Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

11 ene 2022

El silencio de los corderos

 EL SILENCIO DE LOS  CORDEROS

Isabel Agüer

El escritor y humorista, conocido por El Perich,  tiene una frase que me viene como anillo al dedo para mi tema de hoy. Dice: La esclavitud no se ha abolido, se ha puesto en nómina. 

Y es que desde mi punto de vista el callar sin protestar a todo lo que vaya cayendo no deja de ser una esclavitud que nos colocan en “nómina” sin que nos atrevamos  a rechistar. ¿Que los colegios son lugares seguros? ¿Qué hacen los maestros? Callar, cuando saben de sobra que los alumnos, aunque medien un kilómetro sus mesitas, se prestan cosas, juegan en los recreos, van y vienen a la mesa del maestro que desde  la supuesta esclavitud, allá que, de forma presencial, corrige, explica y se contagia: dos, tres, veinte..., confinados y el resto a callar y seguir. 

¿Que los organismos oficiales, más bancos, más Seguridad Social, etc. se confinan y para acceder a una simple consulta hay que apuntarse a una cola que da la vuelta a dos manzanas y cuando al fin logras entrar, recibes por respuesta que lo hagas telemáticamente? A callar o llorar cómo, con mis propios ojos y oídos, fui testigo de un pobre y desolado hombre que con lágrimas en los ojos se quejaba: ¡sí yo no sé nada de eso! ¡Si tengo setenta y cinco años y no sé nada de los nuevos aparatos! Por respuesta: que se lo haga alguien. 

¿Qué necesitas una urgencia de cualquier tipo? ¡Cita por Internet y a esperar que te contesten, si te contestan! ¿Es que nadie protesta en una sociedad de mayores, o no tan mayores, cargados de malas historias y que ahora a la vejez se tendrían que apuntar a una “escuela” para aprender a manejar el complejo mundo de las Nuevas Tecnologías?

 ¡Pues no es nada, registrarse, correo, datos nombre de usuario clave, etc y solo para empezar! Y entre tanto las terrazas a tope, las fiestas, las discotecas. Etc. Etc. ¿Los confinamientos solo son válidos para las horas de trabajo? A excepción, claro está, de los maestros para los cuales el confinamiento no ha existido ni existe, porque las escuelas, en boca de políticos, son lugares seguros. Pero todos a callar, porque las “nóminas” son el listado de nuestras obligaciones. 

Yo creo que en ellas se debería incluir, por nuestra parte,  también el listado de injusticias de los que pueden y no hacen nada por arreglar este desmadre, pero como corderos caminamos, quejándonos entre nosotros y sin levantar la voz no sea que nos oigan y de un plumazo, nos borren de la “nómina”.

5 ene 2022

Noche de Reyes

                 Miércoles 5 de enero de 2022

                   Salud, paz y amor para todos/as                      

          https://youtu.be/7AfsdBOmTtI

2 ene 2022


 

Crepúculo



Capítulo 3 de mi novela Buscando en la visA

   

LA VOZ ESTRIDENTE DE LUISA me solivianta aquella tarde otoñal de vacación vespertina de jueves: 

Señora! -voceaba- Suba y verá dónde está Carlota!  ¡Si cuando yo digo que esta niña es tonta...! ¡Menos mal que me ha dado  por subir a dar una vuelta a la pava! 

Sí, allí estoy, en aquel trastero que llamamos  palomar, donde la pava clueca, echada en un cajón rebosante de paja, encuba  sus huevos y dónde la gata romana esconde sus crías entre tarimas y somieres viejos. Este rincón es mi refugio en las tarde de vacación del jueves y en los olvidos como el de madre María, la monja gallega que, con altivez, me pasa de largo  en cada mirada, en cada  fiesta... Aquí, en este rincón, perdida  en el palacio que es mi casa, acomodada en una vieja canasta llena de retales, me siento bien, y unas lágrimas corren por mis mejillas de niña cuando la luz del sol declina y se pierde por detrás de la torre de la iglesia, descuartizándose por las cristaleras esmeriladas llenas de polvo y telarañas que son las ventanas. De vez en cuando la pava clueca  estira majestuosa el cuello y picotea ruidosamente en este suelo de cemento. También de vez en cuando, la gatita romana se me acerca remolona, arquea su lomo y se  acaricia con mis calcetines de lana.

Pensamientos que, precozmente, me llevan a interrogarme sobre mi corto pasado, sobre mi incierto futuro. Amor sin destino que me nace a torrentes y que, sin cauce, se desborda. Oigo el arrullo del atardecer que va cayendo sobre mis pupilas  de niña absorta en un vaivén de notas que, cual  maga mariposa al néctar delicado y gentil de su flor, buscan partitura donde solfear su primera, ingenua y  bella canción de amor, y son voces por patios lejanos, y es el clamoroso piar de pájaros que, en bandadas, van llegando al arríate grande del fondo del jardín, y es la veleta, frailecillo inquieto, que me habla de vientos huracanados y suaves brisas y es una sutil y vaporosa nube que camina por el azul rosado de la hora crepuscular... 

Aquí, en este rincón, espero que baje la noche. Ya sonó el Ángelus. Ya dejé en mi bastidor hilos de seda. Ya mis manos están llenas de flores marchitas. Ya  comienza a palpitar un no sé qué de nostalgia que va pasando por mis ojos, mirada que espera en vilo la luz incierta del mañana. Ya, un día más, quiero coger la luna que  nace, roja, grande, tímida, por el horizonte. Cierro los ojos y, ¡cuántas manchas van y vienen! Les pongo nombre: yo y mis miedos; yo y mis silencios; yo y mis dudas...: ¿Me perderé? ¿Me abandonarán? ¿Me moriré? ¿Encontraré el camino del cielo?

Oigo mi nombre... ¡Si, es mamá que me llama! Voy corriendo. Tengo que darle un beso, tengo que preguntarle qué me pasará mañana. No, no  preguntaré nada.

Y mañana, hoy… ¿Lo sé todo? Creo que no sé nada. No obstante, ¡cuántas dudas despejadas! Es muy tarde. Tengo sueño... Me voy a la cama.