Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

11 abr 2019

SUPERAANDO DIFICULTADES


Feliz con un pozo, un cubo, una cuerda y el aire fresco de la sierra que huele a libertad

Hoy es jueves. Sí, ayer tuve que ir al médico para un chequeo rutinario. Un poquito de descanso –me dijo y… ¿Descanso? -lo interrumpí-. No puedo estar sentada más de un cuarto de hora, no puedo dejar de  salir tan temprano a tomar mi café y empezar a escribir, no puedo… 
Mi retahíla de necesidades se elevaba y se refería a cada momento del día. Él callaba y sonreía. Me examinó muy detenidamente –un gran médico, por cierto- y tras una larga charla, confirmándome mi buen estado de salud física, entre otras cosas, exclavmó: ¡le voy a recetar solo una cosa! Se me quehdó mirando y exclamó: que no cambie nunca. ¿Cómo?  ¡Si soy un desastre! ¡Si no salgo de un mareo, cuando ya tengo un ataque de pánico!  ¡Si cuando no tengo neuralgia me come la alergia! ¡Si cuando...! Secuelas, Isabel, secuelas que le ha dejado la vida, pero no, olvide mi receta: no cnadie nunca.
Y  con la receta pegada en la frente salí de la consulta y con ella  me levanté esta madrugada. Tenía una cita, entre obligada y deseada. Hora, ocho de la mañana, pero a las seis ya estaba robotizada y aterrada. Me comía la agorafobia. ¿Cómo salir, desplazarme, saludar etc. sin tener quién me acompañara, sin un brazo que me diera seguridad? No voy, sí voy...¡Uf! No encontraba el bolso, no encontraba las llaves, se me caían las cosas de las manos, me ponía la ropa al revés, una especie de cataratas me crecían sin apenas dejarme ver con claridad..  Voy, no voy…. 
Salgo a la terraza. Mi avenida un vaho de  silencios, oscuridad  y los semáforos a lo suyo: rojos, verdes, anaranjados... Y yo, tragar aire, soltar aire despacio, muy despacio. Mirar a las lejanías, relajarme... Me arreglo, me miro al espejo y me veo angustiada, asustada... De pronto se me ocurre una idea: saco un porta maletas, le adjunto, como puedo, mi cartera de actos importantes y, ¡hala! Una improvisada mano a la que asirme.  Miro y remiro mi invento y pienso: ¿qué van a decir de mí, cuando me vean tirando de un carrito al amanecer? ¿Me tomará por loca mi importante protagonista de la cita? Me sudan las manos, me tiemblan las piernas... Es la hora. ¿Llamo o no llamo al taxis? ¿Voy o no voy? 
Al fin llamo al  taxis,  Lo espero. Mi carrito y yo nos hemos hecho amigos. En la espera, le hago una foto. No quedas mal -le digo-. Y me agarro a él como mi gran salvavidas. Dentro del taxis se me recrudece la angustia: ¿y si me da un mareo? ¿Y si me caigo? ¿Y sí, y sí...? ¡Señora, hemos llegado! -exclama el taxista ante mi inmovilidad sumergida en miedos. 
Y no, no me fue mal. Aguanté el tipo y quedé como Dios. Así que volví, más contenta que unas pascuas y derechita al espejo. ¡Anda si me encuentro con la receta de mi médico pegada también al espejito maravilloso: No cambies nunca. ¡Estás monilla! -exclama el charlatán espejito- ¡Anda, corre al ordenador y hazte una foto! Verás, veras cómo  pareces otra. No cambies tu hora de levantarte, no cambies tu café, tirada por las calles de madrugada, no cambies  tu hora del chocolate, no cambies... Oye, niña, ¿cuál es tu hora de hacer el amor?
¡Vaya con el espejito! Ni en sueño, te voy a contestar. ¿Quién eres tú para intentar allanar mi privacidad? ¡hala, ahí te quedas!. Voy, eso sí, a hacerme la fototerapia.

Y sí, estoy crecida, feliz: superé mis miedos. Gracias carrito- invento.

No hay comentarios: