Aconteció
en estos días que se promulgó una ley de extranjería por la que los sin papeles
tendrían un plazo entre siete y treinta días para retornar voluntariamente a su
país de origen.
Un matrimonio de extranjeros, José y María,
que estaba en avanzado estado de gestación, llegados en patera, buscaban
trabajo en España. Busco trabajo para poder vivir. Mi mujer espera un hijo y no
tenemos casa ni lugar donde dormir – repetían de puerta en puerta. Idos a vuestra tierra, Aquí no hay lugar para
extranjeros que solo venís a quitar el
poco trabajo que tenemos a los ciudadanos de este país. No, no tenemos nada.
Volved a vuestra tierra. Así, de un lado para otro les llegó la noche. José,
preocupado por el estado de María, se lamentaba: hace frío y no sé a dónde nos vamos a refugiar. Nuestro hijo está
a punto de nacer y no podemos pagar ni
un rincón. No te preocupes, José,
algo encontraremos para descansar. Sigamos un poco más contestaba paciente
María.
Así caminaban sin rumbo en la noche.
Encontraron, al fin, refugio en una chabola abandonada a las afueras de una
gran ciudad. Sucedió que el segundo día de pernotar en aquel lugar una grúa
municipal los desahució, dejándolos a la intemperie una noche muy fría de un
veinticuatro de diciembre del año dos mil diecisiete.
Abrazados, y sin saber dónde refugiarse, retomaron el camino. De
pronto, José, exclamó: ¡mira, mira María; allí se ve un puentecito! Sí, vamos;
no me encuentro muy bien. Creo que nuestro hijo
va a nacer.
Y José,
llegados allí, busco y extendió pasto, lo cubrió con su vieja
chaqueta y el niño nació. María, lo
recubrió con su propia ropa y lo recostó en el cálido montón de pacto, junto al
fuego preparado por José.
Aquella madrugada, trabajadores de una
fábrica cercana, al cambiar de turno, los encontraron y compadecidos le
ofrecieron lo poco que llevaban. Toma, mujer, mi chaquetón y abrígate tú
también; estás tiritando –dijo uno-. Poca cosa es pero algo debéis comer. No
tengo nada más. Y les dio su bocadillo. Pues, yo, no tengo nada –dijo otro-, pero mañana llamo a los asuntos sociales y
que vengan a ayudaros.
José y
María les dieron las gracias y les dieron a besar al Niño que sonreía. De
pronto. un grupo de chavales que salían de una discoteca se detuvieron al
verlos y cantaron y bailaron para acompañarlos.
¡Ande, ande, ande
este chiquitín
que no tiene cuna
y ha nacido aquí!
No llores, mi niño
Vamos a cantar,
Vamos a bailar
que hoy es noche buena
y mañana Navidad.
: Al
día siguiente, se personaron en el lugar tres mujeres provistas de todo
lo necesario para atender al niño y darles cobijo durante el tiempo preciso
para que retomaran camino a su país. ¡Qué precioso Niño! –exclamaron-. Le
pondremos pañales, un precioso jerséis y
faldón y le daremos un gran biberón
Amigos: La patria no es propiedad heredada
con papeles, sino cielo, dicha y dolor de todos los seres humanos. Vamos a
compartirla, vamos a cantar que hoy es Noche Buena y mañana será Navidad.
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