DIARIO CÓRDOBA / OPINÓN
VOLAR SIN ALAS
ISABEL AGÜERA
Desde hace ya días, cuando por teléfono hablo con amigos,
coincidimos que no vemos la tele ni queremos saber nada más que lo necesario de
la pandemia porque ya es bastante con estar encerrados para además ser
bombardeados por opiniones variopintas y contradictorias muchas veces y no solo
opiniones sino imágenes que nos revuelven el estómago en los telediarios. Por
eso yo hoy he pensado que me voy a alejar y voy a contar una historia mágica
que nos haga soñar, lejos de terroríficas pesadillas.
Esto era una espléndido
mañana de primero de marzo. Aquel día, en la sierra, justo a mis pies, cayó
muerta una mirla.
Apuntaban los verdes por la primavera y olores nuevos se habían
entronizado en el aire y como aleluya glorioso solemne, bandadas de pájaros
emigrantes cruzaban los cielos. Cazadores furtivos, dispararon a la mirla,
bello elemento de aquel paisaje que, como punto negro sobre el limpio cielo,
revoloteaba en los alrededores de mi parcela que en afanes de vida, iba
haciendo su nido. Unas lágrimas brotaron de mis ojos, y mis manos reverentes
fueron caricia para aquel lúgubre evento que me palpitaba con rabia. Bandadas
de palomos surcaban los cielos en arrullos de amores y en el silencio de las
horas y en la soledad del lugar.
Atardecía, cuando regresé a la ciudad. Tráfico, gente,
campanas...vida. En mi bolsillo, un par de alas negras, mágico tesoro que
deseaba enarbolar para siempre como glorioso himno a la libertad.
Al rescoldo de mis sueños, junto a mi almohada, en luminoso y
lacrado sobre negro: las alas de la madre mirla.
Una noche, cuando ya el sueño había hecho presa
en mis ojos, me despertó un extraño aleteo. El sobre negro, arrebatado de mi
mesita de noche por un súbito viento, y en vaporoso zigzag, revoloteaba por la
ventana, al tiempo que la sombra fulgurante de un pájaro negro se alzaba, sin
alas, en palpitantes vuelos y se perdía en la espesura de la noche.
Una maldita pandemia nos ha cortado las alas, pero
no la libertad. El famoso autor del Principito dice: Solo se que hay una
libertad: la del pensamiento. Y esa nadie
nos la puede cortar, luego volveremos a volar.
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