Buenos días y feliz sábado, amigos: perdonad si algún comentario queda sin agradecer por mi parte, pero la causa es que no a todas horas dispongo de Wfis. Hoy vuelvo, de nuevo al pueblo, y no para añorar, sino para recordar y mostrar a los más jóvenes un pasado doloroso aquel de la posguerra. Álbum de recuerdos que vistos al día de hoy pueden resultar grotescos, pero que, sin duda, fueron protagonistas que no debemos dejar perdidos, muerto, en la memoria de los que los vivimos. Son raíces que no arden.y son, como decía un campesino, más duras que Dios.
EL HOMBRE DE LOS ZANCOS: MAGIA Y ASOMBRO
Aparecía, de tarde en tarde, un pintoresco personaje que no sé si exactamente se correspondía con los días de feria, pero real y vivo lo sentía, hasta hacer palpitar mi corazón, mezcla de asombro, miedo, alegría.
Me voy a referir a un hombre que sobre gigantescos zancos aparecía en el pueblo y recorría las calles. Los chiquillos por las calles, a carrera limpia, lo pregonaban: ¡ha venido el hombre de los zancos!
Desde los balcones, a los que llegaba con sus zancos, la gente mayor lo celebraba, mientras los niños, con recelo, lo observábamos entre las faldas de nuestras madres y a mí, personalmente, se me antojaba que era un hombre de palo.
En días sucesivos los niños y niñas tratábamos de imitar al gigante de los zancos, habilitando como tales sendas latas a las que, mediante diestros agujeros, atábamos cuerdas que, manejábamos al andar, logrando imitar así los originales zancos a nuestros pies. Caídas, golpes, intentos hasta lograr caminar y correr con aquellas latas dirigidas. Juegos siempre fruto de creatividad y fantasía.
Un año, en un pueblecito cordobés, organicé con mis alumnas, los originales zancos de lata, y fue un trance tan divertido que no hace mucho una de ellas, hoy casada y con hijos, me repetía: ¿Se acuerda de los zancos? ¡Qué bien lo pasábamos en la escuela! Ahora las cosas son diferentes.
Yo creo que la gran diferencia, la enorme diferencia radica en que hoy día todo está tan superado que unos zancos de lata no es cosa que se les ocurra a nadie pero estoy convencida de que seguiría siendo de gran ilusión para los niños que, ante todo y siempre, seguirán siendo niños, aunque, cada vez con más prisa, los queramos incorporar al frío mundo de las realidades, sacándolos así, del maravilloso mundo de los juegos y sueños.
Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera
30 jul 2016
27 jul 2016
Progresar en oden
Miércoles 27 de julio de 2016
Pasamos la hoja del almanaque un día más, amigos. ¡Ojalá sea, al final del día, página de luz, página que podamos dejar atrás y sirva de huella a tantos y tantos caminantes perdidos...
Os propongo de lectura mi artículo de ayer. Besos para todos y cada uno.
Diario Córdoba/ Opinión
Progresar en orden
Desde niña aprendí algo importante: el futuro es dirección, camino hacia adelante, sin que por eso
tengamos que reducir el pasado a una total amnesia. También en el internado, y referente al tipo de santidad tan propugnado en aquellos años, la máxima era semejante: si no se progresa, se retrocede.
Lo que es idéntico a decir que no vale el quedarse estacionado ni en santidad, ni en cultura, ni en técnicas, ni tan siquiera en cualquier chuche que nos guste.
Resulta que en estos tiempos ni progresamos ni regresamos, porque, por ejemplo, criticamos el uso de nuevas tecnologías, redes sociales, móviles, etc. ¿pero quién vuelve a la pila, a fregar de rodillas, a guisar en hornillas de carbón, por citar algo? Bien conocido es el dicho, jamás se arrepiente uno de callar, y sí de hablar.
Pues, hoy todo es hablar y definir términos que nos sitúan en extremos tales que imposible aproximarnos algo para darnos la mano. Por mi parte lo tengo bien claro: entre el blanco y el negro hay una gran variedad de matices, y entre progresar o quedarse parado, también los hay. Sí, se puede progresar respetando todo aquello que siga siendo útil, valioso y erradicando todo lo que ha contribuido a crear desigualdades, injusticias, pobreza..., porque, claro, sería innecesario un cambio de cocina, pongo por caso, porque se atranque el fregadero.
Es decir, cambios, necesarios, progresos ordenados y estableciendo prioridades, que hay que hacerlas y que son muchas.
El camino del progreso no es ni rápido ni fácil --Marie Curie--. Así, que no nos quedemos atrás, llorando lo que fue y ya no es ni será, porque la felicidad radica en izar velas y remar, avanzar paso a paso hacia aquello que nos importa como bien de la humanidad. Termino con otra frase: No podemos esperar un mundo mejor si cada uno de nosotros no mejora como persona.
Pasamos la hoja del almanaque un día más, amigos. ¡Ojalá sea, al final del día, página de luz, página que podamos dejar atrás y sirva de huella a tantos y tantos caminantes perdidos...
Os propongo de lectura mi artículo de ayer. Besos para todos y cada uno.
Diario Córdoba/ Opinión
Progresar en orden
Desde niña aprendí algo importante: el futuro es dirección, camino hacia adelante, sin que por eso
tengamos que reducir el pasado a una total amnesia. También en el internado, y referente al tipo de santidad tan propugnado en aquellos años, la máxima era semejante: si no se progresa, se retrocede.
Lo que es idéntico a decir que no vale el quedarse estacionado ni en santidad, ni en cultura, ni en técnicas, ni tan siquiera en cualquier chuche que nos guste.
Resulta que en estos tiempos ni progresamos ni regresamos, porque, por ejemplo, criticamos el uso de nuevas tecnologías, redes sociales, móviles, etc. ¿pero quién vuelve a la pila, a fregar de rodillas, a guisar en hornillas de carbón, por citar algo? Bien conocido es el dicho, jamás se arrepiente uno de callar, y sí de hablar.
Pues, hoy todo es hablar y definir términos que nos sitúan en extremos tales que imposible aproximarnos algo para darnos la mano. Por mi parte lo tengo bien claro: entre el blanco y el negro hay una gran variedad de matices, y entre progresar o quedarse parado, también los hay. Sí, se puede progresar respetando todo aquello que siga siendo útil, valioso y erradicando todo lo que ha contribuido a crear desigualdades, injusticias, pobreza..., porque, claro, sería innecesario un cambio de cocina, pongo por caso, porque se atranque el fregadero.
Es decir, cambios, necesarios, progresos ordenados y estableciendo prioridades, que hay que hacerlas y que son muchas.
El camino del progreso no es ni rápido ni fácil --Marie Curie--. Así, que no nos quedemos atrás, llorando lo que fue y ya no es ni será, porque la felicidad radica en izar velas y remar, avanzar paso a paso hacia aquello que nos importa como bien de la humanidad. Termino con otra frase: No podemos esperar un mundo mejor si cada uno de nosotros no mejora como persona.
22 jul 2016
Relató de verano
Mientras mis padres instalaban nuestra vistosa y flamante tienda, yo corrí a la playa. Nada más llegar, del otro lado de las rocas grandes que delimitaban la playita del camping, apareció un pequeño: medio desnudo, descalzo, cabello rubio, rizado, ojos azules, piel negra y una caracola en la mano. Si quieres te la presto; dentro se oye el mar -me dijo, al tiempo que la colocaba sobre mi oreja derecha-. Mi padre es pescador y me trae muchas. Si quieres, te regalo ésta. Yo también voy con él a pescar algunas noches y encontramos bancos de peces que, con la luz de los focos, parecen de plata. ¡Sí, sí que la quiero! -exclamé- ¡A lo mejor, un día yo también voy a pescar en un barco! ¿Por qué no vienes que te vea mi madre? Yo no puedo entrar; ¿no ves que soy pobre? ¿No ves que yo no puedo ir a la escuela? Sí me ve el portero, lo mismo me echa los perros…
Pasaron los días. No volví a ver al amigo de la caracola, aunque cada mañana y tarde de aquellas vacaciones, salía con ilusión de encontrarlo al lado indigente de rocas y olas cristalinas. Pero mi amigo no volvió.
No pude conocer su nombre ni apenas su voz. Sólo, eso sí, aquellos ojos de aguas marinas y aquella piel de soles e intemperies. Han pasado muchos, ¡muchos años! La caracola sigue, como el primer día, durmiendo debajo de mi almohada. Y, cada noche, antes de entregarme al sueño, me la pongo en la oreja derecha, y sueño con mi amigo, el pequeño pescador, y lo veo embarcado en medio de la mar negra, ¡navega que te navega!, y lo veo aupado en un caballito de mar, galopando en busca de estrellas, calamares, sirenas... Y su voz también la oigo como si me llamara desde la lejanía azul. En mi caracola sigue vivo el mar de aquel pequeño rubio de ojos azules, y el sonido de las olas en la playa, y el olor del pescado, de las algas y de las redes...
