DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN
QUE SE MUERA LA GUERRA
ISABEL AGÜERA
A lo largo de mi vida, he oído contar a mi madre cómo, en los difíciles años de la postguerra, me encontraban, ante nuestra emblemática Virgen Milagrosa, balbuceando una elemental oración: «Pan, María; pan, María...». De mis fervores de tan niña recuerdo poco, pero sí doy fe de que mis oraciones por las causas calamitosas de cualquier orden, han sido constantes y singulares. «Que se muera la guerra, que se muera la guerra, que se invente la paz...» fue mi constante Oración, cuando la guerra del Golfo, y hasta escribí una novela con este título, finalista en el Lazarillo, y hoy vuelve a serlo en estos días, miles de veces repetida como muletilla mental obsesiva. Hay un dicho de Heródoto que me estremece: Ningún hombre es tan tonto como para desear la guerra y no la paz; pues en la paz, los hijos llevan a sus padres a la tumba, y en la guerra son los padres quienes llevan a sus hijos a la tumba.
Y me estremece esta verdad, porque me siento madre de tantos hijos muertos en las guerras, niños y jóvenes segados, en la flor de la existencia, por la hoz implacable de gobernantes que no son capaces de sentarse frente a frente y mirarse mutuamente a la cara, en tanto negocian y concluyen en que no hay caminos para la paz, porque la paz es el único camino.
Como recuerdo ancestral el final de la guerra civil española. Mi padre, enfermo, escuálido, un hombre joven con cuatro hijos ya, regresa a casa con un saco vacío al hombro. Y recuerdo aquel encuentro en una piña de abrazos y lágrimas. «Que se muera la guerra», seguro que fue mi precoz plegaria. Que se mueran todas las guerras que destruyen hogares, separan familias, matan padres, hijos...
Anónimas lápidas en los cementerios donde debiera rezar como epitafio: Murieron en una guerra promovida por hombres que jamás vivieron en paz consigo mismos.
En la puerta de mi casa, hay un diminuto Campo Santo porque en él cayó muerto una joven víctima de ETA. Fue otra guerra, pero en homenaje a tantos muertos sin sentido, colocaré sobre ese escaso metro de terreno de mi puerta, un ramo de margaritas, hoy que al fin ¿se habla de inventar la paz o es una estrategia más de muertes? ¡Qué se muera la guerra y para siempre se invente la Paz!
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