En mi novela, publicada por Bohodón, "Mi amiga Prostituta", termino con un párrafo que trasncribo, ya que al llegar el otoño, vuelvo a tener presente a aquella niña de ojos reventones, trenzas rubias de bote y voz grande, hija de una mujer "mala" de aquellas que vivían en la calle del Río, que vestían batas largas y mendigaban sexo para poder sobrevivir en aquellos años difíciles de la posguerra. Lucrecia y yo no pudimos ser amigas: nuestros mundos tenían nombres que nos separaban sin remedio, pero ella, prostituta de la vida, prostituta, más o menos, como todos lo somos de algo, sigue, reivindicativa, en los arcaduces de mi memoria. Y al volver elotoño, vuelve Lucrecia y extrañada me pregunta como aquel lejano día: ¿De verdad quieres ser mi amiga? ¿Y si se entera tu padre? ¿Y si se entera la monja? ¿...?
Hoy, un día cualquiera, un día más de soledad, un día más de mi vida que estos años ha permanecido estancada en el trabajo de mi profesión y en la escritura de esta obra, que te dedico, un día de marañas de nubes por el horizonte y de sosegada paz en mi alma, vuelvo a Lucrecia, aquella chiquilla de trenzas rubias de bote y ojos reventones, a aquella joven alocada, mezcla de picardía y ternura, sí, a ti, amiga, para decirte, si vives, si por las raras casualidades de la vida llegaran a tus manos estas páginas, que siempre te quise, que te sigo queriendo, que sigo siendo tu amiga en la sombra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario