1. Un pequeño de siete años llegó muy triste a clase.
-¿Qué te pasa? - le pregunté- Parece que te noto triste.
-Es que mis padres a lo mejor se divorcian. Esta noche los he oído pelearse en la cama.
Al día siguiente, llegó radiante. Se me acercó y dijo:
-Seño, mis padres ya no se divorcian; esta noche los he oído “respirar” en la cama.
2. Un día llevé a clase una bonita tórtola de plumas blancas y collar negro.
Los niños/as, desde sus respectivos sitios, la observaban sin perderse ni un sólo de sus movimiento.
Cuando la tórtola arrulló la primera vez, yo dije:
-¿Os habéis dado cuenta cómo la tórtola parece que llora?
Pero, cuando arrulló por segunda vez, todos a una exclamaron:
-No, maestra, la tórtola no llora; la tórtola ríe.
3. Cierto día, al pasar junto a una fuente, me detuve sedienta.
Por unos instantes pensé: “¿Y si la fuente se negara a darme su agua? ¿Qué haría yo que me estoy muriendo de sed?”
De repente, la fuente habló y me dijo:
-¿Por qué temes? ¿Acaso mi agua no es para saciar tu sed? De no ser así, yo no sería fuente, ni tú te habrías detenido junto a mí.
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