Llegado
el mes de noviembre, cada año, la mayoría de las mujeres de la aldea,
organizaban una visita al sabio, un santón, a más de cien kilómetros de
distancia al qu ele atribuían poderes curativos mágicos. de túnica hasta los
pies y cabello hasta la cintura.
Con
anticipación al viaje, que lo hacían en un autobús que iba recogiendo gente por
las aldeas, las mujeres pasaban todas por la peluquería de la Lola que les
ponía la permanente de tubos calientes
que las cabezas humeaban como chimeneas.
¿Y qué leche te pasa a ti este año? -preguntaba el Domingo a la
Manuela.
-Mejor dirías qué no me pasa –contestaba la Manuela- ¿Es que no te das
cuenta del saltaero que tengo? ¿Y no ves las noches qué paso con el ahogo? ¿Y
tú qué vas a saber si estás siempre en
babia?
-¿Dónde coño dices que estoy? ¡Un sacadineros es lo que es ese
sabio que engatufa a las mujeres!
-¡Pues
bien guapo que es, y no como otros!
-¡Ah, sí, pues quédate con él si quieres que
ya va apañao!
En
la peluquería, mientras las cabezas humean y se enfrían, las mujeres unas a
otras se cuentan y justifican su viaje:
-¡Es que
estoy de lo snervios! –exclama una.
-Pues yo con malos voluntos! .-dice
otra.
-¡Lo mío es la reuma de to la
vida! –exclama la mujer de López, embutida en un pantalón tan estrecho que se
le baja la cremallera.
-¡Coño, qué malas estasis toas pero os sobran carnes por
to el santo cuerpo! -exclma la chcha, una mujer alta, gruesa y que dirige a su modo la aldea.
-¿Y tu, comadre, a qué vas? -pregunta la Manuela
-¿Yo? ¡a naita! Por dar un paseo.
Llega
el día que es un viernes. La Manuela, desde bien temprano se encierra en el
dormitorio y se prueba los cuatro trapos
que tiene acabando con el vestido de la Semana Santa que es el único que
le entra sin problemas, y perfumada, con
los labios pintados, un gran bolso y la mantilla a modo de echarpe por los
hombros, entra en el comedor donde desayuna el Domingo que, al verla, soltando
el vaso de leche, exclama:
-¡Mu bien, pero yo también voy a ver al sabio que desde que vino el niño
no me encuentro bien!
-¿Qué coño estás diciendo tú? ¡Eso no es cosa de hombres?
-¿Ah, no? ¡Pos mira por donde le voy a ver la cara guapa a ese sabio que os
tiene hipnotizás!
La
voz de la Chacha solivianta a la
Manuela:
-¡Comadre que es tarde, que el artobús no espera!
-¡Ya voy, que aquí
tienes al compadre, que está celoso!
-¡Vámonos ya y que le den por culo al
compadre!
Efectivamente,
el autobús está parado en la puerta de la iglesia, y esperando a la Manuela que
entre los tacones y la parafernalia que lleva encima no puede correr. La Chacha
la agarra del brazo para que se apresure. El conductor exclama:
-¡Leche con las enfermas! Siparece que vais de boda! ¡Hala, vámonos!
El
Domingo, sin parar de dar vueltas a la cabeza, decide disfrazarse y seguir con su coche al autobús
que tiene que hacer unas cuantas paradas, antes de llegar. Rebusca en un baúl y
saca un sombrero de ala que era de su padre, unas gafas de sol y una cartera
del niño y un gabardina tiesa de cuando era joven. ¡No me va a reconocer ni
Dios! –exclama-, pero a ese sabio le canto yo las cuarenta.
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