Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

17 nov 2011

Minicuentos para la reflexión





Me contaba una pequeña de siete años:

-Por las noches, cuando me acuesto, entra en mi habitación un hombre que quiere matarme con una sierra.

Yo le dije:

-Eso es cosa de tu imaginación. Ese hombre sólo está en tu cabeza y...

Antes de terminar, la pequeña me interrumpió:

-Sólo en mi cabeza, no. Está también en mi televisor, y en el de mi abuela, y en el de mi títa, y en el de…

Celebrando una asamblea con alumnos/as de diez años, surgió el tema de la otra vida.

Un chaval, si rodeos, me preguntó:

-Pero vamos a ver, ¿hay vida o no la hay?

-Cuando un niño/a sale del vientre de su madre, termina con una vida para empezar otra. ¿Se puede decir que es un vivo o un muerto? -improvisé, sin yo saber bien a dónde me podía llevar mi atrevida metáfora.

El chaval se me quedó mirando. Sonrió. Después exclamó.

-¡Ya está! ¡Entonces, morirse es nacer!

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Durante un tiempo, mi hija mayor trabajo fuera de Córdoba.

Cada domingo, por la noche, se marchaba en coche a su destino.

Al despedirla, yo intentaba sonreír para darle ánimo.

Después, me asomaba a la terraza y hasta que se perdía de vista, con lágrimas en los ojos, le decía adiós con el pañuelo.
Un día caí en la cuenta de algo importante y me dije:  No me asomaré más a la terraza. Es preferible que se lleve mi “olvido” a que se lleve mis lágrimas. 


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Pasaba un día en el campo con mis hijos. Entre todos tratábamos de encender una fogata para asar sardinas.
Mis hijos recogían leña y la amontonaban junto a la chimenea. Yo, repitiendo religiosamente, lo que tantas veces había visto hacer a mi marido, hacía piruetas en un intento de que prendiera la llama.

Un anciano campesino, vecino de muchos años, se llegó a la casa.

-¿Qué hace? Así no prenderá jamás el fuego. Esos palos son raíces, y las raíces son más duras

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Me preguntaba una niña:
-Maestra, si el pez  grande se come al pez chico, el último de la fila, ¿a quién se come?
Por unos instantes, dudé en la contestación. Después, improvisé:
-Pues, los chicos se comerán unos a otros y...
Antes de que terminara mi improvisada “lección”, ella exclamó:
-¿Y por qué los grandes no se comen también a los grandes?
Pensé y escribí:

Los niños/as no saben razones de “grandes” ni de “chicos”, pero, eso sí,  saben mucho de justicia.
 (Sin comentarios)

















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