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13 jul 2016
La muerte de un torero
Temas que, por otra parte, son el
diario que copa hasta la saciedad nuestras vidas. me voy a referir a la muerte en la
plaza de un torero. Como sabéis, creo, ha habido manifestaciones terribles,
mofándose de esta muerte. Solo a ese hecho me quiero referir, sin entrar en la
polémica, toros, sí, toros, no. Vaya, no obstante, por delante que detecto
cualquier daño que se le pueda ocasionar
a un animal que siente, sufre .., al igual que nosotros, pero doctores
tiene la Santa Madre Iglesia.
En la actualidad de este hecho nos debe llevar
a reflexionar sobre la naturaleza humana. Alguien dijo: matar a una persona por
defender un ideal no es defender un ideal: es matar a una persona. En el
caso que nos ocupa pienso que alegrarse por la muerte
de un ser humano, no es defender una
fiesta, es no tener corazón, ni sentimientos, ni humanidad algunas para
entender que tras esa muerte hay una madre, hay una familia, una juventud, un
drama que me duele al leer insultos,
expresiones de alegría y hasta brindis con champagne. Sinceramente, no lo puedo
entender porque esas cosas no son reivindicaciones a favor del toro, son
manifestaciones que merecen la mayor repulsa,
hasta en los que no estamos a favor del maltrato animal. Dijo Ghandi: Ojo
por ojo, y el mundo acabará ciego. Camino de eso, creo que vamos.
9 jul 2016
Dónde está Dios
Abuela, me suelen preguntar mis nietos. Pregunta difícil de contestar. No obstante, les explico lo que yo creo y les advierto que ellos tendrán un día su propias respuestas. i
Dios -les digo- está en la sonrisa y ternura de los niños, y está en la soledad y dolor de los anciano, y está en el esfuerzo por sobrevivir de raros hombres, y en las flores, y en nosotros...
Lo entienden a su manera pero es mi mejor respuesta.

Dios -les digo- está en la sonrisa y ternura de los niños, y está en la soledad y dolor de los anciano, y está en el esfuerzo por sobrevivir de raros hombres, y en las flores, y en nosotros...
Lo entienden a su manera pero es mi mejor respuesta.

4 jul 2016
Lo que sobra, estorba
DIARIO
CÓRDOBA/OPINIÓN
LO QUE
SOBRA, ESTORBA
Coincido plenamente con la escritora estadounidense Anne
Morrow por lo mucho que me identifico con su pensamiento, acerca de la
simplificación de la vida para lograr la felicidad.
La simplificación de la vida supone prescindir de
todo lo superfluo, de convencerse de que son muy pocas cosas las
indispensables. Hay momentos en nuestra vida en que el gusto por la simplicidad
se ha convertido en un sentimiento tan necesario que nos resulta un auténtico
agobio el vernos rodeados de cosas, hasta el punto de que llegamos a sufrir
crisis de ansiedad. Todo lo tenemos lleno: ropas, papeles, carpetas, recuerdos,
fotografías, muebles recargados de adornos, paredes sin un hueco en blanco...
Una y otra vez nos decimos: vamos a hacer limpieza
y vamos a tirar todo lo que no nos sirve, pero un día y otro también
exclamamos: ¡si está nuevo! Y ahí se queda estorbando no solo a nuestros ojos
sino a nuestro espíritu que, como si tuviera un nudo agarrotado, se estresa y
busca causas que no quiere ver.
La vida familiar moderna gira con excesiva
frecuencia en torno a «más» de todo: más consejos, más trabajo, más muebles,
más ropa..., y todo en una maratón sin meta. De no tener nada hemos pasado a un
barroquismo agobiante de cosas y de vida que nos roba armonía, proporción,
belleza, asfixiando los sentidos y dejándonos ante un panorama de vida que se
asemeja a una laguna de aguas
estancadas.
De ahí que seamos muchos los que reivindicamos una
vida más minimalista. Es decir, sin tantos adornos sin tantos «más»,
simplificando todo lo que podamos porque, entre otras razones, es un signo de
madurez, de elegancia, de buen gusto…
La simplificación está manifiesta, hoy, en la pintura, en la literatura, en el arte,
en definitiva. Apliquémonos aquello de «Ne quid nimis», nada de sobra y nos
sentiremos aliviados de mirar y ver espacios
de luz en los cuales poder respirar sin agobios.
2 jul 2016
Una muerte anunciada
Yo
no lo sabía, pero, sí, estaba muerto. Y no me conformo con decir, ¡qué pena!, y
olvidar mañana cuando me cruce con otro en una calle cualquiera o en la puerta
de mi casa. Siempre hay un paso más que la lamentación.
Ocho de la tarde. Como
cada día, mi obligado caminar por el
jardín. Tarde ya otoñal. Los paseos,
pasto húmedo, con olor a tierra de otras historias casi perdidas en el tiempo.
Los frondosos arces, las majestuosas palmeras, los aromáticos pinos, los sobrios
cipreses, todo un entramado de tonalidades verdes por cuyos serenos relentes se
desvanecen los últimos rayos de sol.
Hay música en el
jardín, y chavales que entrenan deportes, y mujeres que caminan, y ancianos que
conversan, y parejas entrelazadas en jugueteos amorosos, y pequeños
merodeando las fuentes y un sutil olor a
verde que se esparce como espléndida
bendición, y a mí se me torna tan deliciosa esta hora que quisiera eclipsarla
en reflexiones infinitas, mitad nostalgias, mitad ecos de muchos sueños olvidados.
Trenes que en fogonazo de velocidad, surcan
los verdes opacos ya aledaños del lugar, papeles que vuelan, hojas que caen,
afluencia que se dispersa y yo que me resisto al sosegado vómito crepuscular
como si me aferrara al resquicio de día que se me escapa y suma y suma sin
cesar arrancando hojas del almanaque de mi existencia. ¡No son, horas, señora!
¡Pasan cosas! –exclama una anciana voz. Sí, tengo que regresar. Las farolas, no
sé por qué extraña razón, no se han encendido, y el jardín se ha tornado
silencios, sombras, bultos, miedos que escamoteo en una casi carrerilla que me
regresa al tráfico, al asfalto... Pero al pasar por el recoveco de una vereda, los fuertes ladridos
de un perro me soliviantaron Me volví hacia él. Allí, en un denso y negro
follaje, acurrucado debajo, casi perdido, pude imaginar, más que ver, el
cuerpo inmóvil de un hombre de color.
Mucho miedo, sí; también una ligera
responsabilidad. No obstante las palabras de la voz me perseguían, repitiendo:
¡Que pasan cosas! Me alejé unos pasos. Los ladridos vociferantes de aquel perro
se me antojaban un reproche, una llamada… ¡Qué sé yo! Y regresé con precaución,
con el móvil en la mano, con el bolso escondido… Le sucede algo. ¿Por qué no se
va? Empieza a refrescar… -medio susurré-. Pero aquel bulto de color ni tan
siquiera levantó la cabeza, apoyada en las rodillas. ¡Ni una palabra, ni un
leve movimiento! Sombras, todo sombras en el jardín y de nuevo la voz anciana
en la lejanía: ¡No se meta en líos, señora! ¡Son delincuentes, chorizos,
drogadictos…!
Temblando por no sé cuántas razones
abandoné, al fin, con unas absurdas palabras: ¡Vaya si te guarda bien tu
perro! Los efluvios de una ramita de romero me duermen, acabado
el día.. Amanece lloviendo. ¡Qué
hermosa mañana! -exclamó- Y trato de
explicarme que la realidad de lo cotidiano, es el mejor regalo que se nos
puede dar. En la cafetería del barrio, casi colindante con el jardín, una
noticia. "Ha amanecido muerto un chaval de veinticinco años por una
sobre dosis. En el jardín, al lado de su perro”.
Un dolor lacerante me
desgarra el alma. La angustia y el espanto se acentúan, cuando alguien comenta:
“Todos los drogatas deberían estar
muertos”. Sólo han pasado unos meses. Posiblemente este suceso no sea
noticia para nadie. No obstante yo no puedo pasarlo de largo, como pasé por él,
sin acusarme y acusar a toda la sociedad de ésta y otras muchas muertes que no
fueron tales el día que se produjeron, sino que lo fueron ya desde el mismo
instante que a esos chavales, sin familia, sin trabajo, sin motivación, sin más
casa que la calle, no se les tendió una mano para evitar, para prevenir el
desastre final.
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