Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

6 jul 2013

Caminito, adiós




Caminito que el tiempo ha borrado,
que  lejos un día me viste pasar,
he venido por última vez,
he venido a decirte adiós
no quiero volver más,
Adiós, caminito, caminito, adiós.

¡Pues no dicen mis nietas, un día, que mis sábanas son de orfanato! Son, les digo como todo un lujo de romanticismo, de cuando tu padre era niño. ¡Jo, abuela, pues sí que tienen años! Y las toallas raspan, abuela. Son de marca y uso el mejor de los suavizantes. ¿También de cuando mi padre se lavaba la cara?
Otro día, mi nieto adolescente viene por unos apuntes. Nada más pisar la entrada exclama: ¡Abuela, aquí huele a iglesia y qué música más depre! Música sacra e incienso, -contesto como si alardeara de no sé qué misticismo original. ¡No me rayes, abuela!–exclama el niño.
Días después, una de mi hijas: Que digo mamá que ¡cuántos rincones de cosas tienes! Son recuerdos, hija; no los voy a tirar –contesto como cargada de razones-. ¿Y para qué te sirven? ¡Anda y despeja cosas!
La verdad es que entre unos y otros me han dejado caos: sábanas de orfanato, toallas que raspan, música depre, rincones… ¡Bueno, bueno! ¡Con la ligereza que han descalificado mis queridas y hasta mimadas cositas!
Me digo: estos niños y jóvenes de hoy no saben valorar sentimientos, pero, al lavarme las manos, las palabras de las niñas, las toallas raspan, se me crecen y, ¡vaya si raspan! Y al acostarme, las sábanas me resultan “suavonas” de verdad, y la música sacra me compunge, y los rincones, me agobian, y lo peor no es eso, sino que miro a mis adentros y los rincones me comen: mi infancia, mi casa, el internado, mi vida religiosa, aquellas capillas de olor a nardos y hasta las montañas nevadas y las banderas al viento están ahí, arrinconadas y esperando mis nostálgicos momentos, que sí, que cada día, por unas cosas o por otras, me refugio en ellos como paraísos inmortales e infalibles.
Pero hoy, entre toallas y sabanas de ayer, he descubierto que son caminitos que anduve un día y de los que hoy, como en el viejo tango, debo despedirme, porque solo me sirven para almacenar nostalgias de pasos sin retorno, entre tanto la vida se me escapa en suspiros. No, no lo puedo consentir; tengo que hacer, y la haré, limpieza total.
Tal vez no sea yo la única cargada de empolvados  rincones. Creo que la sociedad, la política, la religión, todo y todos, precisamos una puesta al día que no es otra que, para empezar, este   siete de julio de dos mil trece, día súper caluroso en Córdoba, día, caminito que debo recorrer creando, amando, soñando pero con los ojos bien abiertos para que no pase la vida por mí, como si solo fuera  la ventanilla de un tren eternamente parado. Es lo que a mí me toca, lo que toca a los demás...

Caminito que entonces estabas
bordado de trébol y juncos en flor
una sombra ya pronto serás,
una sombra lo mismo que yo.
Adiós, caminito, caminito, adiós.