Ángel de mi Guarda, dulce compañía...
Hoy, tras muchos, muchos años de silencio, mi Ángel me ha hablado. Sí, el de la Guarda. Aquel de… Dulce compañía no me dejes sola que me perdería. Aquel, con el que yo hablaba y le decía cosas como estas: Anda, ve delante al autobús y cógeme sitio. O Aquello de los primeros amores: Dile al oído a fulanito o menganito que lo quiero, que me quiera…
Sucedió que lo perdí un día en un Curso de Teología en el que un afamado doctor de la iglesia, nos dijo que de ángeles, ¡nada de nada! Y lloré, ¡bueno sí lloré! No, no era justo que de la noche a la mañana me quedara huérfana de recadero, compañía, huérfana de mi angelito de toda la vida. Y me sentí más sola que la una de noche y de día! ¿A dónde se supone que iba yo así? Expuesta a perderme, a quedarme de pie en el autobús y en cuestión de amores, más que chungo, porque, con el sambenito de quién me va a querer a cuestas, ¿cómo se enteraba el fulanito o el menganito de mis querencias?
Y, resulta que hoy, estando yo sentadita en santa contemplación, escuché una voz sibilina: Isabelita, Pabela… ¡Uy, uy! ¡Si eso eran nombres de mi tierna infancia!
¿Quién me llama? –pregunté con un yuyu de cuidado.
Soy tu Ángel.
¿Mi ángel? ¡Pero si parece que te escucho en mi oreja izquierda! ¿No era tu sitio la oreja derecha? A ver si vas a ser el diablo…
¡Que no, mujer, que ya no hay tales diferencias que las orejas son libres para oír al que chille más fuerte, al que primero llegue…
¿Y el Jefe está de acuerdo? Me suena a que esto no le vaya muy bien…
¿Y qué remedio le queda? Son demasiadas presiones las que se le han echado encima… Ahora soy un ángel asesor.
¿Y qué quieres de mí? No me gusta mucho lo de los asesores. Cuando necesito ayuda la pido pero siempre a gente muy de fiar… Además pagar asesores con la crisis… Bueno, dime, ¿qué quieres de mí o de qué me quieres asesorar?
Quiero, en primer lugar que te enganches a la pancarta y…
¡Ah, no! ¡Ni hablar! Yo no soy gritona de calles y comparsas. ¿No sabes aquello que dice es más importante lo que se calla que lo que se vocea? Lo mío es trabajar, callar, escribir…
¿Y así pretendes llegar lejos? Te has quedado atrasada, chiquita. Tienes que engancharte a la pancarta que sea, porque de lo contrario… ¿Cómo quieres hombros que te aúpen?
Mira, ángel asesor, si has vuelto para eso, mejor otro día seguimos hablando. Los hombros, esos que dices, tienen un caché muy alto y las facturas vuelan. No, yo no las quiero ni puedo pagar. Me siento bien, aquí, en mi blog, con cuatro amigos, casi todos desconocidos; no me piden nada, ni yo a ellos.
Pero, ¿y la fama? ¿Y la influencia, el poder…?
Para mí que a ti te han arrojado también del paraíso… Que te vaya bien, angelito asesor. Ya es tarde; me voy a la cama.
¡Espera, espera, mujer!
1 comentario:
Me has hecho pasar un buen rato.
Un beso.
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