Hace unos años me publicaron una novela que prácticamente no se publicó nada y es poco conocida. No obstante, desde mi punto de vista de autora, es una buena e interesante novela. Título, Mi amiga Prostituta.
En Facebook la voy publicando en capítulos muy resumidos y contenido seleccionado. Tal vez a los lectores de este Blog les guste. Así que hacemos la prueba.
EPÍLOGO (EMPEZANDOPOR EL FINAL)
Llegué un poco antes de la hora.
Aparqué en medio de un gran charco, único lugar posible por aquellos
alrededores. Esperaba con impaciencia mi reencuentro con Lucrecia. A derecha e
izquierda la buscaba con impaciencia como si llevara siglos estacionada en aquel
portalón, aún cerrado, del cementerio. Tan sólo tráfico ante mi vista y nubes
que corrían en negra y eminente amenaza de lluvia. Un poco lejos, la parada de
un autobús, objetivo de mis ansiosas expectativas. De pronto observé cómo,
entre una multitud de gente que bajaba, una mujer, más bien un bulto me
pareció, se aproximaba al cementerio. Di unos pasos en dirección hacia ella, y
sí, era Lucrecia, tan ojerosa, envejecida y esquelética que en otra situación
no la hubiera reconocido. Pero estaba allí, frente a mí, con un rostro
desfigurado por grandes manchas oscuras, con preeminentes bolsas debajo de los
ojos y una vulgar taleguilla colgada del
brazo. Nos saludamos fríamente: No quería
molestarte, pero no sabía a quién acudir. Es muy duro… Se echó a llorar,
limpiándose los ojos con el puño de la manga. No es molestia. Has hecho bien con llamarme.
Unos pasos y en tenso silencio, acentuado por el
alborozado piar de pájaros por entre los cipreses, esperábamos, los rigores de
aquel mal asunto. bajo la marquesina de
las puertas, abiertas ya, de aquel lugar que exhalaba un sutil halo putrefacto.
Se levantó viento y comenzó a lloviznar. A las nueve en punto, casi de la nada,
surgió un coche, y un hombre, con papeles en la mano, preguntó sin apenas
mirarnos: ¿Quién es el familiar? Yo, soy
yo -se apresuró Lucrecia.
Y aquel hombre, hecho de rutinas,
añadió: Soy del Ayuntamiento. Mal rollo
éste y peor tiempecillo. Tiene que firmar estos papeles.
Después, a cojeadas, otro hombre de
gafas oscuras y gabardina blanca, revisó documentos, habló algo y, finalmente,
mirando a su alrededor, hizo chirriar un silbato al tiempo que exclamaba en
tono despectivo: ¡Gentuza! ¡Nunca están dónde deben!
Dos
hombres, con palas al hombro, cubiertos con gabanes de plástico, largos hasta los pies, y
apurando un bocadillo, aparecieron y, sin mediar explicaciones, recogieron
bártulos. Lucrecia me miró. En sus ojos
saltones, enrojecidos por tantas lágrimas cicatrizadas, una angustiada
interrogante: ¿Qué va a pasar ahora?
(CONTINARÁ)
No hay comentarios:
Publicar un comentario