Cuando salí, era noche, y los campos paraísos negros fundidos con el yermo horizonte.
Cuando llegué, era día, y los campos alfombras de amapolas, margaritas, mariposas, pájaros...
No, no había milagro; sólo que yo ignoraba que, para ver la luz,
había, ¡claro! que esperar al día.
¡Pobres seres humanos a la caza de la felicidad!
La esperan mañana, pasado, el otro...
La esperan regalada, gratis...
Pero la felicidad sólo son momentos, y viven, y están..
¡Claro que están!, pequeñitos, raudos, vertiginosos... en el transcurrir de los días.
Para mí, en este atardecer otoñal, en el poyo de este jardín, respirando el vaho mágico de esta hora, tierra mojada de un precoz chaparrón...
Para mí, en la hoja que cae, en el tren que pasa,
en el papel que vuela, en el amanecer negro de nubes...
Para mí, en el recuerdo de momentos vividos al rescoldo del amor...
Ofreciendo voy, por los caminos mi perla, aquella que, tras muchos años de rodar y rodar,
logré cincelar sin más herramienta que el amor.
Quédate con ella -me contestan todos.
Las perlas brillan demasiado y podrían oscurecer nuestros propios destellos.
Pero mi perla es mía.
Tal vez vuestra voz sea este soplo de aire fresco
Tal vez vuestra voz sea la bravura de estos leñosos troncos
Tal vez vuestra voz sea el silencio
Aquí, frente al mar,
en este camino blanco que la luna llena abre, estoy.
¡Cuánta belleza..!
¡Detente mar..!
¡Detente, luna..!
¡Que las olas corran por el mundo
y se tornen abrazos de paz .!
¡Que mis brazos se alargue al amigo
y colmen de ternura su alma!
No quiero perder este atajo de luna y mar
por donde mis pasos caminan, sin miedo,
y se emigran, persiguiendo un sueño.
¿Me moriré siendo tonta..?
¿Me moriré siendo sabia..?
Me es indiferente, creo
¡Ahora, sólo mar y luna!
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