Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

31 ene 2016

Recodando a una gaviota


Demos amor, amigos. Solo así, al final de cada día, comprobaremos cómo una    orla de paz, adereza nuestro cuello y da calidez a nuestros sueños.



  Fue un día del pasado verano. En mi solitario y madrugador paseo por la playa, encontré una gaviota triste, enferma, anciana... No podía volar; tampoco, caminar. Sentada cerca de ella la observaba cómo permanecía inmóvil sin dejar de mirar al mar. Le hablé, le arroje cerca unas "miguitas"de galleta y trabajosamente comenzó a picotear. Los día siguientes me daba prisa por encontrarla; esperaba lo peor, pero no, seguía allí. Una mañana vi que me seguía los pasos y me sentí feliz. Un día antes de venirme no quise ir; le temo a las despedidas, pero uno de mis nietos, al volver de la playa, exclamó: ¡había una gaviota muerta! ¿Era mi gaviota? No quise comprobarlo. Prefería la imagen de aquella moribunda gaviota que, sin dejar de mirar al mar, me seguía, vivía... 
El amor es la gran varita mágica que podemos manejar los humanos.

28 ene 2016

Minirelato

 Posiblemente, amigos, me repita en algunos de mis cuentos y textos, pero son muchos los contactos nuevos y, sobre todo, si yo no recuerdo haberlos escrito, creo que menos vosotros de haberlos leído. Que paséis un buen día.
LA VIDA SIN MÁS
Ella, ayer, alocada juventud, historias de hombres y fiestas. Hoy, sola, comida por los años, recuerdos e impotencias,  de toda la vida,  en el piso de arriba, vivía. 
Él, viudo, sin familia, apagado, ayer y hoy,  en el piso de abajo, vivía.
Ella, cada amanecer cogía jazmines de su terraza y dejaba caer uno en la terraza de él.
Él recogía, más tarde, el jazmín y susurraba: Buenos días.
Ella, cada noche, antes de acostarse, arrastraba ruidosamente una silla.
Él, con un libro entre las manos, susurraba: Buenas noches.
Coincidían, a veces, en la escalera, en el ascensor…Reverberando calladas complicidades, se miraban,  sonreían y suspiraban: ¡Qué tiempecillo tenemos!
Ella y él, cada noche, antes de entregarse al sueño, una sencilla oración:
 Dios, que no me falte él; Dios, que no me falte ella.



25 ene 2016

Mundo y Mundillos

DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
26/1/2016

A poco pan y muchos comensales, halagar con la boca y morder con la cola --¿dónde he leído yo esto?--, porque, claro, si no podemos multiplicar el pan, habrá que recurrir al procedimiento más elemental y a su vez más eficiente: morder con la cola al otro de forma que vamos eliminando de la escena del festín a aquel o aquella que más ración, en justicia, pueda pertenecerle. Pero esto es así, y sucede porque somos tan pobres de espíritu, tenemos tan poco sentido de nuestra provisionalidad que lo único que nos mueve y encandila es el mundillo donde puedan crecer, engordar y multiplicarse nuestros intereses para los cuales nos mostramos tan solícitos y puntuales que da gusto, aunque con ello menoscabemos y hasta robemos los legítimos bocados de pan que, por derecho, pertenecen al otro.
¡Cuántos mundillos a nuestro alrededor! Que si mi equipo de futbol, que si mi partido político, que si mi esto, que si yo, hoy, que si yo, mañana... ¡Cuánta mezquindad y qué pequeñitos somos!
Está bien eso del corporativismo. No obstante esta actitud, patente en determinadas ocasiones de interés general, nada tiene que ver con la polilla que promueven "grupúsculos" de mucha hambre, prestos a cebarse de beneficios ajenos, y así se va generando un escepticismo peligroso en gente de buena voluntad.
Pero claro, existe el gran mundo, el mundo de todos y quiero creer en un mundo mejor en donde el ser humano triunfe sobre la oscuridad, generando luz con la fuerza del amor. Y para frases, esta del señor Lutero: Intenta no volverte un hombre de éxito sino un hombre de valor. Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol. ¿Y quién asegura que no sea así? Por si acaso, mejor que nos olvidemos del éxito y vayamos comprando maceta, porque, árbol, más árbol, ¡qué poblado bosque podría ser el gran mundo universal!

