Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

25 nov 2021

DÍA MUNDIAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO


DÍA MUNDIAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GENERO

Queridos amigos: no podemos dejar pasar este día sin reivindicar, cada cual a su manera, este día contra la violencia de género.

Empiezo por una breve aclaración sobre el por qué y el  desde cuándo se celebra este día el 25 de noviembre.

 

El porqué de la celebración del Día Mundial contra la Violencia de Género el 25 de noviembre de cada año, se debe porque en este día, pero de 1960, tres hermanas, Patria Mercedes Mirabal, María Argentina Minerva Mirabal y Antonia María Teresa Mirabal, fueron asesinadas en la República Dominicana por orden del gobernante dominicano Rafael Trujillo. 

Las hermanas Mirabel lucharon duro para terminar con la dictadura de Trujillo. Activistas por los derechos de las mujeres decidieron celebrar desde 1981 un día contra la violencia en el aniversario de la muerte de estas tres mujeres.

Años más tarde, el 17 de diciembre de 1999, la Asamblea General de la ONU designó el 25 de noviembre como el Día Mundial contra la Violencia de Género, día que también suele nombrarse como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Yo añado: contra el hombre, contra los niños, animales y contra todo aquello que implique algún tipo de violencia. 

Y añado un breve relato, que ya algunos conocen, del que fui testigo

 

Mujer Maltratada

Corrían malos años aquellos. Mi residencia, una habitación alquilada en Córdoba, en una mala casa de huéspedes.  Permanecí en ella, hasta que nació mi primera hija, pero jamás podré olvidar a una mujer maltratada: Encarna, mujer silenciosa, trabajadora, pareja del dueño de aquella fría, incómoda y destartalada vivienda, con cuatro hijos pequeños, de sol a sol, prestaba servicio a todos: limpieza, cocina, ropas…  Y en sus labios siempre una palabra amable, una sonrisa, un gesto humilde. 

No obstante, en su rostro azulado podía adivinarse el sabor de muchas lágrimas calladas, de muchos miedos soportados, de una inmensa marea de interrogantes que le reventaban el alma sin respuestas. 

Una noche y otra, yo la escuchaba, a través de las paredes, suplicando, llorando: ¡no me pegues! ¡No, en la cabeza, no!  Y escuchaba golpes acompañados de voces brutales de aquel hombre que, celoso y medio borracho, la agredía, la humillaba, la maltrataba. 

Recuerdo que, me tapaba la cabeza con aquellas sábanas de lienzo moreno, como si me protegieran de tamaña barbarie, pero mis noches se tornaban horas de insomnio en las que mi corazón estallaba en fuertes latidos de rabia, impotencia… dolor. 

Por la mañana, Encarna madrugaba y sin apear la sonrisa de sus labios, servía el desayuno, llevaba sus hijos al colegio. Suspiraba; solo suspiraba y disimulaba con un potingue cardenales de cara y brazos.

Y yo, casi una niña, y en años en los que nada se podía, ni se sabía qué hacer, compartía en silencio su dolor. Un día me fui de allí. 

Al despedirme le dije, y fue la primera y última vez que me di por enterada de su gran drama: no te merece; vete. Y ella, con lágrimas que se escapaban de sus ojos, cansados, solo respondió: ¡mis hijos, maestra, mis hijos!

 

Estas hojas sin color, mi pequeño homenaje y mi gran reivindicación de lucha contra esta violencia que, sin piedad, agrede, maltrata…, mata.

-- 

 


 

 

19 nov 2021

RELATO/ EL ÁRBOL DE LOS BESOS



Una mujer viuda, sin saber qué nuevo camino tomar, tras la muerte de su compañero, paseaba cada día por un hermoso jardín donde se evadía entre los árboles y las flores de sus tristes recuerdos.  Al pasar por un árbol de tronco corpulento se dejaba caer sobre él y lo besaba, admirando su fortaleza y grandes ramas que se alzaban majestuosas.

Un día, la mujer, sin olvidar a su compañero de tantos años, con la punta afilada de un cortaúñas, escribió su nombre en aquel gran tronco y cada día se detenía allí y lo besaba.

La mujer se decía al depositar cada día su beso: ¡qué pena que el árbol no pueda saber cuánto lo quería y cómo agradezco su sombra y  la frescura de sus frondosas ramas! Es tan grande y poderoso que mi beso es más pequeño que el paso de cualquier hormiga de las que tantas hay por entre sus cortezas

No obstante, la mujer persistía en su empeño. Y cada vez que pasaba junto a él en su diario caminar, a la altura de sus labios, besaba repetidamente la corteza del árbol, donde cada día se iba escondiendo por la intemperie el nombre de su compañero  

Y sucedió que un día, cuando ya apuntaba la primavera, una mañana, sorprendida la mujer observó cómo justo en el sitio de sus besos empezaba a despuntar una pequeña rama que día a día crecía hasta que una mañana, de la rama brotó una florecilla, y de ésta una semilla que cayendo a la tierra creció en nuevo árbol.

