Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

29 nov 2015

Cartas al viento 2

 Siempre quedan ecos            

 Colores del otoño en la sierra cordobesa qu etú un día, conociste
Anochece en la sierra, querido amigo Javier: Un vientecillo agita las ramas de los pinos, mientras el sol, como mariposa de mil colores, pliega sus alas por entre las montañas de jaras y encinas. Una especie de latido conmueve las entrañas del lugar. Por unos instantes, la naturaleza se torna expectación: pájaros que vuelan, media luna blanca que  empieza a dibujarse en el cielo; secretos que emergen de los profundos abismos al conjuro de la noche; sombras que se extienden solemnes en la estampa viva de esta hora, donde yo, nada, acallo recuerdos y sólo tengo voz para  la nostalgia. Paso tras paso por el camino de polvo, transito sin más compañía que el sol poniente. Sol que muere allá en el horizonte de pinos redondos, mientras la luna, ya  rutilante, va siguiendo mi  rastro que busca el yermo negro, garganta que pondrá voz  a este embrujo que ha enmudecido, con el último rayo verde, las alegrías, los colores, la música... de esta fuente viva que es el pozo,  y el chirriar de cancelas, y el volar de palomos y tus pasos, tus palabras por este camino, susurros ya pasados.
"¡Ecooo...! ¡Ecooo..!" - estalla, por fin mi garganta, allanando la morada del silencio, del viento...  de los sueños -. Y el yermo, monstruo bueno, extiende sus brazos a mi tímida voz, que cada vez más coronada por la luna, se crece, clamando  "¡Ecooo...! ¡Ecooo...! 
Y por entre  montes, riachuelos, horizontes, hojas dormidas... el yermo,  como un beso que estallara en mil rutilantes destellos, canta mis palabras al viento: "¡Ecooo..! ¡Ecooo..!"  - repite en sinfonía  con esta sierra virgen, nido de alimañas y bandoleros. ¡Ya no estoy sola! ¡Tengo eco! Sí, un rastro irisa de luz el camino de retorno; las huellas de la amistad me devuelven la felicidad por las cosas soñadas que se hicieron realidad por la magia de un repente y en un repente sin nombre se esfumaron para siempre.
Pero me  queda, amigo Javier, el eco de palabras  pronunciadas en el amor de los instantes, siempre queda el rescoldo de sentires compartidos en la paz de los momentos, siempre queda, alada,  vigorosa, como un bello sueño, la imagen del efímero caminante con una sentida canción: “hombre pequeñito, déjame volar..”¡Sí, yo pequeñita, te dejo volar!


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