Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

8 jun 2017

Ataque de ansiedad.

Hoy no voy a ocultar algo  que algunos sabéis y otros ni imagináis. A veces, sin saber por qué se nos presenta  un mal día o una mala temporada, mas bien psíquica que  física, que nos tortura de forma que solo el que lo ha padecido conoce.
Personalmente, y no tengo miedo de confesarlo, entre otras razones por mi agorafobia y por otras muchas que  sí me reservo, cuando menos lo espero se me presenta un ataque de ansiedad terrible: sudoración, temblores, palpitaciones, mareos, nauseas, dolor de cabeza, desgana absoluta de todo, etc.
Os gustaría preguntarme qué hago cuando me siento así. Os lo cuento: primero, nada; dejarme morir que es lo que me creo que me va a suceder. Después, hay un momento que pienso que debo reaccionar, que eso ya me ha pasado muchas veces, que  mañana estaré mejor... Y a esto trato de añadir hacer algo que me guste dentro de que no  siento interés ni gana de hacer nada más que estar con los ojos cerrados porque, hasta el más leve roce de la piel, me produce dolor. Pero me digo: ¿qué es lo que más me distraería? Y bueno, en este caso, me acosté tarde con la nueva portada de Facebook en la que me veía bien y me decía: ¿en dos días no te vas a deteriorar tanto que estés al borde del final?
Y me acosté algo mejor, pero sobre las dos y media de la madrugada, de un golpe me despertaron todos los síntomas: no me atrevía a moverme, no me atrevía a beber un poco de agua, no me atrevía 
ni tan siquiera a abrir los ojos. a encender la luz... Por mi cabeza pasaba llamar a mis hijos, pero,¿cómo despertarlos a esa hora? De pronto, oí que al móvil, que lo tengo sobre la mesita de noche, entraba un mensaje. Me extrañó mucho y por curiosidad, extendí una mano y lo cogí: ¡madre mía! Se trataba de un amigo de mi grupo, cuyo nombre no me parece bien dar,  que me contaba, para que lo leyera por la mañana, la noche tan mala  que pasaba y cómo recordándome me mandaba una bonita canción.
Sinceramente, rompí a llorar; no estaba sola. Alguien, de otra ciudad y a quién no conocía  vis a vis, me acompañaba y “acariciaba” con aquella música y con su confesión  tan similar a lo que a mí me sucedía.
A las cuatro  decidí levantarme, ducharme y, a cuestas con todo aquello, a las cinco bajé a tomar un café y un nolotil que me fueron aliviando poco a poco.

Esta es vuestra amiga Isabel Agüera, ni tan fuerte, ni tan valiente como podéis creer, pero en disposición, eso sí, de deciros: no os dejéis  caer en  brazos de estos fantasmas. Son como humo que por muy espeso que parezca, si nos decidimos a  atravesarlo, encontraremos la luz. Y también, compartir, porque puede que encontréis a otro con los mismos miedos y dolores y al ser dos, todo se  
divide. 
Muchos seres humanos, mientras dormimos  tranquilamente sufren cosas mucho peores. Bueno será que los recordemos y nos daremos cuenta que lo nuestro  nos duele porque es nuestro pero ni comparación con el  dolor del mundo.

Y esta es la fotito que me hablaba 

No hay comentarios: