Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

29 abr 2013

Esto no es un cuento: Otro treinta de abril


Tú sigues vivio en el marco de los días

Ha vuelto el frío esta madrugada, cuando escribo, a dos días de otro treinta de abril ya muy lejano: aquel del adiós definitivo al hombre que durante treinta años fue mi compañero inseparable. Y mis ojos, nubes preñadas de lágrimas que tatos caminos regaron, vuelven a ser borrasca hoy de nostalgias y recuerdos.
Aquel pueblo de nuestro encuentro, las tormentas, los paraguas, los charcos, las goteras, en los otoños. Los braseros, los rincones... en los inviernos. Los trigueros, los verdes caminos de manzanillas y amapolas en primaveras...
El y yo, pobres de todo, ricos sí en amor, dichosos con nuestra nada, vivíamos en plenitud los momentos que eran nubes, que eran lunas, sierras, silencios, vientos... ecos.
El y yo hicimos de nuestras vidas tal aleluya que, tras veintitrés años ya de aquel adiós sin retorno, puedo escucharlo, puedo verlo superpuesto en el cuadro vivo de los días.
Sí, yo sé que es él boca grande en sonrisas que me mira, y es él, lluvia limpia que cala mi alma esta madrugada, y es él nostalgia en las flores marchitas de un ayer que es hoy en el almanaque de mi alma.
El y yo, poema de amor escrito en el cálido aliento de los instantes que me nacen, que me palpitan, que me llevan... no sé a dónde, pero es su amor lo que respiro, y es, sencillamente, su amor lo que me ríe, lo que me llora, lo que casi me paraliza, buscándole en este día que tanto lo necesito.
Su recuerdo, sigue siendo flujo y reflujo en lugares, palabras, silencios... amores.
Su recuerdo no es un ayer muerto en la precoz hora de azahares y jazmines.
Su recuerdo no es aquel beso postrero que dibujó en mis mejillas el blanco pañuelo de sus labios en el terminal suspiro que exhaló su alma.
Su recuerdo es... sí, realidad de unos hijos buenos que no lo olvidan, y realidad de unos nietos que, sin conocerlo, miran al cielo y pronuncian su nombre.
Su recuerdo no será jamás pasado. Mientras me quede un hálito de vida, él será mi presente.








28 abr 2013

Un cuento cada día: Mujer maltratada





Corrían malos años aquellos primeros de mi magisterio Mi residencia, una habitación en casa de vecinos. Permanecí en ella un curso, pero jamás podré olvidar a María.
Ella, pequeñita, silenciosa, trabajadora, pareja del dueño de aquella fría, incómoda y destartalada pensión, con cuatro hijos pequeños, de sol a sol, prestaba servicio a todos: limpieza, cocina, ropas…
Y en sus labios siempre una palabra amable, una sonrisa, un gesto humilde.
No obstante en su rostro azulado podía adivinarse el sabor de muchas lágrimas calladas, de muchos miedos soportados, de una inmensa marea de interrogantes que le reventaban el alma sin respuestas.
Una noche y otra, yo la escuchaba, a través de las paredes, suplicando, llorando… Y escuchaba golpes acompañados de voces brutales de aquel hombre que, celoso y medio borracho, la agredía, la humillaba, la maltrataba.
Recuerdo que me tapaba la cabeza con aquellas sábanas de lienzo moreno, como si me protegieran de tamaña barbarie, pero mis noches se tornaban horas de insomnio en las que mi corazón estallaba en fuertes latidos de rabia, impotencia… dolor.
¿Por qué sería yo, entonces, tan ignorante de responsabilidades, tan frágil, tan niña?



26 abr 2013

Un cuento cada día: En un tris




Aquella noche lejana, ¡muy lejana!, él y ella, cómplices de años, historias y proyectos, aguardaban, en el abrazo de un paraguas,  silencios, rotos en dolor, miradas y suspiros, el autobús que los separaría para siempre.

Era negra noche de truenos cabalgando en mil rayos por el cielo.

En un tris, la hora de partida. Una plaza. Sólo una. Sube él. Un ardiente beso como despedida y un adiós sin palabras que apaga, en un tris, el universo de sueños de un amor sostenido en tantos años… Muchos años.

A pie de tablas, sola, acariciaba en vilo y en nostálgica sonrisa, la cálida huella de aquel beso, mientras caía definitivamente el telón.

El autobús se alejaba y la lluvia persistía. También la vida pero no estaba sola: el aroma de su amor, se quedaba para siempre.

 Y fue un 30 de abril del año 90.

24 abr 2013

Un cuento cada día: Sueños en color


Desde mi terraza o, desde mi selva,
como la llama un amigo.
Mi sueño en color.

Ciego desde los siete años, con los cuarenta cumplidos, con su perro y una casa llena de flores, vivía. Lo conocí por casualidad.

En palabras al teléfono, cada noche, me repetía: Mis sueños son en color. Cuando duermo vuelvo a ver el azul del mar y el verde claro de los árboles en la primavera y los ocres del otoño… Dime cómo ha sido el amanecer, el ocaso… Pero, sobre todo, dime cómo eres tú para que te sueñe: aunque te imagino multicolor.

Y cada noche, con las palabras del amigo ciego al teléfono, con el arrullo de sus cálaidas  halagos, me dormía, y mis sueños, cargados de visiones de un arco iris de colores del día, cargado siempre de estrés, trabajos variopintos, ilusiones rotas... eran torturantes pesadillas en blanco y negro.

Sólo una imagen aparecía iluminada, irisada: la del amigo ciego al teléfono. ¿Por qué sería?

22 abr 2013

Un cuento cada día: Rosa sin espinas




Se llamaba Andrés. No sabía nada de poesía.

