MI COCHE ROBADO
Lo encontraba invariablemente solo. Solo y presto siempre a mi servicio. No importaban las inclemencias del calor ni del frío; todos sus afanes consistían en cambiar complacencias por mi cariño.
Un halo de nobleza, de sencilla solemnidad, un tenue rutilar animado parecía envolverlo de felicidad. Era mi coche, uno más entre miles, pero cargado de vida aprendida del largo monologar de mi intimidad amiga, cobijada, como en claustro materno, en la calidez de sus silencios.
Palpitante siempre en su alma el trepidar de mis recuerdos, evocando palabras, susurrando olvidos, contemplando auroras, cielos estrellados, lunas...
Y el mar, ¡cuántos ensueños frente al mar que compartíamos en tardes
largas de verano por el puerto! ¿Hasta qué otra orilla llegarán las playas? -le preguntaba- ¿Hasta dónde las gaviotas..? ¿Hasta dónde las sirenas..? ¿Hasta dónde los ocasos en un mar que se los traga. Y yo escribía malos versos y en voz alta se los leía, y mi coche, tan prudente, tan señor... sí, ¡yo creo que me aplaudía!
Otras veces, con la lluvia, por caminos, en busca de un no sé qué, me perdía. Y allí amapolas, y trigales, y girasoles y en sonoros suspiros, romances de luz, de aire, de manzanillas, de olores, emanados de los más puros sentires de la tierra empapada.
Sobre su volante yo soñaba que era mariposa, que era estrella, que era.... ¡si yo no era nada! pero mi coche tan prudente, tan señor... sí, con su silencio, ¡cómo me respetaba!.
Recuerdo una madrugada de Reyes, solos, solos por la ciudad, por las calles túneles de luz festiva. Yo reía con los semáforos y en juguetonas maniobras los violaba, y ante la fuente grande luz y color, esplendor de agua, de palomas, de incógnitas blancas... siempre, la soledad decorando mi alma.
Es la historia sin voz que esta noche presiento que me llama. Sí mi coche, tan noble, tan señor, tan mío, con tanta alma, en la intemperie de un desguace duerme, mientras siento un dolor que no puede expresarse con palabra
Te robaron de mí a las seis de la mañana. ¡Mi coche, mi compañero, siempre a dúo descubriendo madrugadas y escalando sueños de cielos, de mar, de amor... de montañas.!
De ti, mi coche fiel me queda la dulce huella que los seres generosos nos dejan, y contigo, tan maltratado, tan herido, tan desahuciado... mis sueños, mi cansancio, mis lágrimas de tres años enterrados.
¡Luna bella, luminosa, mágica, divina... haz florecer, entre latas y basuras, un almendro! Quiero que junto a él, la belleza siga presente en su desgracia. ¡No lo dejes, luna sin monólogos de silencios, sin música, sin suspiros íntimos, sin versos... sin lágrimas! ¡Cántale el Aleluya tantas veces frente al mar escuchado! ¡Llévale, luna, mi beso y dile que siga soñando, que no importa el lugar, que no importa el trabajo, que no importan los olvidos, la soledad, los silencios... que cada cual por un lado seguiremos buscando horizontes azules de cielo y agua, que la vida sigue su ritmo. La vida que sigue... y se pasa.
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