Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera
28 ago 2020
ELIXIR DE LA JUVENTUD¡Pues nada! Se pasó el reclutamiento, estamos en verano y, contradiciendo a la canción, la vida no sigue igual. Esto de la nueva normalidad nos ha dado un toque de cambio, pero un poco de humor, que nunca viene mal, para este feliz regreso. Un honorable anciano y muy querido por sus amigos se encontró con un viejo conocido al que llevaba tiempo sin ver. El viejo conocido, de la misma edad pero vanidoso y pedante, al verlo exclamó: -¡Cuánto tiempo y qué bien te conservas! ¡Si estás hecho el chaval que conocí en la universidad! Dime, ¿cuál es el elixir de tu eterna juventud? El anciano honorable, mirándolo de arriba abajo, y reconociéndole, exclamó: -Perdone, señor; no entiendo nada. Me temo que me esté confundiendo con un loro. Y se alejó, repitiéndose: ¡qué absurdos los seres humanos! Minicuento que me nació al ser testigo de cómo se piropeaban dos ancianos que a dúo repetían: pues tú más joven, más guapo, más listo... Sinceramente, sentí pena, porque los dos, apoyados en sendos bastones, con gorra hasta la boca y el rostro comido de manchas y arrugas, manoseaban un delirio de mentiras. Hay una conocida frase de I. Bergman que dice «envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena». Y añado otra frase mía: pintar la vida de primaveras no es eternizarse en años de juventud, sino buscar y saber encontrar el color de los momentos. Y es que cada momento, cada edad, tiene su propio color, ni más ni menos bello, ni más alto ni más bajo: son, sencillamente, distintos. Y no creo en más elixir que la dignidad de saber aceptar y convivir, incluso con goteras, bastones, etc. Pero, eso sí, con la sonrisa, con el buen humor, con la ilusión de la que hablábamos ayer, sin dejarnos caer en la dejadez y seguir siendo animosos y coquetos. Hay que tratar de progresar hasta en el vestir. Recuerdo que le regalé un perfume a un buen amigo. Me contestó: ¿y yo para qué quiero esto? ¿Quién me va a oler? Le contesté, porque es la verdad que pienso: tú mismo y puede que los que te rodean. No podemos ir por la vida oliendo a sopas del cocido, aunque vayamos con un andador o con un bastón. Dignidad y elegancia que no surgen por arte de magia, sino que, tal vez, tendríamos que echar mano al viejo Catón y aprender a dar los primeros pasos cuanto antes porque el elixir de la vida no es otra cosa que no dejar de vivir cayendo en manos del abandono de nuestro cuerpo y alma. No nos engañemos como los dos amigos: el tiempo pasa y no nos deja iguales, pero tenemos margen para seguir proyectando lo mejor que somos y tenemos.
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