Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

15 dic 2016

Leyenda de la mulita y el buey

 Amigos, un cuento para leer y comentar con los niños de forma que entiendan cómo a cualquier edad se puede ser útil.


Un hombre que en el campo trabajaba con una mula y un buey se ayudaba pero los dos animales, ancianitos ya estaban y las patas se le doblaban a cada paso que daban. Un día el hombre entró en la cuadra y a los dos animales habló: ¡lo siento, amiguitos! No me servís ya para trabajar, tendré que llevaros al matadero y algo por vosotros me darán. No tengo medios para viejecitos alimentar.
Al ser de día, en la cuadra entró y, antes de salir, de nuevo les habló: queridos animalitos: os debo mucho y lo tengo que reconocer, cada día me habéis ayudado en mi duro quehacer. Podréis por ello comprender qué difícil me resulta esta decisión pero no me queda otra y también sabéis que mal anda mi corazón. No puedo trabajar solo y por eso quiero, necesito, otra solución.
Y dicho esto, a la mula y al buey en un carrito cargó y pasito a pasito a las cercanías de un pueblo llegó y sentándose en una piedra, se hizo esta reflexión: ¿dos animales tan viejos quién me va a comprar? No sirven ni para carne, ni para trabajar. Será mejor que los deje en libertad y que hagan lo que puedan que Dios les ayudará.
Y bajándolos del carro de ellos se despidió: ¡ea, aquí termina nuestra aventura! Tenéis plena libertad que habéis trabajado mucho y de ella debéis disfrutar. ¡Adiós, queridos amigos! Os deseo encontréis algo de felicidad.
Y anochecía, cuando el hombre se alejaba y los dos animalitos uno a otro se miraban. Al fin la mulita habló: ¿y qué podemos hacer? Para nada servimos ya. Tendremos que caminar y buscar un refugio donde la noche pasar. Sí, sí, qué frío hace en este lugar! Pero, ¡qué cansado estoy! Muy lejos no podré llegar. ¡Ánimo, amigo! Despacito vamos a caminar y seguro que encontramos dónde la noche pasar.
Mal andaban los dos cuando, con la luna llena divisaron un portal. Era un abandonado cobertizo con paja y poco más. ¡Vaya! ¡No está mal este lugar -dijo la mulita-, los dos juntitos nos daremos calor y ya buscaremos mejor sitio cuando salga el sol. ¡Vale, vale, no está mal!, me muero de sueño y mis patas no pueden más.
Y acurrucados y adormilados estaban cuando oyeron que un murmullo de pasos se acercaba. Con las orejas tiesas en alarma estaban cuando vieron llegar a un matrimonio que en borriquilla montaban y que despacito entre ellos hablaban.
ÉL: ¿qué te parece, María, este lugar?
ELLA: ¡no está mal, José! En esta pajita nuestro niño nacerá Y estos dos animalitos con su aliento calentarán.
MULITA: (Habla en voz baja al buey) ¿Has oído, hermano, lo que he oído yo?
BUEY: ¡Sí, sí! Creo que he oído bien, que un niño nacerá y que tú y yo con nuestro aliento vamos a calentar.
Y nació Jesús, nuestro Salvador. La mulita y el buey su aliento dieron y el portal se iluminó con estrellas caídas del cielo. Ángeles, pastores y Magos al Niño regalaron y la mulita y el buey, para siempre en el portal con Jesús, María y José para siempre se quedaron.

Y todos cantaron: En el portal de Belén / ha nacido el Salvador / ha nacido nuestro rey / lo calientan con su aliento / la mulita y el buey / ¡Ande, ande, ande, ande, / la marimorena / ande ande, ande que es la Noche Buena. Noche de saber, noche de cantar que, para ayudar a los demás no existe la edad.

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