La mujer, a partir de entonces, en su diario caminar, besaba cuantos árboles encontraba en su camino al tiempo que se repetía: pasó  de vivir conmigo a vivir y multiplicarse en mí

 

 

 

10 nov 2021

8 nov 2021

No sé...

No sé si hoy he deseado volver a nacer, a ser aquella niña de juegos y cuentos, de sueños y fervores, feliz con una libreta y un lápiz, aquella niña que hablaba con la veleta, con la luna, con las gallinas... o si por el contrario, aquel  manantial de sueños, proyectos, fervores, sentimientos, amores... extinguido por el rodar de caminos de amapolas donde ortigas entrelazadas, punzantes, y dolorosas, han sacudido su maleficio sobre mi piel, inocente, tierna, brisa en calma, he deseado dormir sin pesadillas, sin dolorosos despertares, perdida y olvidada en la nada.

 

No sé si hoy he deseado cumplir veinte años y con la mirada puesta en las manos de un dios que me llamaba, volar al mundo negro donde el llanto de niños moribundos me esperaba y una cama de paja, y un manto de estrellas por abrigo y una sinfonía de grillos, búhos y ayees de humanos sufrientes, por arrullo de sueños imposibles.

 

No sé si hoy he deseado un altar, una cola, un velo y un... sí quiero...

 

No sé si hoy he deseado, tras años vividos tratando de conocer y olvidar, estar lejos de este mundo de mentiras, picardías, injusticias, envidias y trampas, lejos, muy lejos, echando cerrojos en puertas y ventanas, y volar para tal vez no volver más.

 

Pero como si cada palabra que escribo se tornara de un rojo sangre, tengo que rectificar, porque hay un mar azul, un océano de aguas limpias donde beber sin miedo a pócimas envenenadas, sumergirte en ellas sin miedo a engañosos cantos de sirenas, a navegar sin amenazas de vientos huracanados que te arrastren, sin medusas que te hieran...

 

Y en cada palabra que rectifico nace un nombre: hijos, nietos, hermanos, amigos..., lunas blancas, estrellas siempre luz en mis horas de horizontes perdidos... 

 

Mis dudas y deseos de hoy se han desvanecido como la espuma de las olas en la orilla de las playas y en este soleado día, quiero esperar   primaveras y muchos otoños, y esperar manos, besos, palabras... 

No, no voy a borrar, pero quemo, pisoteo, cada lágrima, propiciada por el desamor y la injusticia y la mentira y las trampas humanas, y pulverizo cada desesperanza, porque de   todas las heridas solo quedan el rescoldo, el leve escozor de las heridas, de las ausencias. Me  aferro  a este presente  el gran tapiz de   belleza, de  arte, de   creatividad, de  amor que seguiré buscando, dando y recibiendo

Isabel Agüera 6 de noviembre de 2021.


Y niños felices a mi alrededor.



5 nov 2021

CAMINOS ROTOS

Él, anciano de pelo muy cano que le rebasaba el ala de un  viejo y destartalado sombrero, cuerpo voluminoso y pesado, mirada grande, entre pestañas blancas palabras torpes, murmullo no obstante de caricias infinitas que a su modo se traducían en miradas y sonrisas, más bien oscuras. Pasos cortos, torpes, macilentos, viejos… Manos, agarrotadas por una galopante artrosis, agarrado a un duro palo, caminaba 

Ella, rebosante de carnes grises,  blandas, temblorosas, en un sillón de ruedas, apenas hablaba, apenas se movía, apenas rastro de ser humano, bulto vegetal que, de vez en cuando, mascullaba ininteligibles y agrios  sonidos.  

  Él y ella, inquilinos, por caridad, de una mísera habitación por casa. Matrimonio de toda una vida, cargados de hijos, en soledad y abandono, convivían. 

Ella, estática, eclipsada, perdida… ¡Sabe Dios!  

Él, amor a flor de piel escuchaba y respondía a sus exigentes silencios e incansables urgencias: 

-Sí, ya te voy a dar de comer. Ya te voy a lavar, a peinar, a poner guapa. ¡Ya voy! ¡Ya mismo voy!

Él y ella, a veces, en silencio, se miraban, como queriendo reverberar, con fervor de lágrimas, migajas de recuerdos, voces ahogadas, silencios de años… Caminos rotos.

Y yo pienso cuántos caminos rotos, y no por enfermedad, sino por egoísmo, por el 

hedonismo que domina a esta sociedad en la que un móvil, por ejemplo, es más importante que una persona.

Queridos  amigos, reconstruyamos, en lo que podamos, caminos torcidos, rotos dónde vuelva a crecer la hierba y por donde sea posible caminar sin miedo a las espinas

4 nov 2021

TIEMPO DE ACEITUNAS



Olivares de mi tierra

Buenos días, amigos: gracias, de nuevo, por vuestros comentarios y buenos deseos.  