Él no era ni refinado, ni culto, ni poderoso. Trabajador de la construcción, hombre sencillo que, tras larga y penosa carrera de obstáculos, me esperaba pacientemente, con la sonrisa a flor de gesto, con una mirada penetrante y serena, en lo más alto de la sierra.

Por circunstancias, ajenas a mi voluntad, me retrasé casi dos horas, Llegué angustiada, pidiendo excusas.

Él, hombre de manos grandes, hechas a trabajos duros, mediando tan sólo una sonrisa, al verme, se apresuró a obsequiarme con la mejor rosa encontrada: Tome, señora, cójala tranquila; le he quitado las espinas.

Inmensamente agradecida, le correspondí con palabras sin sonido que me susurraban en la memoria: La flor que amas no te hará daño, porque en mi ofrenda, no ha lugar el escozor de las espinas.

Burdo, hecho a duros trabajos, era belleza materializada en una rosa sin espinas.
Se llamaba Andrés. No sabía nada de poesía.



21 abr 2013

Un cuento cada día. Hoy, sin cuento



No hagamos leña del árbol caído,
mejor hagámonos leña con él


Hoy, lunes,  sigo sin palabras desde ayer tarde.
En mi rutinario paseo al jardín, y en el  recoveco de unos arriates, tapiz de adelfas en flor, divisé desde lejos a un anciano con la cabeza  apoyada en las rodillas.
Me acerqué decidida a  sentarme junto a él. Mi sorpresa fue, al darle las buenas tardes, ver cómo lloraba.
No, no le preunté la causa; podía resultarle una agrsión a su intimidad. Tras unos minutos de silencio, le ofrecí un caramelo: gracias guapa -dijo secándose las lágrimas con un gran pañuelo.
Y sin mediar una palabra más me despedí de él, sin cesar de repetirme: No puedo ser feliz, mientras haya un anciano o un niño que en soledad llore.

Una vez más, no buscaba nada, pero encontré una profunda reflexión: Jamás deberíamos hacer leña del árbol caído: Mejor hacernos leña con él.

Un cuento cada día: Alias Patillas

 


       ... algo del más allá también me sonreía

Alias Patillas, tan grande, tan abotagado, tan torpe de movimientos… Con una bolsa, sobra de alimentos de un bar, donde recogía papeles y ordenaba mesas, subía, cada atardecer, la rampa de la terraza, camino ya de su casa. Con la vista puesta en un burdo bastón, se detenía en un punto, me miraba, sonreía y agitando un brazo se despedía.

Y yo, soledad y pensamientos que me corrían por el alma y me inundaban de nostalgia, pensamientos que me eclipsaban en un más allá, rueda de sueños infinitos, miraba al Patillas y notaba cómo una página más pasaba por el almanaque de mis días.

Una ardiente súplica me brotaba en el alma: No te me vayas a morir, buen hombre, porque tú, con tus piernas viejas, con tus medios harapos, bien lucidos en tu cuerpo grande, con tus patillas, corola de unos labios que sin palabras sonríen, eres lo único de cada atardecer, eres el mejor testigo de mi existencia, eres, pues, mi referencia de vida.

Sí, pobre hombre, tú me recordabas mi nada que sonreía al unísono de tu despedida. Y yo, en un instante de tremendo desconcierto, de trágicos contrastes, en un instante de no entender nada y, cuando la sombra de Alias Patillas se superponía en el árbol grande que nos separaba, un halo de paz, mezcla de reflexión y agradecimiento por aquel adiós, me inundaba.

¡Lo sé, lo sé! Tras la vieja y negra boca de Alias Patilla, algo del más allá también me sonreía.






19 abr 2013

Un cuento cada día: El señor del jardín





Él, con sus pies torpes, sus infinitos achaques, sus noventa años, sus ojos pequeñitos, ensombrecidos por impenetrables cataratas, era, porque  así me lo parecía, el Señor del Jardín.

Aristócrata de gestos, de palabras borradas por un evidente párkinson, colgado de una descomunal pipa, a todas horas y por cualquier atajo del jardín, aparecía.

Mi nada, destinataria de sus torpes reverencias, lo saludaba, mitigando así la fatiga de sus ojos turbios, donde siempre rutilaba una lágrima y con los míos, pegados a los suyos como único horizonte de la hora, lo escuchaba.

Entre  temblores, trataba de contarme su honorable pasado.

Un día, el Señor del Jardín, se fue para siempre. Alguien que paseaba me miró y exclamó: Ya entregó la cuchara.

Era otoño. Los trenes, en trepidante zig-zag, cruzaban irreverentes el silencio del jardín. Un niño paseaba en bicicleta por el albero. El Señor del Jardín no estaba: se fue para siempre,  y mis paseos se tornaron hojas secas bajo mis pies, revoleteo de papeles, despedida de pájaros emigrantes.

En el majestuoso tronco de una palmera escribí su nombre: Mariano.

Y en mi alma, una vez más:  ¡Hasta luego, mi Señor del Jardín!

18 abr 2013

Un cuento cada día: Cambio de Prisión




El despliegue policial para el transporte de presos era un macabro espectáculo. Dentro de mi coche observaba, al tiempo que mis reflexiones y también mis lágrimas me asfixiaban en un vaivén de pensamientos, cuya dirección no era otra que la de aquel alumno, adolescente,  un preso más, que pasó un mes en el aula de uno de mis muchos destinos.

¡Tan sólo un mes!, porque la mala pata de una gripe me ausentó de mi trabajo. Cuando regresé ya no estaba: había sido expulsado.

Aquel chaval, torrente de feroz adolescencia, era, cuando lo conocí, herida sin drenar, agujero negro, por donde, no obstante, un rayo de esperanza oteaba por el universo de su mirada, mezcla de picardía y ternura.

