DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN
ISABEL AGÜERA
La
felicidad humana --dice B. Franklin-- generalmente no se logra con grandes
golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que
ocurren todos los días. Bueno, pues sucede que lo que ocurre cada día y a todas
horas, son pequeñas grandes noticias que nos roban esas posibles chispas que
nos pueden hacer felices. Por curiosidad, he ido anotando la hora
completa de un telediario: atentados. fuegos, malos tratos, violencia, robos,
corrupción, desastres meteorológicos, accidentes, etc. ¡Ni una sola buena
noticia! ¿Cómo se puede ser medianamente feliz con tantos desastres a la
mano y como espada de Damocles presta a caer sobre nuestras cabezas?
En
mi biografía reza que fui niña de miedos en aquellos años que los demonios de
todo tipo andaban sueltos: pecados, infierno, bombas, muertos aparecidos,
fantasmas, los rojos, los verdes... ¡qué sé yo! Las puertas se cerraban a cal y
canto nada más oscurecer y en el silencio de las noches, sombras negras se
entronizaban «mutilando» para toda la vida a nuestros padres
y dejando grabado el terror en las mentes de los hijos. ¡Ni idea de entender ni
saber pensar y mucho menos decidir!
Aires
nuevos parecían, al fin llegar, aires huracanados que enarbolando banderas de
libertad y democracia, resucitaban conciencias perdidas en la desesperanza y
terror, unas, y en la ignorancia, otras. No obstante, aquellos ojos cerrados a
todo, se han ido haciendo a la luz, a la verdad, haciendo y entendiendo que
libertad y democracia son algo más que palabras izadas en momentos de fervores
patrios que dejaban atrás miedos y rigores, pero no, aquellos miedos hoy tienen
nombres propios: muchas y malas noticias que nos entrecortan la respiración,
nos atragantan y talan las incipientes alas de libertad. Gritos silenciosos
salen de mi garganta: ¿Por qué no os calláis? ¿Que ganó el Madrid? ¿Y qué? Eso
ni sube ni baja el pan, eso, leche y picón.
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