Encontré este zapatito y lo coloqué en lugar visible, por si alguien lo buscaba.
Hoy traigo a mi blog esta sencilla historia de vida, por si laguien busca o encuentra otro "pequeño objeto perdido"
¡Vaya susto, Lucrecia! ¡Claro que pensé en todo! Y lo que te decía: se me disparó el corazón, se me aflojaron los nervios... ¿Llamar a la policía? ¡Ni me pasó por la cabeza! Unos instantes, y un chaval, porque se trataba de casi un niño, se incorporó sobresaltado:
-¿Es suyo...? Perdone, es que...Como hacía mucho frío...Como vi. la puerta abierta... Ya me voy perdone...
Con la poca ropa que llevaba puesta, llena de pasto, con los ojos entre desorbitados y soñolientos, me miraba suplicante.
-¿Cuántos años tienes? –fue lo único que se me ocurrió decir.
-Estoy metió en los quince
-¿Y tus padres...?
-Problemas. En mi casa hay muchos problemas Mi padrastro le pegó ayer a mi madre. Es por mi culpa, pero, sino me voy, lo mato.
Un bar cercano, donde todos los días desayuno, abría sus puertas. Lo invité a tomar un café. Consintió, pero una cierta desconfianza lo separaba de mí. Y en un descuido, mientras yo hojeaba el periódico, como un animalillo asustado, corrió entre la riada de coches que era ya la Avenida.
-No se preocupe -me tranquilizó un cliente-; son raterillos.
Esta tarde, cuando he limpiado mi coche, en el asiento trasero, el papelito de un chicle y restos de pasto. No, Lucrecia, no era un raterillo, no era un drogadicto, ni un gamberro, ni… Bueno, me da igual lo que fuera. Lo que esta noche me quita el sueño es precisamente lo contrario: lo que no era: Un chaval feliz, alegre, confiado, seguro... Aquí guardo un poco de su pasto, del que dejó en el coche. Lo único que poseo de un ser humano que ha volado por mi vida.
!Ojala, chaval, encuentres muchos coches con las puertas abiertas!¡Ojalá encuentres la casa, la familia que necesitas! ¡Ojalá todos despertemos mañana un poco más humanos!, y tú con menos frío, con menos miedo y con muchos menos motivos y deseos de matar.
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