Y mis lágrimas, al recordarlo, era, son, como una incesante súplica: No, él no precisaba coches blindados, ni esposas, ni grilletes... Él sólo hubiera necesitado, y puede que aún lo siga necesitando, un poco de atención y amor. Él  no nació delincuente, él, como todos, llegó al mundo con el índice de su vida, tapiz blanco, transparente...

 En esta noche de verdes y azahares él sigue siendo presencia viva en alguna cárcel  de España y en mis pensamientos.

No pido para mí, nada, al menos por esta noche.  Tan  sólo deseo un cielo como techo, aire libre para respirar  y un camino para los pies de tantos delincuentes, que se hicieron, que hicimos entre todos. 

17 abr 2013

Un cuento cada día: Caminos Rotos



Ella, estática, eclipsada, perdida en el cielo de su ventana…
¡Sabe Dios!

 
Él, anciano de pelo muy cano que le rebasaba el ala de un destartalado sombrero, mirada grande, palabras pacientes, tiernas, murmullo de caricias infinitas. Pasos cortos, torpes, macilentos, viejos… Manos agarrotadas por una galopante artrosis


Ella, rebosante de carnes blandas, en un sillón de ruedas, apenas hablaba, apenas se movía, apenas rastro de ser humano, bulto vegetal que, de vez en cuando, mascullaba ininteligible y agrios, sonidos. .


Él y ella, inquilinos, por caridad, de una mísera habitación por casa. Matrimonio de toda una vida, cargados de hijos, en soledad y abandono, convivían.


Ella, estática, eclipsada en el cielo de su ventana, perdida… ¡Sabe Dios!


Él, amor a flor de piel la escuchaba ensórdidos gruñidos y respondía a sus exigentes silencios e incansables urgencias: Sí, ya te voy a dar de comer. Ya te voy a lavar, a peinar, a poner guapa. ¡Ya voy! ¡Ya mismo voy!


Él y ella, a veces, en la lucidez de instantes,  se miraban, como queriendo reverberar, con fervor de lágrimas, migajas de recuerdos de otros días, voces ahogadas sin remedio...  Caminos rotos…




16 abr 2013

Mujer Puta

(Un minicuento cada día en este mes del libro)


Primera malva real abierta en mi terraza.
Para todos con ilusión y amor, estos minirelatos,
reales como la vida misma.

La encontré sentada sobre una vieja bufanda, almohadilla de largas horas de espera, sobre el duro asiento de un banco en la estación de Atocha.


Unos cincuenta años mal llevados. Muy mal. Uñas largas de un rojo insultante. Tacones altos y finos. Muy altos, muy finos. Camiseta receñida de brillantinas, ridícula minifalda que dejaba al descubierto carnes macilentas de unas piernas, desollones de mala depilación, olor extraño mareante, impertinente… Ella, cuerpo veterano del oficio, se erguía lujuriosa en manidos ademanes.


Un hombre, palabras soeces, ojos teñidos de un rojo vicioso, cuerpo voluminoso y flácido, olor viejo, revoltijo de vino y tabaco, se le acercó. Husmeándola como animal hambriento ante su presa, exclamó con malos modos: ¡Vamos, puta!


Se alejaron. Antes de perderse en el recodo de una noche negra, muy negra, su mirada y la mía se cruzaron en un zigzag de preguntas sin respuestas.

13 abr 2013

Hoy es sábado


¡Pues que se me acaba la semana! Era como un reto, un compromiso, ante todo, conmigo misma, de contar cosas sin importancia pero que pueden ser como la cuerda que ponga en marcha y en punto el reloj de nuestra existencia. La importancia de las cosas, para mí, depende de cómo las vivamos, porque, en realidad, la vida son momentos que se van simultaneando en el vaivén de los días. Un momento de alegría, otro de nostalgia, otro de dolor, otro de sorpresa, otro de aburrimiento….

Y eso es lo que hay.

Pues mi momento de oro de este sábado ha sido la comida con mis hijos y hermanos en una terraza con olor, mezcla de azahares y pinchitos morunos. Me arreglé de rechupete porque quiero que, sobre todo mis nietos, me encuentren arreglada, moderna… ¡Lo que se dice una abuela!

Después, cuando se fueron y me quedé sola, me puse un poco chunga, nostálgica y existencial. ¡UF -me dije-. Neófita, Isabel Eugenia, ahora mismo a coger el coche y al Corte Inglés.

Y allí que me vi rodeada de amables dependientas que me saludaban y me habían echado de menos –no iba hacía algún tiempo-. Una de ellas, tirando de cajón, me dijo: Aquí lleva su último libro una temporada esperando que me lo firme. ¡Ea, pues a firmarlo!

Y comentarios sobre el libro sobre lo joven que estaba –mentira-, sobre lo delgadita que me conservaba –no tanto- y sobre lo guapa que me veían –yo, al menos, me gusto-. Y aunque no era mi intención, cayó primero una exótica camiseta y unos pendientes lindos, después. Me vine más contenta que unas pascuas. ¡Y a merendar! Pues nada más y nada menos que una chirimoya de medio kilo, que quitaba el sentido.

De pronto miro para mi terraza y veo que mis plantas están pidiendo socorro. Sí, socorro, porque ha hecho un gran día de calor y llevaban más de cuarenta y ocho horas sin una gota de agua y ¡para qué lo tristonas que se ponen! Así que manguera y riego.

¿Y qué más? Bueno, como todos los días, mi rato de relax. En una salita, muy a propósito, repleta de libros y con olor a incienso, cierro los ojos y me dejo llevar. ¿Hoy? ¡Pues que he hablado después de un montón de años con mi Álgel de la Guarda! ¡Qué interesante ha sido la charla! Empezó por decirme, ¿te acuerdas de aquel día de tu cumple? No voy a escribir la conversación enterita, pero se refería a que, un día mi madre me dijo: Hoy cumples siete años. Ya tienes uso de razón. Y yo ni idea de la señora razón, pero en el polvo del mostrador de mi casa el Banco, con el dedo mal hice un siete. Y me di cuenta de que había un cuadro torcido, de que había un almanaque con los números en rojo. Y me dije: ¡Ya está: se me encendió en el corazón la luz esa de la razón!

