Me contaba una pequeña de siete años:
-Por las noches, cuando me acuesto, entra en mi habitación un hombre que quiere matarme con una sierra.
Yo le dije:
-Eso es cosa de tu imaginación. Ese hombre sólo está en tu cabeza y...
Antes de terminar, la pequeña me interrumpió:
-Sólo en mi cabeza, no. Está también en mi televisor, y en el de mi abuela, y en el de mi títa, y en el de…
Celebrando una asamblea con alumnos/as de diez años, surgió el tema de la otra vida.
Un chaval, si rodeos, me preguntó:
-Pero vamos a ver, ¿hay vida o no la hay?
-Cuando un niño/a sale del vientre de su madre, termina con una vida para empezar otra. ¿Se puede decir que es un vivo o un muerto? -improvisé, sin yo saber bien a dónde me podía llevar mi atrevida metáfora.
El chaval se me quedó mirando. Sonrió. Después exclamó.
-¡Ya está! ¡Entonces, morirse es nacer!
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Durante un tiempo, mi hija mayor trabajo fuera de Córdoba.
Cada domingo, por la noche, se marchaba en coche a su destino.
Al despedirla, yo intentaba sonreír para darle ánimo.
Después, me asomaba a la terraza y hasta que se perdía de vista, con lágrimas en los ojos, le decía adiós con el pañuelo.
Un día caí en la cuenta de algo importante y me dije: No me asomaré más a la terraza. Es preferible que se lleve mi “olvido” a que se lleve mis lágrimas.
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Pasaba un día en el campo con mis hijos. Entre todos tratábamos de encender una fogata para asar sardinas.
Mis hijos recogían leña y la amontonaban junto a la chimenea. Yo, repitiendo religiosamente, lo que tantas veces había visto hacer a mi marido, hacía piruetas en un intento de que prendiera la llama.
Un anciano campesino, vecino de muchos años, se llegó a la casa.
-¿Qué hace? Así no prenderá jamás el fuego. Esos palos son raíces, y las raíces son más duras
Me preguntaba una niña:
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Me preguntaba una niña:
-Maestra, si el pez grande se come al pez chico, el último de la fila, ¿a quién se come?
Por unos instantes, dudé en la contestación. Después, improvisé:
-Pues, los chicos se comerán unos a otros y...
Antes de que terminara mi improvisada “lección”, ella exclamó:
-¿Y por qué los grandes no se comen también a los grandes?
Pensé y escribí:
Los niños/as no saben razones de “grandes” ni de “chicos”, pero, eso sí, saben mucho de justicia.
(Sin comentarios)
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