Queridos hijos: sé, exactamente, lo que vais a pensar y decir
por hacer pública esta carta, pero la razón de hacerlo, y de ello podéis estar
seguros, no es otra que
proclamar la bondad y grandeza de
tantos otros hijos de los que, con
frecuencia se piensa, se dice que no
atienden suficientemente a sus padres. Por supuesto que los hay, pero muy pocas veces es motivo
de contar lo positivo, lo bueno y generoso de hijos como vosotros que si
bien, los tres andáis siempre, y no llegáis, a vuestras muchas ocupaciones, en
estos meses de mi accidente, os habéis turnado, cada cual cómo ha podido,
pero priorizando cada instante mi asistencia y
renunciando a tiempos de ocio, incluso a necesidades familiares, Días y
noches junto a mí sin reparar en nada y haciéndome fácil lo difícil, divertido, lo dramático…
Gracias, mis queridos hijos. Es justo que así lo haga, a
pesar de que puede que muchos padres piensen, y llevan razón, que es
responsabilidad. Y ya sé que lo es pero hay muchas formas de cumplir con la
susodicha responsabilidad, y vosotros la habéis asumido con tanto cariño, de
forma tan generosa que en todo momento me habéis hecho creer que casi era un
placer atenderme y me habéis obsequiado, complacido, incluso en lo que, sin yo
pronunciar palabra, sabíais que eran mis costumbres y gustos.
Cuando murió papá, aquel tremendo día, y cuando todavía eráis
niños, al oírme decir que me quedaba sola, Ramón exclamó, y era voz de los
tres: nunca, nunca vas a estar sola; estamos nosotros. Es verdad que en todos estos
años hemos convivido sin grandes problemas, porque, entre otros motivos, siempre he tenido claro
que los hijos deben vivir su vida y no
los podemos estar reclamando constantemente
para la nuestra y para cualquier cosa y mucho menos quejándonos y
reprochándoles su no constante presencia
y atención, e incluso echándole en cara lo mucho que hemos hecho por ellos y
que mal pago recibiremos, si esperábamos
que nos saldaran la deuda por
algo que no nos pidieron.
Lo importante es que estén ahí, como habéis estado vosotros, cuando
de verdad os he necesitado, que sin reparar en sacrificio alguno os habéis
excedido en todo y por todo.
Por eso, hoy, os doy las gracias de corazón. Sé que quise ser la mejor madre, pero seguro que me
equivoqué en mucho, pero de lo que no podéis dudar jamás es de que, tal vez mi
mayor error fue quereros demasiado. Creo que no me arrepiento porque lo que yo
no os exigí, con creces os lo ha exigido la vida y vuestra aceptación y
respuesta ha sido de diez, en parte, creo también, precisamente por eso:
no os faltó amor.
Los hijos, mis hijos no
han sido nunca una carga, los hijos, mis
hijos sí, son un gran regalo por el que doy gracias a Dios todos los días de mi
vida.
3 comentarios:
En primer lugar... no sabia que hubieras tenido un accidente, espero que ya estés repuesta.
Y después, mi aplauso a tus hijos por saberte acompañar... no todos los hijos lo hacen, ni saben o pueden... ni todos los padres tampoco, porque hasta para dejarse cuidar hay que saber...
Un abrazo...
Reme.
Querida Reme: me caí en días de Navidad y me rompí cadera y fémur. Me operaron y he pasado meses totalmente inmovilizada. Ya voy mejor, pero es una recuperación larga y dolorosa. Mis hijos tienen tres hijos cada uno, dos trabajan en Diario Córdoba y la tercera es profesora de inglés. Quiero decirte que siempre andan corriendo y sin tiempo, pero no me han dejado ni un momento. Es verdad que en sus horas de trabajo tenía una señora, pero el médico dijo, y no podía ser de otra manera, que las 24 horas tenía que estar acompañada. En fin, una dependencia total que sí, me ha costado lo que jamás había imaginado, pero era imposible moverme. Bueno, de todo sé aprende, y yo he aprendido mucho. Gracias y un abrazo.
Querida Reme: me caí en días de Navidad y me rompí cadera y fémur. Me operaron y he pasado meses totalmente inmovilizada. Ya voy mejor, pero es una recuperación larga y dolorosa. Mis hijos tienen tres hijos cada uno, dos trabajan en Diario Córdoba y la tercera es profesora de inglés. Quiero decirte que siempre andan corriendo y sin tiempo, pero no me han dejado ni un momento. Es verdad que en sus horas de trabajo tenía una señora, pero el médico dijo, y no podía ser de otra manera, que las 24 horas tenía que estar acompañada. En fin, una dependencia total que sí, me ha costado lo que jamás había imaginado, pero era imposible moverme. Bueno, de todo sé aprende, y yo he aprendido mucho. Gracias y un abrazo.
Publicar un comentario