Pero lo que me quería recordar mi ángel, con mucha guasa, era que sigo tan inocente como entonces. Me parece que él ya no es el que era.

Y voy a terminar que hoy, por ser el fin ya de la semana me he alargado mucho. Siento penilla, como si me despidiera de un querido grupo de amigos después de “excursionearnos” juntos. No, estoy pensando que voy a terminar mañana, DM. Sí, un día más que para eso será domingo.

Y me he hecho una sesión de auto-fotos, por los dichos de las del C. Inglés. Para mí es como una fototerapia. ¿Me veo bien o me veo mal?


                                         Mi camiseta nueva y tan feliz

12 abr 2013

HOY ES VIERNES

Siete en punto de la mañana. Amaneciendo. Una llamada de teléfono: mamá, ¿tienes algo que  hacer? ?  Contesto: ¿A qué hora? Mi hija se ríe. Ya, mamá, ya. María no viene hasta las nueve y hoy entro antes. El chico todavía no puede ir al colegio. 
Pues que no se hable más: adiós ordenador, adiós mis taerillas. Hasta luego.  Descubro de pronto un amanecer bellísimo y, ¡hala! Unos minutos de fotos.

Diez de la mañana. Regreso de casa de mi hija con el calorcito de mi nieto por el cuello. No te vas -decía-. Y se abrazabaa fuertemente. Voy a desayunar y luego por la tarde vengo. ¡Vale! -contesta resigando-.  Por sorpresa, un amigo me esperaba. Nada de particular. Solo tomar un café y charlar un rato, pero ahí me llegó la espinita del día. No, no lo voy a contar, pero hacía referencia a otro amigo muy querido. ¿Un abandono más? Me digo, y le digo: él se lo pierde.Pero siento dolor, abandono, traición...

Mis nietos y nietas, cuando le cuento percances de mi infancia me suelen preguntar: ¿Qué eras buena, tonta o qué? ¿Y qué era yo? ¿Y que soy? Buena, sí, pero sin mérito alguno porque es de condición, lo que equivale a decir que nací buena como naci regordeta y feucha. Lo de tonta, según se mire  porque Paula, una empleada en la casa de mi infancia, empezó a llamarme, sin yo saber por qué,  "mosquita muerta". cuando  ni siquiera sabía leer las palabras de un tirón. Así que, a la pregunta de mis nietos, me quedo, como en otras ocasiones, con el ¿o qué? Y eso lo traduzco en que a pesar de mis muchos añitos, sigo siendo un poco las tres cosas

¿Y a qué viene esto ahoea? ¡Ah, por lo del dolor, la traición! Y es que les cuento a mis nietos cómo quería yo a una amiga que de la noche a la mañana me dijo: ¡Ea, ya no quiero ser tu amiga y me voy a hacer novia de tu novio Manolo!
¡Y vaya si me encontre desnoviada a las diez años de los de entonces!, porque ella era guapa, alta, morena y una tirabuzonera  que me traía de cabeza, ya que lo  mío eran permanentes van y vienen. Pero no tardó el tal Manolo en volver a mí, porque, como he dicho, tonta  del todo no era.

A las doce me llego a la carnicería con el dolor a punto de estallar en lágrimas. El carnicero me pregunta: ¿Qué desea la señora? Un conejito que no sea muy grande -contesto pensando en la ricura de arroz que le voy a hacer  y llevar a mis hijos-. Conejito chiquito, ternito y jugosito -dice con toda la sorna del mundo el carnicero-. ¡Así, así me gustan a mí los conejitos! Bajo la cabeza avergonzada y sin saber cómo seguir. El carniucero se da cuenta de mi desconcierto y añade: ¡Qué malos bichos somos los hombres! 

El conejito guisado y repartido, y yo en planta desde las cinco de la madrugada y con dos artículos pendientes, más esta obligación que me he echado por una semana y que ya falta poco para rematarla, aunque unos correos me han llegado piddiéndome que siga. Y yo me digo: ¿Puede ser que esto le interese a alguien?.
Cinco llamadas de teléfono, más Banco, más dos visitas y ahora tengo un sueño que me caigo y estoy  tan cansada que no puedo ni mover una mano. Pongo música y noto cómo si me llegara una sutil caricia de tantos "amores rotos",

¡Que no, que no es verdad, que mi tema de los amores, aparte de aquel noviazgo con Manolo de mis nueve o diez años, es otra historia. Más  bien podría hablar de desamores, de esos que duelen.

Pero lo mejor o lo peor es que soy feliz, o mejor dicho, me hago feliz con mis cosillas: fotos, música, caramelillos, libros, ¡Pim-pan, pim-pam! sin dejar de escribir que me moriré con un batallón de obras pendientes.
Seguro que mañana DM tendré que corregir cosillas. Ahora son ya casi las dies y las letras se me lían. 

Lo último, miro a la lejanía desde mi terraza. Preciosas casitas que me  evocan otro mundo, otra poesía, otras historias, otros amores... Y fin que me duermo. 


¿No es verdad que evoca un precioso sueño
cargado de humanidad, vida sencilla, amor, etc?


Más allá del mar habrá un lugar... Seguro que sí.
 


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11 abr 2013

Hoy es jueves

 HOY ES JUEVES


Hoy puede ser un gran día /plantéatelo así /Dale el día libre a la experiencia
para comenzar, /y recíbelo como si fuera fiesta de guardar.


