas hierbas, proteger de las
intemperies y con paciencia esperar el fruto
A ti te pedimos
fruto sin haberte dado nada o, peor aún, te exigimos lo que nosotros, mismos,
los mayores, no somos capaces de dar.
Qué fracaso el
de los mayores que, olvidados de tus ocho años, no nos revelamos y luchamos por
tachar de tu vida las palabras que tan mal te definen.
Por el contrario buscamos
causas que justifiquen lo que dicen de ti: maestros y padres.
Mi niño precioso
¡Qué antorcha de luz y
esperanza
veo en la transparente
inocencia, ignorada, de tus lindos ojos!
Incierto tu futuro, pero
esta maestra que tanto trabajó, amó
y ama a los niños, te dice,
hoy,
que la única felicidad posible,
la que merecemos todos en
esta corta vida,
no está en saber mucho sino
en tratar, poo a poco de ignorar menos,
no está en ese acelerón que
te
quieren dar hoy, está en
entender que en el mundo, en esta pequeñísima parte de universo que nos toca,
todos viajamos en el mismo tren; somos, pues, compañeros de viaje.
Vive, mi niño, sueña, sé
feliz
Y no dejes nunca que las
manos de un mal alfarero te modelen a su gusto.
No lo veré pero llegará un
día que emergerá la luz del juicio sensato que devuelva a los niños su
condición de niños.
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