ISABEL Agüera 21/12/2011
Después de tantos años vividos, esta madrugada, como un nuevo aldabonazo, ha llegado a mí la Navidad.
¡Pues nada más y nada menos que en una macetita de regalo en manos de un asiduo a la cafetería y a la hora! A las seis de la mañana de cada día mi compromiso presencial con el amanecer, con los silenciosos cómplices de ese primer café, mi compromiso con el índice de recuerdos en el que los nombres de familiares y amigos desfilan en la caricia de música que solo yo escucho pero que me habla de la fragilidad humana de todos, me habla de pobres y enfermos que a esas horas, y a todas, sufren, música que me habla del misterio de la vida, que me habla, sobre todo del amor que nos debemos unos a otros, pero hoy, cuando este compañero de hora y silencios, me llegó con tan importante obsequio, por mi cabeza la Navidad en persona llegaba a mí.
Eso es, porque yo me decía: hubo ayer un momento del día que esta persona se acordó de mí. Sinceramente no tengo palabras para expresar mi emoción y agradecimiento, pero sí mi reflexión y compromiso con días que materializamos comiendo, bebiendo, gastando y quejándonos de la crisis que, no obstante, se esconde en fiestas porque, un día y otro día, al final es un día.
Así que mi mensaje de Navidad (¡ni que fuera el rey!) es a un tiempo tan pequeño y tan grande como mi macetita de este amanecer porque regalar Navidad puede ser algo tan sencillo como una visita, a ese solitario y triste mayor, una sonrisa al que sufre, una palabra, un silencio, un beso, un gesto, una mirada.
Que alguien sepa, que por alguna razón, en un momento, lo hemos recordado. Nos sentimos a veces tan olvidados...
Regalar Navidad es regalar ilusión entonando un singular villancico sin dejar de mirar a los ojos del mundo: mi verdad eres tú, mi realidad es tu vida, mi sueño tu felicidad y mi ilusión tu sonrisa.
Queridos amigos: Mi recuerdo,. aún sin conoceros y mi sincero afecto. Que seáis felices, pero, sobre todo, que hagáis felices a cuantos os rodeen. Besos
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