¡Cómo me gustan las letras e algunas canciones!


Voy buscando un amor / que quiera comprender / la alegría y el dolor,
la ira y el placer, /un bello amor sin un final
que olvidé para perdonar. / Es más fácil encontrar rosas en el mar
La la la la larara rosas en el mar…


Pues, bueno, sí, hoy, el día ha empezado de lujo para mí. Poco o nada pueden saber de mi vida los posibles lectores de este blog, pero sí conocer ya algo del día de mi nacimiento, cuando los tejados de mi pueblo correaban escarcha y cuando la voz del sereno, en un bostezo, canturreaba por las esquinas las seis de la madrugada en un veinticuatro de enero. Mis padres, que habían perdido a un varón de seis meses, cuando yo era una feto de tres, y como ya tenían una preciosa niña, deseaban, y así buscaron, y así lo esperaban, repetir con varón. Y los oí contar muchas veces que lloraron, cuando yo nací, de dónde siempre he concluido que no fui deseada, que mi nacimiento no fue celebrado y que como dice la psicología, o yo me lo he inventado, no tenía que haber nacido.


Y con este sambenito he vivido buscando siempre ser aceptada y sintiéndome no querida sin capacidad para retener la atención de alguien sobre mí. Y hasta aquí esta especie de fotonovela que ni tenía idea de contar y que ya me parece que le he puesto hasta título, pero ahora viene lo mejor que nunca podía haber soñado.


Copio literalmente de un periódico de la época que me ha mandado uno de mis hermanos que estudia e investiga el rastro de los Agüeras nuestros NOTAS DE SOCIEDAD. El domingo, en la Iglesia Parroquial de Villa del Río recibió las regeneradoras aguas del bautismo la niña dada a luz recientemente por la señora doña Blanca Espejo-Saavedra, digna esposa de don Francisco Agüera Polo, director de la Sucursal del Banco Español de Crédito de este pueblo. La neófita, a la que se le impuso el nombre de Isabel Eugenia, fue apadrinada, etc. etc. Después del solemne acto, los numerosos invitados de los padres de la nueva cristiana se trasladaron a su casa, donde fueron agasajados con un espléndido lunch. Felicitaciones por este gran acontecimiento.


¿Qué les parece a los posibles lectores? ¿Es o no es noticia de lujo? Resulta que fui celebrada, felicitada, agasajada y nada más y nada menos que en el Diario Córdoba donde colaboro desde hace más de treinta años.


¿Y ahora qué hago con la noticia? Ya estoy hecha. ¿Quién me podría deshacer? Solo yo, y la verdad es que para mí es una noticia de diez pero creo que  me sigo sintiendo así como siempre, aunque, eso sí, con una buena notica anotada en mi página de   jueves de hoy. de todas formas pienso que todos nacemos al caer en la tierra una brillante estrella, y yo no iba a ser menos. (¡Qué bien me ha quedado lo de la estrella!)
Cuánto me gusta la canción de Mari Trini, Amores:

Quién no escribió un poema
huyendo de la soledad
quién a sus quince años 
no dejó su cuerpo abrazar
y quién cuando la vida se apaga
y las manos tiemblan ya
quién no buscó ese recuerdo
de una barca naufragar .

Pues, no, yo no tuve quince años, o mejor dicho:los sigo teniendo. Así que...



Voy a terminar, porque lo cierto es que cada uno tenemos miles de historias que contar, y creo que es bueno, e invito a ello, a que las contemos. Al menos pasamos el rato.
Y para que mis posibles lectores tengan un recuerdito,  les inserto una foto de la neófita en brazos de mi querida y guapísima mamá.


Sí, mi querida mami.
Si me oyes quiero decirte que te quise con locura
 y que te agradezco lo infinito
aquel  día de frío de mi nacimiento.

Y ya casi a la hora de acostarme, un vecino amigo, ha llamado a mi puerta: Toma -me ha dicho-. Un ramito del primer azahar que he encontrado abierto. Como sé que te gusta tanto...

Gracias a la vida / que me ha dado tanto...

10 abr 2013

Hoy es miércoles

HOY ES MIÉRCOLES

La primera foto del día, un  amanecer plomizo matizado por los cumplidores semáforos que no cesan: rojo, verde, anaranjado, verde... Y riadas de coches que se supone van a alguna parte.


¿A dónde me gustaría ir a mí a estas horas? Sí, lo sé, pero no lo voy a decir, porque es cosa de dos, y yo sigo respetando la privacidad.  Pero tiene que ver con mi sueño dormido de la pasada noche y tiene que ver con mi pasado,  con mis años de loca juventud, se supone. Me robaron besos, me robaron palabras, gestos, me robaron bailes.... ¡Cuánto me hubiera gustado  echarme un bailecito con un guapo galán! Pues por ahí iba mi sueño. Así que,  de poder viajar, buscaría a mi pareja del sueño. De loca juventud, nada de nada. De viajes, de asignaturas pendientes, nada de nada. En la rutina estoy bien y doy gracias a Diós, en el que quiero creer.
Del zarpazo del mareo, algo me colea todavía, pero es lo mínimo. 
Lo mejor del día la visita a mi chiquitín: Jamón en mano, bolmbones y un cochecito. ¡Qué lindo, qué lindo! Paraíso de felicidad son los nietosn. Me esperaba con los brazos abiertos y con ganas de traestearme el bolso. Lo primero que encontró fue una barrita de labios. ¡Bueno, bueno! Me ha pintarrajeado la cara que he quedado como Toro Sentado. Pero es mi gran alegría del día, lo más puro. lo más tierno y todo con diferencias.
 Como todos los miércoles, a las once y media en punto, mi programa de radio. Hoy, libros y lectura y como casi todos los días, la comida chamuscada, por eso de que me siento a escribir y se me olvida que existe el mundo.
¿Y a quién le puede interesar una vida, aparentemente, vulgar, vulgar? No lo sé, pero si algo hay en ella de valor es el  deseo de no dejar páginas en blanco, aunque solo pinte garabatos para mí tan importantes que de vulgar elevo cada día a Día "Internacional" o sea, día especial.
¿Y qué más? Lo de siempre: visita al jardín, un rato de charla con mis plantas y, ¡vemga pensar y pensar! Que si  muchas mentiras a mi alrededor, que si las creencias son instalaciones, que si robamos protagonismos, que si la envidia, que si patatín, que si patatán....
Ha sido un día   dorado por la visita a mi nieto. También por el correo de una antigua alumna que me dice cosas que recuerda preciosas que dice que le enseñé.Yo siempre digo que aprendí más de los alumnos que todo lo que yo pudiera enseñarles, pero a lo mejor ahí está el quid. En caso es que el ego se pone por la snubes. ¡Qué tontos y qué absudos los seres humanos! Al menos, yo, pero  es que, todo lo que me repite que mi nacimiento no fue un error me da subidón.
¡Santa Rota, santa Rita que mi sueño est anoche se repita! Chao.



