DIARIO CÓRDOBA
EL DÍA DE UN SUEÑO
A mi hija Isabel María
Esto era una vez una niña que tuvo un sueño: Vio correr por el firmamento una brillante estrella. La ilusionó de tal forma que se dijo: No despertaré hasta llegar a alcanzarla. Y corrió tras ella largos días, largos años, difíciles momentos, costosos esfuerzos, férrea voluntad, pero, al fin, la pudo acariciar entre sus manos.
Sí, hoy ha sido el gran día de aquel sueño tuyo de niña: Trabajo, días y horas de aprendizaje, esfuerzo, constancia e ilusión siempre en cada etapa de tu vida sin cesar en tus grandes responsabilidades como madre, maestra e hija maravillosa.
Mi querida hija: ¡Qué felicidad y qué emoción el verte, al fin, bailar en un gran escenario! Desde que te soltaste de manos en el andar, bailabas y desde que te soltaste a hablar, repetías: Quiero bailar flamenco.
Y lo has conseguido y es por eso que, aunque te siente mal esta carta, la escribo, en primer lugar para felicitarte -me faltaban manos para aplaudirte y me faltaba corazón para quererte como mereces.
En segundo lugar, y no es menos importante, porque una vez más me reafirmo en la creencia de que los sueños son necesarios y son posibles. Tener un sueño, perseguirlo, contra vientos y mareas, es el único camino, y es algo que quisiera que como eco corriera por el universo y llegara a oídos de tantos jóvenes que no saben, que no entienden, que no encuentran…
Triunfar en la vida es tener el coraje de trabajar, sin regateos ni pausas, por ese hado que se nos cruzó en el camino una mágica noche, pero nos caló tan hondo que, como meta lejana pero alcanzable, vivió, creció con nosotros hasta convertirse en aplauso y que si bien no nos llevará a fama alguna, sí a la plena satisfacción de tener entre las manos, como tenías y acariciabas tú anoche, aquella lejana estrella con la que soñaste un día y te dejó prendida para siempre.
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