* Maestra y escritora

20 ene 2016

Memorias de una maestra 5

(Final del capítulo IV)
Un compañero, que forma parte de la comitiva, con cierto regocijo, me dice al oído: ¡para que despabiles, niña y seas mejor compañera…
  
CAPÍTULO 6
  La verdad es que no entendí el alcance de aquellas sonoras y retumbantes palabras, pero, al día siguiente, acompañada por los mismos guardias, soy conducida al Ayuntamiento. El alcalde, sin ninguna consideración, y sin invitarme a tomar asiento, me pide datos, me amonesta, me amenaza con las consecuencias.
En el pueblo se comenta que me van a formar expediente, y me sorprende que un maestro, cuyo nombre no quiero citar, pero el de más responsabilidad en todos estas temas, y el que más niños de "permanencias" tiene en su clase, me abordó
 No sabes cuánto lo siento -me dice otro compañero-. Es hora de que aprendas a ser solidaria con los compañeros. Tus afanes de santidad no te van a salvar de ésta. Y aquella noche lloro sin consuelo en mi negra cama. No, no era el incomprensible expediente, eran las palabras del compañero tan reveladoras de cómo les molestaba mi desinteresado trabajo en aquel barrio y, prácticamente, en todo el pueblo, porque me aficioné a tocar de oído el armonio y acompañaba con mis precocidades, tanto bautizos como bodas. Además, organicé un coro con niños y niñas mayores que acudían a la iglesia cada tarde para los ensayos. Y la gente -ignorante yo- hablaba de mí y de mi trabajo en aquella escuela de Duque y Flores
Tras varios días de idas y venidas al Ayuntamiento y tras implorar se suspendieran aquel expediente, una tarde, cuando ya las niñas se habían alejado del aula, y yo allí sin saber  a dónde ir, ni cómo vivir sin mi escuela, aquel compañero, prudente y educado, me pide por favor que salga del aula. 
No tienes nada que temer –me dijo con la mayor amabilidad-. Ya me he encargado de que se suspenda ese maldito expediente: yo me me he responsabilizado de todo A ti, que estás empezando, pueden hacerte mucho daño, a mí no, porque, además yo tengo otros medios de vida. Así que tranquila.
Y aquel hombre bueno, aquel excelente compañero, sin que yo haya sabido jamás cómo lo hizo, impidió que se llevara a cabo tan  tremenda injusticia. Que yo sepa, él tampoco fue sancionado, aunque, para siempre, me quedará la duda. 
Poco tiempo después, pidió traslado a Córdoba. Lo vi una o dos veces más. Después le perdí, para siempre, la pista.
Maestros buenos, excelentes, los ha habido siempre, los hay y los habrá.
Pero la escuela seguía y nuevas y grandes dificultades me esperaban  




14 ene 2016

Memorias de una Maestra 4


Sí, allí tuve  mi primer gran tropiezo con el magisterio del pueblo y con la administración, que en aquellos años  la integraban desde el alcalde hasta el gobernador, pasando por la inspección.
Adosada a mi aula, como ya he dicho,  había otra justo igual, pero de varones. El maestro, un hombre mayor, todo él gabardina y mascota, llegaba puntual cada mañana con su maletín negro en la mano. Era hombre de pocas palabras, pero las suficientes para resultar educado. Yo lo esperaba, cada mañana -él vivía en Posadas-, a la puerta de mi escuela con el único fin de darle los buenos días. Él se levantaba unos centímetros la mascota y me correspondía con una medio reverencia.
Una tarde, a la hora de la salida, se presentaron unas limpiadoras del Ayuntamiento: nos manda el señor alcalde -dijeron-. Tenemos que limpiar porque mañana viene el Gobernador a inaugurar las escuelas. Alfonso -era el nombre del maestro- por primera vez se acercó a la puerta de mi aula: creo que deberíamos adornar las clases con algunas macetas -sugirió-, y decirles a los niños y niñas que mañana no vengan, a  fin de que las clases estén a punto. La idea me pareció buena. Los niños por un lado y las niñas  por otro adornaron las aulas con toda la generosidad que les permitió  su pobreza y  con toda la imaginación y mejor voluntad, que pudimos, puestas al servicio de aquella causa.
Al día siguiente, me levanto temprano como todos los días. Oigo Misa. Después me doy una vuelta por la clase. Me complace lo limpia y adornada que está. Algunas niñas, que me descubren, me invitan a ir a sus respectivas casas. Accedo. Hablo con los padres. Me invitan... Hacia las doce de la mañana regreso. En mi habitación, leo, cuando un solivianto me saca a la puerta de la calle:   dos guardias que preguntan urgentemente por mí. ¿Es usted la maestra? Sí; ¿qué sucede? ¡Corra! -exclama uno de los guardias- ¡Bueno está el señor alcalde por lo del gobernador! ¿Qué pasa con el gobernador?  Que él y la comitiva la están esperando en su escuela.
Casi en volandas, me llevan a presencia del gobernador. Un puñado de autoridades le acompaña y un pelotón de curiosos merodea. ¿Cómo es que no esperaba usted aquí con todas las niñas? ¿Acaso no sabía que hoy se inauguraban estas escuelas? ¿Y el maestro? ¿Y los alumnos? -me interrogaba fulminante un hombre que nadie me presenta pero que intuyo es el gobernador-. Tras unos segundos de desconcierto, contesto  tímidamente: queríamos que todo estuviera limpio para… Cortando secamente mis palabras, dice al alcalde: tome nota de los datos de esta maestra: se le formará expediente…

Un compañero, que forma parte de la comitiva, con cierto regocijo, me dice al oído: ¡para que despabiles, niña y seas mejor compañera…