Últimas fotos. El día sigue casi como comenzó: plomizo, pero mi arbolito dice que no le importa y está precioso. A mí tampoco me importa.


 

9 abr 2013

Hoy es martes

Bueno ya casi miércoles porque la guasa de los ordenadores: por dos veces se me ha borrado la entrada. Pero como le decía el perro al hueso: tú duro, y yo despacio...
Decía que  hoy, martes, el día estaba teñido de un gris más bien tirando para oscuro. ¿Razones? Por la mañana, trabajar, trabajar y dentista. Para la tarde  me andaba rondando la operación de vegetaciones de mi chiquitín. Sí, ya lo sé; cosa de poca impostancia pero no sé qué tienen los nietos que nada más tocarle un pelo y los abuelos nos subimos a la parra.
Bueno,  pues andaba yo preparando mis coquetos atuendos, que nunca se sabe, cuando sin esperarlo, cómo, una especie de empujón y aterrizo en la cama proxima a mis arreglos. ¡Vaya sustazo! ¿Mareo? ¿Infarto? ¡Uf, qué montón de cosas por mi cabecita! Como pude me enderecé y me llegué a este mi señor sillón donde llevo dos horas, móvil  va, móvil viene para saber algo del chiquitín.
Mi hija preocupada: pero, ¿te has mareado o qué? La respuesta más acertada hubiera sido el "o qué", pero ya tenía ella de sobra con el de los tres añitos en el quirófano. ¡Que no, que no te preocupes; cosa de las cervicales!
Y el gracioso de mi iPad en guerra  conmigo para cambiarme palabras, pero yo repitiendo lo del perro seguía y seguía y sin saber por qué haciendo un estricti de mis más recónditos secretos. A lo mejor es porque pienso que nadie los va a leer. A lo mejor por si alguien lo lee. A lo mejor, y es lo más seguro, por aquello de la cuna celeste no preprada para mí y por lo cual tengo que seguir justificando mi presencia en el mundo.
Y ahora, a las once y cuarto, o sea a las 23 y pico, aleluya, aleluya: mi chiquitín ha abierto los ojos y ha dicho: abuela, jamón.
A ver quién se atreve a repetir que el día ha sido gris. Atrás se ha quedado el mareo o "el qué", el cheque de la dentista y todito porque las palabras de mi chiquitín han revestido de oro, y no chapado, este día que termino ya porque mis relojes, unos impertinentes, no cesan de recordarme que me he pasado de rosca con la hora.
Tres veces he repetido esta entrada y ninguna igual, por eso de que es imposible recordar al pie de la letra un texto borrado. Solo las  palabras lindísimas del chiquitín, al despertar de la anestesia, he conservado: abuela, jamón. ¿Hay quién de más?

8 abr 2013

HOY ES LUNES. Son las 22 horas de un hermoso día de abril O sea que el día está finiquitado, prácticamente. A punto ya de mis formalidades rutinarias, anteriores a la cama.

¿Hoy? Notable un poco bajo, pero, ¡ojala esta evaluación no me faltara nunca! Lo primero, lunes y eso quiere decir que todo vuelve a ser normal… ¿Normal o rutinario? Creo que nos apegamos a la rutina y que no se nos tuerza un paso. ¿Qué triste, no? Pero es así: la vida un electro encéfalo plano, a no ser que tengamos el coraje de sublevarnos y coger por la calle de en medio. ¿De dónde que haya que cumplir años y más años entre dos paréntesis: vida y muerte? Y lo que llamamos vida, nacer, ser monadas, ser rebeldes, estudiar, trabajar, emparejarse y… ¡a empezar! ¡A darle marcha a la rueda que no se nos pare!: hijos, monadas, etc. etc. y que pase el pañuelito. Y lo que llamamos muerte… ¡UF…! De eso, nada de nada, pero, ¡qué yuyu!

¡La vida es maravillosa! –exclamamos en momentos de euforia-. Y se nos llena la boca expresando ilustres pensamientos. Repito que lo de maravillosa es cosa nuestra que la revestimos de gala, con orla, con pendientes largo, collares, sortijas, etc. cuando estamos de humor y las cosas nos van de primera. Otro gallo canta, cuando la vida nos da un zarpazo del color que sea: ¡Estoy harto de vida! ¡Qué asco de vida! Y cosas así. Al menos es lo que yo creo.

