Queridos amigos/as: Tengo un blog dedicado a mis nietos/as en el que entro cuando puedo pero quiero dejar en él mis mejores palabras para ellos que son la gran sorpresa de mi vida. Un amigo alemán, al leerlo, exclamó algo así: ¡Wonderful! Bueno, creo que fue algo pareccido y que en castellano -me aclaró- significa, ¡maravilloso!
Así que pensé: Si le parece tan maravilloso -cosa que considero exagerada-, puede que algo les guste a mis amigos de este blog. Así que ahí va con cariño.
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Mis queridos nietos y nietas: Tras tiempo sin escribir en este Blog y tras días de convivencia con todos vosotros en el apartamento de la playa, quiero retomar mis escritos en este blog que os dedico con inmenso cariño. En él quiero verter lo mejor que pueda haber en mí; lo peor, si no lo habéis descubierto, ya llegará el día, pero de todas formas quiero deciros algo: Todos somos mejor que peor. ¿Lo entendéis? Yo creo que sí.
Hoy os quiero dedicar algunas reflexiones de este verano y ya oigo a mi Gonzalo primero -el mayor- exclamar: ¡Jo, abuela!
No obstante, con el ¡jo, abuela! asumido, allá que voy, aunque os voy a colgar unas fotos de este verano que os van a gustar.
¿Recordáis la historia de mi amiga gaviota? Ya hablaremos de ella.
Mi amiga gaviota, un poco vieja y un poco enferma pero sin dejar de mirar al mar.
Cada amanecer estaba allí, y yo la acompañaba
La vida, mis querido nietos y nietas, de cada uno es como un río que con su propia corriente camina y crece hacia el mar. No obstante, quiero legaros mi reto de cada amanecer, las claras deducciones que en este imparable viaje se han ido escribiendo en la blanca pancarta de mis días. Puede que tan sólo sean algo así como pequeñas olas que acaricien la reseca piel de lo que serán vuestros largos pasos, pero me vale la pena el esfuerzo, si logro alcanzar, al inmenso océano que es vuestra presencia en el mundo.
La vida, mis preciosos nietos, es una página en blanco que se nos entrega en el instante mismo de nuestro nacimiento. Hasta el día que somos capaces de pensar y decidir, son los demás los que escriben en ella, pero llega un momento, puede suceder, o que cojamos la pluma y nos convirtamos en protagonistas, lo cual nos será, contradictoriamente fuente de gratificación y dolor, o dejados llevar por la comodidad, aceptemos la letras que los demás sigan imprimiéndonos al ritmo de nuestros pasos. Esta actitud, antes o después, nos exigirá estampar una firma de autenticidad que nos podremos ratificar con la consiguiente frustración.
También la vida es un cúmulo de conveniencias: yo te doy; tú me das. En la vida todo se puede vender, cambiar o comprar.
Pero la mayor tranquilidad de conciencia os vendrá dada por el riesgo corrido en servir, en regalar, en amar sin precio.
No importa que nuestro nombre quede fuera de esas inútiles urnas que sirven al poderoso para recontar y regodearse con la fidelidad de sus incondicionales satélites y otorgarles la recompensa que ansían: ser considerados, tenidos en cuenta…
Pero esas urnas sólo son un cajón de mentiras; mejor no estar en ellas.
Finalmente os digo: la vida es un camino por recorrer. En él encontraréis de todo, pero jamás caigáis en la tentación de inmovilizaros en punto alguno por blanco o negro que sea.
Continuad siempre hacia delante sin mirar para atrás, porque una luz que se apaga no volverá a lucir por mucho que nos duela. Podemos, eso sí, guiados por su rastro, colgar una nueva en el horizonte de nuestros pasos. Y no os perdáis lo sucesivo que siempre será sorprendente, y sobre todo no dejéis de marcar huellas que sirvan de guía a otros caminantes.
¡Adelante, mis niños y niñas! Sois personajes de excepción de este provisional escenario que es la vida. Representad, con la mayor perfección posible, vuestro papel, porque en ello encontraréis la recompensa. Nacimos con un proyecto debajo del brazo: colaborar a que este nuevo Día sea como un luminoso arco iris que, de extremo a extremo del universo, luzca fecundo para todos los seres humanos.
No hay tiempo que perder. Somos criaturas en cuyas miradas asoma el alba; somos corazón y vida por donde fluye el maravilloso ocaso de cada atardecer. Somos himno que entona sueños, mientras tejemos el sutil relámpago que cruza el cielo y lo ilumina en blanca vorágine de altura.
Somos belleza y amor.
Somos, y ahí radica el milagro, solitario bosque de felicidad.
¡Ojala un día, pronto, ya, estéis listos para ir tomando el pulso a la vida y grabando en el tapiz inmaculado de los momentos, la sinfonía de vuestras maduras realidades! Será, sin duda, la mejor herencia que os pueda legar, con la que podréis arribar al mar, crecidos y en paz.
Y el cuco de mi reloj me da de nuevo la hora. La una en punto de la madrugada. Apago el ordenador, me asomo a la terraza y, como cada noche, mi sencillo deseo que viene a ser mi mejor oración: Que haya paz y amor en el mundo y que todos los niños tengan felices sueños.
Os quiere muchísimo la abuela Isabel
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