Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

14 ene 2016

Memorias de una Maestra 4


Sí, allí tuve  mi primer gran tropiezo con el magisterio del pueblo y con la administración, que en aquellos años  la integraban desde el alcalde hasta el gobernador, pasando por la inspección.
Adosada a mi aula, como ya he dicho,  había otra justo igual, pero de varones. El maestro, un hombre mayor, todo él gabardina y mascota, llegaba puntual cada mañana con su maletín negro en la mano. Era hombre de pocas palabras, pero las suficientes para resultar educado. Yo lo esperaba, cada mañana -él vivía en Posadas-, a la puerta de mi escuela con el único fin de darle los buenos días. Él se levantaba unos centímetros la mascota y me correspondía con una medio reverencia.
Una tarde, a la hora de la salida, se presentaron unas limpiadoras del Ayuntamiento: nos manda el señor alcalde -dijeron-. Tenemos que limpiar porque mañana viene el Gobernador a inaugurar las escuelas. Alfonso -era el nombre del maestro- por primera vez se acercó a la puerta de mi aula: creo que deberíamos adornar las clases con algunas macetas -sugirió-, y decirles a los niños y niñas que mañana no vengan, a  fin de que las clases estén a punto. La idea me pareció buena. Los niños por un lado y las niñas  por otro adornaron las aulas con toda la generosidad que les permitió  su pobreza y  con toda la imaginación y mejor voluntad, que pudimos, puestas al servicio de aquella causa.
Al día siguiente, me levanto temprano como todos los días. Oigo Misa. Después me doy una vuelta por la clase. Me complace lo limpia y adornada que está. Algunas niñas, que me descubren, me invitan a ir a sus respectivas casas. Accedo. Hablo con los padres. Me invitan... Hacia las doce de la mañana regreso. En mi habitación, leo, cuando un solivianto me saca a la puerta de la calle:   dos guardias que preguntan urgentemente por mí. ¿Es usted la maestra? Sí; ¿qué sucede? ¡Corra! -exclama uno de los guardias- ¡Bueno está el señor alcalde por lo del gobernador! ¿Qué pasa con el gobernador?  Que él y la comitiva la están esperando en su escuela.
Casi en volandas, me llevan a presencia del gobernador. Un puñado de autoridades le acompaña y un pelotón de curiosos merodea. ¿Cómo es que no esperaba usted aquí con todas las niñas? ¿Acaso no sabía que hoy se inauguraban estas escuelas? ¿Y el maestro? ¿Y los alumnos? -me interrogaba fulminante un hombre que nadie me presenta pero que intuyo es el gobernador-. Tras unos segundos de desconcierto, contesto  tímidamente: queríamos que todo estuviera limpio para… Cortando secamente mis palabras, dice al alcalde: tome nota de los datos de esta maestra: se le formará expediente…

Un compañero, que forma parte de la comitiva, con cierto regocijo, me dice al oído: ¡para que despabiles, niña y seas mejor compañera…

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