Pero bueno, ¿qué hago yo “filosofando”, aburriéndome y aburriendo al personal? ¡Vamos al día, lunes! Por eso de la rutina, las caras de siempre, tras el fin de semana, nos damos los buenos días en nuestra cafetería habitual. Me acompaña, a veces, compartiendo mesa, un hombre sencillo, sensible, educado… Hoy me dijo: Estoy deprimido. ¿Y eso? –le pregunté-. ¿Qué te pasa? Agachó un poco la cabeza, se le enrojecieron las mejillas y exclamó: Que no sé de qué hablar con usted. Yo no tengo su cultura, yo he sido albañil, yo no puedo darle nada…

Bastante impresionada por aquellas bellísimas palabras, le cogí una mano y le contesté: Me das lo que más necesito a estas horas y a casi todas: compañía. No quiero palabras cultas, ni quiero sermones formativos, ni quiero piropos… Cada uno puede dar lo que tiene y sería más que suficiente para ayudar a muchos seres humanos y a mí la primera. Me miró con los ojos lacrimosos y guardó silencio.

Y esta historia es lo más importante de este lunes, porque va mucho más allá de todas mis ocurrencias literarias y, sobre todo, porque en este caminar por entre los paréntesis vida y muerte, podemos encontrar sin buscarlo, auténticos motivos para dar, para recibir, para ser felices… Y a mí, en particular, motivos para saber que sí, que debí nacer.

¡Hala! ¡Si es que caigo siempre en la reflexión! Pero a esta especial persona, le debo el notable, que lo he rebajado, porque, ¡me tocaba dentista! Y no le tengo miedo a las agujas, ni a la anestesia… Le tengo, sí, pánico, al bolsillo.

En fin que termino que mi carillón, mi cuco y unos pocos relojes más, están a punto de cantarme; ¡Ayho, ayho a la cama a descansar!

Que digo que, ¡vaya  tarea me he impuesto esta semana! ¿Y para qué? A lo mejor para leerme y demostrarme que sigo existiendo. ¡Ayho, ayho!


¡Qué mágica luz a estas horas en mi terraza!


7 abr 2013

Diario de una semana

HOY ES DOMINGO. Me desperté, no, ¡si no he dormido!, mejor, abrí los ojos a las cinco de la madrugada. ¡Vaya noche: vueltas y más vueltas, pesadillas y más pesadillas! Pero abrí los ojos y mi escenario perfecto de siempre: relojes con la hora en punto, reclamado no sé qué, peluches todos con los ojos clavados en mí, la foto grande de mi compañero de más de veinte años, entre socarrona y tierna, que también me miraba, mi pintura de hace años que empieza a resultarme aburrida, mis libros, mis muñecas… Y todo como esperando que yo me pusiera en marcha y con ello les diera cuerda al reloj de su absurda existencia.
¿Y qué más? Bueno, pues una pereza horrible para hacer el esfuerzo de seguir viviendo. Sí, mis hijos, mis nietos, mis amigos… ¿Mis amigos? ¿Quiénes son? Si no les escribo, no me escriben, si no los llamo, no me llaman, si no los busco, no me buscan… Nada les debe interesar si estoy bien o mal, si estoy o me he ido. ¿Son amigos o son creaciones más de mi fantasía? Puede que sean, sí, carencias de mi subconsciente. Mis padres, cuando yo era una feta de cuatro meses, perdieron a un hijo varón y, ¡claro! deseaban y esperaban a otro que en parte mitigara su ausencia, pero aterricé yo, fémina llorona, regordeta y feúcha. Alguna vez los escuché contar que lloraron, cuando yo nací y he aquí que yo he interpretado siempre que no debí nacer, que no fui deseada, que aquella cuna celeste no estaba preparada para mí, luego tendría que justificar mi presencia en el mundo, siendo una súper…
¡Y uf, que tarea esta!, porque tenía una hermana mayor, una Shirley Temple que sí se había ganado bien el puesto. Fue la primera y para más inri, preciosa, extrovertida, simpática… ¡Si no parecen hermanas! –decía la gente, acentuando mi timidez, sosería y vulgar apariencia-. Así que, cuando mi madre me cantaba aquella nanilla de la época, “esta niña chiquita no tiene a nadie, su madre una gitana la echó a la calle”, pues ahí me veía yo: sola y en la calle! Y así me veía yo, y así me veía esta madrugada a las cinco.
Ahora son las diez de la mañana. A las diez de la noche, si las horas no me fallan, seguiré. A ver cómo se me da el día. Me voy. Adiós.

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Casi las 10/ 22 horas
¡Pues, sí, llegue las diez, o sea a las 22 horas de este domingo! Y digo yo, ¿quién me manda a mí meterme en estos compromisos de tener que escribir a una hora determinada? Me pongo por bandera la libertad –bla bla bla- y a la mínima me encuentro atrapada por un blog que como si mis mensajes los arrojara en una botella al inmenso mar de Internet, me santiguo y me digo: ¡allá que va por si alguien lo encuentra!
Y a lo que iba: después de mis esfuerzos mañaneros, después de llamar a mis hijos para que estuvieran tranquilos y contentos con mis proyectos, la mencionada, ya otras veces, subida a mi casa de la sierra. ¡Un catorce por ciento y mi coche renqueando! Pero mi música me acompañaba. San Francisco de Scott Mk… Mi imaginación volaba por ahí lejos, a lugares, más allá del mar habrá un lugar… En el último tramo, un sueño de bosque, las ruedas de mi se me quejaron, y con razón, porque, ¡vaya socavones que ha dejado la lluvia! Un poco más y me tiene que rescatar una grúa. Pero logré llegar sana y salva.


