Hoy
no voy a ocultar algo que algunos sabéis
y otros ni imagináis. A veces, sin saber por qué se nos presenta un mal día o una mala temporada, mas bien
psíquica que física, que nos tortura de
forma que solo el que lo ha padecido conoce.
Personalmente,
y no tengo miedo de confesarlo, entre otras razones por mi agorafobia y por
otras muchas que sí me reservo, cuando
menos lo espero se me presenta un ataque de ansiedad terrible: sudoración,
temblores, palpitaciones, mareos, nauseas, dolor de cabeza, desgana absoluta de
todo, etc.
Os
gustaría preguntarme qué hago cuando me siento así. Os lo cuento: primero,
nada; dejarme morir que es lo que me creo que me va a suceder. Después, hay un
momento que pienso que debo reaccionar, que eso ya me ha pasado muchas veces,
que mañana estaré mejor... Y a esto trato
de añadir hacer algo que me guste dentro de que no siento interés ni gana de hacer nada más que
estar con los ojos cerrados porque, hasta el más leve roce de la piel, me
produce dolor. Pero me digo: ¿qué es lo que más me distraería? Y bueno, en este
caso, me acosté tarde con la nueva portada de Facebook en la que me veía bien y me decía:
¿en dos días no te vas a deteriorar tanto que estés al borde del final?
Y me
acosté algo mejor, pero sobre las dos y media de la madrugada, de un golpe me
despertaron todos los síntomas: no me atrevía a moverme, no me atrevía a beber
un poco de agua, no me atrevía
ni tan siquiera a abrir los ojos. a encender la
luz... Por mi cabeza pasaba llamar a mis hijos, pero,¿cómo despertarlos a esa
hora? De pronto, oí que al móvil, que lo tengo sobre la mesita de noche,
entraba un mensaje. Me extrañó mucho y por curiosidad, extendí una mano y lo
cogí: ¡madre mía! Se trataba de un amigo de mi grupo, cuyo nombre no me parece bien
dar, que me contaba, para que lo leyera por la mañana, la noche tan
mala que pasaba y cómo recordándome me
mandaba una bonita canción.
Sinceramente,
rompí a llorar; no estaba sola. Alguien, de otra ciudad y a quién no
conocía vis a vis, me acompañaba y
“acariciaba” con aquella música y con su confesión tan similar a lo que a mí me sucedía.
A
las cuatro decidí levantarme, ducharme
y, a cuestas con todo aquello, a las cinco bajé a tomar un café y un nolotil
que me fueron aliviando poco a poco.
Esta
es vuestra amiga Isabel Agüera, ni tan fuerte, ni tan valiente como podéis
creer, pero en disposición, eso sí, de deciros: no os dejéis caer en
brazos de estos fantasmas. Son como humo que por muy espeso que parezca,
si nos decidimos a atravesarlo,
encontraremos la luz. Y también, compartir, porque puede que encontréis a otro
con los mismos miedos y dolores y al ser dos, todo se
divide.
Muchos seres humanos, mientras dormimos tranquilamente sufren cosas mucho peores. Bueno será que los recordemos y nos daremos cuenta que lo nuestro nos duele porque es nuestro pero ni comparación con el dolor del mundo.
Y esta es la fotito que me hablaba
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