DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
ISABEL AGÜERA
18/09/2012
Mis queridos niños, Ruth y José: sí, míos también, propiedad de todos los que al mirar vuestras caritas sentimos que algo se nos rompe en los adentros. Desde el día que alguien os "perdió" sois presencia que no puedo dejar de sentir tan cerca de mí que hasta puedo oler el perfume tierno de vuestra piel de melocotón y puedo escuchar vuestra voz, vuestras risas y hasta vuestro llanto en momentos vividos, como todos los niños, en pleno fragor de vida que empezaba a despuntar de la cuna que os meció y de la mano que os acompañó en aquellos primeros pasos.
Son tantos los niños que pasaron por mi vida que de memoria conozco el color de vuestras inciertas palabras, de vuestros inocentes juegos, de vuestros miedos y sueños.
Vuestro nacimiento sí que fue un acierto, un aplauso feliz para familiares y amigos que, como savia nueva, inyectaban en sus vidas proyectos ilusionados de cara a vuestro futuro en un mundo que nada podía saber de vuestra existencia.
Hoy, alguien decidió acabar con aquellos planes para convertiros en terrorífica noticia en medios de comunicación, hoy, sí, el mundo os conoce y se espanta de vuestro corta vida y trágico final.
Os fuisteis sin despedidas, mientras otros niños compartían recreos, libros y mientras la vida, imparable noria, seguía su curso sin que ni tan siquiera una corazonada de los más cercanos os acompañara.
Solos, sin campanas, sin funeral, os desvanecisteis con el viento. Pero esta carta no es fruto de un arrebato de sentimentalismo, sino reflexión que me hago cuando amanece esta mañana primera de estrenos en las aulas. ¡Cómo duele vuestras sillitas vacías! Y me pregunto: ¿cuántos niños mata el hambre cada día? ¿Cuántos son víctimas en manos de padres, de pederastas, de marginación-? Y sin ser noticia, lo sabemos todos, pero, demasiadas pocas pestañas se mueven para evitar tales horrores.
* Maestra y escritora
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