¡Ay, ay, qué olores! Cuántas flores, cuánto verde, cuánto silencio y cuánto cuidado en cada paso porque la tierra era un colchón de barro. Pero, bueno, saqué la cámara y fotografías van y vienen. Allí, -¡como para verme! Aspirar, expirar… ¡esas cosas que se hacen, cuando nadie nos ve y pensamos que estamos tragando salud –jjajajajaja!-. Llevaba un oloroso bocata para lo que se presentara, pero tras respirar tan buenos y sustanciosos aires, el apetito dijo: ¡Que estoy aquí! Y el bocata cayó en un santiamén. Me agarré a un carrito de la compra, por lo de mi agorafobia, y me planté en lo más alto, tan alto que desde allí se divisan un montón de pueblos y en días luminosos hasta Sierra Nevada. Hoy, no, hoy un aliento de niebla difuminaba los horizontes.
Por unos momentos recordé lo que había escrito a las seis de la madrugada y me dije: ¡Bueno, a lo mejor no fui deseada, pero aquí estoy, comiendo aire sano, pisando cacas de conejos, de cabras, fotografiando florecillas y pensando en mis amigos… ¿Amigos? Yo los quiero. No es virtud es que como se supone que no debí nacer, tengo que estar agradecida al mundo que me sostiene y ellos están ahí, un poco son los brazos que me acunan, aunque no me canten la nanilla de los años.
Y, nada, después, con el bocata, que no se me bajaba, me despedí de las montañas… Caminito amigo, yo también me voy.

Regresé con más música, feliz por mi reencuentro con la naturaleza que me habla, me mira, me quiere. ¡Ah! Una paradita en mi cafetería mañanera y un sabroso café. ¿Lo peor? Un corto gran mal rato: cuando subí a mi piso, me di cuenta de que me había dejado atrás el bolso: llaves, móvil, cámara de fotos, tarjetas de crédito y algunos secretillos más. Sí, fue corto porque al bajar y salir del ascensor, un gentil camarero me lo llevaba.
Y lo que resta, ya me duché, me puse el pijama, cerré puertas, revisé formalidades, puse la alarma a punto, me despedí de mis plantas en la terraza, pasé lista al recuerdo de mis amigos -¡que sí, que lo son!, miré al cielo y dije: Dios, que estoy aquí.
Y son las diez, tengo que terminar que antes de irme a la cama, tengo que echar mi sueñecito leyendo, una vez más, el Principito.
Beso mi botella –es vulgar lo de la botella-, no, nada de botella. Mi mensaje esta vez viaja en un precioso botecito de perfume. Mua, mua…

Y me bajé un ramnito d ehinojos que ahora huelo y me sabe a gloria.
Yo creo que sí, que debí nacer y nací.













2 abr 2013

Carta a mi coche robado

 
Aún en medio de tanta chatarra, seguirás siendo mi coche y...
¡cierra los ojos y recuerda lágrimas, juegos, versos... que compartimos.
No, no se borran las cosas vividas con amor.

Lo encontraba invariablemente solo. Solo y presto siempre a mi servicio. No le importaban las inclemencias del calor ni del frío, ni las males artes de nocturnos pasajeros Un halo de nobleza, de sencilla solemnidad, un tenue rutilar animado parecía envolverlo de felicidad. Era mi coche, uno más entre miles, pero cargado de vida aprendida del largo monologar de mi intimidad amiga, cobijada, como en claustro materno, en la calidez de sus silencios.
Palpitante siempre en su alma el trepidar de mis recuerdos, evocando palabras, susurrando olvidos, contemplando auroras, cielos estrellados, lunas...
Y el mar, ¡cuántos ensueños frente al mar que compartíamos en tardes largas de verano por el puerto! ¿Hasta qué otra orilla llegarán las playas? -le preguntaba- ¿Hasta dónde las gaviotas..? ¿Hasta dónde las sirenas? ¿Hasta dónde los ocasos en un mar que se los traga?
Y yo escribía malos versos y en voz alta se los leía, y mi coche, tan prudente, tan señor... sí, ¡yo creo que me aplaudía!, pero callaba.
Otras veces, con la lluvia, por caminos, en busca de un no sé qué, me perdía. Y allí amapolas, y trigales, y girasoles y en sonoros suspiros romances de luz, de aire, de manzanillas, de olores, emanados de los más puros sentires de la tierra empapada.
Sobre su volante yo soñaba que era mariposa, que era estrella, que era.... ¡Si yo no era nada! pero mi coche tan prudente, tan señor... sí, con su silencio, ¡cómo me respetaba!  Recuerdo una madrugada de Reyes Magos, solos, solos por la ciudad, por las calles túneles de luz festiva. Yo reía con los semáforos y en juguetonas maniobras los violaba, y ante la fuente, esplendor de agua, de palomas, de incógnitas blancas... siempre, la soledad decorando mi alma
Es la historia sin voz que esta noche presiento que me llama. Sí mi coche, tan noble, tan señor, tan mío, con tanta alma, en la intemperie de un desguace duerme, mientras siento un dolor que no puede expresarse con palabras. Te robaron de mí antes de llegar el día. ¡Mi coche, mi compañero, siempre a dúo, descubriendo madrugadas y escalando sueños de cielos, de mar, de amor... de montañas!
De ti, mi coche fiel me queda la dulce huella que los seres generosos nos dejan, y contigo, tan maltratado, tan herido, tan desahuciado... mis sueños, mi cansancio, mis lágrimas de cincoaños enterrados.
¡Luna bella, luminosa de abril, mágica, divina! Haz florecer un almendro junto a mi coche envuelto en vulgares chatarras! Quiero que no olvide que existe la belleza, aún en medio de un vertedero. ¡No lo dejes, luna sin monólogos de silencios íntimos! ¡Cántale el Aleluya tantas veces frente al mar escuchado! ¡Llévale, luna, mi beso y dile que siga jugando, que no importa el lugar, que no importa el trabajo, que cada cual por un lado seguiremos buscando horizontes, que la vida sigue su ritmo. La vida que sigue... y se pasa.