En una casa, y expuesta en un hermoso jarrón, lucía una
rosa artificial que la dueña
compró en un mercadillo.
Un día, le regalaron a la
mujer una hermosa rosa natural de color rojo aterciopelado. La mujer, cogió el jarrón y, quitando la rosa
artificial, colocó la natural de la cual
se sentía orgullosa y mostraba a cuantos visitantes llegaban a su casa.
Repetía:
Mirad qué pétalos! ¡Comprobad su perfume, su tersura...! ¡Qué belleza! ¡Tan sólo entrar
en la casa se puede percibir su existencia!
La rosa artificial,
relegada, sintió envidia y exclamó:
Pronto volveré al jarrón. Tu vida es tan
corta… Pronto, muy pronto, empezarán por ajarse tus pétalos y después, morirás
para siempre. Mi vida, por el contrario, es eterna.
La rosa natural contestó:
¿Cómo hablas de vida? Tú no sabes nada de lo que es nacer, crecer,
alimentarse, también envejecer... Tú no conoces el lenguaje de los insectos, ni
has percibido jamás los vaivenes del
viento, del frío y del calor. Tú, sí, eternamente, naciste muerta.
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