Hoy, nos trasladamos a mi pueblo, a mi casa, que es la vuestra, donde en alborozo infinito, nos preparamos para recoger la aceituna para el uso de casa.  Leed que os vais a encontrar allí, conmigo, con los vuestros y con los míos, porque todos, en años de la posguerra, vivimos cosas similares en cualquier pueblo, en cualquier casa.

 

Mis queridos nietos y nietas: parece mentira pero ya casi todos sois mayores de edad, os habéis sacado el carnet de conducir, mi Amalia ya es maestra, mi Gonzalo, profesor de Inglés con su bonitas y gran Academias, mi Ángela, empeñada en ser enfermera, mi Isabel María, estudiando también Magisterio, mi Javier persiguiendo un sueño que  seguro hará realidad: ser actor y los tres más pequeños, estudiando en el Instituto.

Con esto quiero deciros, lindos míos, que ha llegado la hora de que conozcáis, algo de cómo fue el pasado y de cómo lo vivió vuestra abuela. Os gustará y, sobre todo, comprobaréis cómo para ser feliz, no hacen falta tantas cosas como tenéis ahora. 

¡Venga, vamos a leer!

 

DÍA DE LA ACEITUNA 

Villa del Río, un pueblo de olivares, se adelantaba a la recogida de aceitunas con la costumbre familiar, entrañable, de organizar cada año, en torno al Día de los Santos, la cogida de aceitunas que, en distintas variedades, se preparaban diestramente en las casas y servían no sólo de aperitivo, sino que constituían un suplemento alimenticio para todos.

El evento conllevaba todo un ceremonial que enloquecía a los pequeños: un borriquillo, sacos, varas y el canasto de la comida que era el mayor aliciente y que la mayoría de las veces consistía en un rico canto de pan con aceite, aceitunas y unas tiritas de bacalao. 

¡Qué inolvidables días aquellos! Personalmente los disfrutaba percibiendo de forma muy singular, no sólo el ritual que consistía en el vareado de olivos por el manigero de la familia y la recogida de aceitunas por mujeres concertadas para tal fin, sino que me gustaba perderme por aquellos campos perfectamente alineados y cuidados de gigantescos olivos, arco iris de soles y sombras. Me sentía como inmersa en otro mundo. y recuerdo que, como hacía siempre y dada, desde muy niña, mi afición a escribir, plasmaba, en el cuadernillo que no se caía de mi bolsillo, las sensaciones de aquellas horas y que resumía en palabras, olores, sonidos, interrogantes que me situaban en el delirio del tiempo: ¿qué sería de mí cuando pasasen diez años? Diez años para una niña era como toda una vida, y entre mis precocidades, la existencia me preocupaba. Sí, era como estar y no estar, como soñar y despertar. Y los olivos, doblados de aceitunas, con su clásico olor a verde duro, fuerte, resistente, me rozaban la piel, y la tierra, bien labrada, casi blanca, me hablaba de extraña belleza, sencillez, nobleza, principio y final de todos y las voces de mis hermanos me sonaban a perdidas en el espacio que yo no conocía, y un cielo rechinante de sol me llamaba a vivir, a correr, a esperar...   

A la caída de la tarde, el crepúsculo, más bien frío y el regreso. Por el camino, las campanadas del Ángelus, que no detenían unos instantes que eran como la llamada al rezo, a la calma y al final del día. 

Después en las casas, y durante días, venía la parte más festiva: separar las aceitunas y clasificarlas en negras, moradas y verdes. En el destino de esta clasificación estaba la diestra sabiduría popular de cómo aderezarlas: partidas, rayadas o enteras. 

Tal vez era la rutina de los días, rota por cualquier pequeño acontecimiento como éste y que tenían en común, con todos los que se protagonizaban, la concentración de familia y participación de gente afín a ella, lo que tanto celebrábamos los niños, y tendré que insistir en el hecho de reivindicar que si bien la familia ha cambiado en muchos aspectos, los niños de todos los tiempos siguen siendo felices, cuando unidos a padres, tíos, amigos comparte vivencias por sencillas que sean.  

Recuerdo cuánta ilusión me hacía la llegada de mis tíos, procedentes de Córdoba y que, con motivo de la cogida de aceitunas, se desplazaban al pueblo. En el comedor de casa y después de la comida, hacían cuentas entre sorbo y sobo de aquel café que goteaban en maquinillas colocadas sobre los vasos y que con su mijita de anís aromaban el ambiente de calidez entrañable. Me gustaba merodear por allí cerca de la familia reunida. Creo que era uno de los grandes alicientes que para mí tenía la vida era éste: ver y sentir mucha familia reunida. Al igual que ahora, al igual que será siempre.

Y las tinajas de aceitunas quedaban en las despensas, con sus tapaderas de madera y aquel olorcillo del romero, el orégano y el hinojo que tan típicos eran  y que impregnaban todo de olores y sabores de la tierra.

 

Olivares de mi tierra, centenarios campos que sombrean la blanca tierra y aroman de vida los campos. ¡Quién pudiera ser como ellos: resistentes, sufridos, cálidos, productivos…!

19 oct 2021

VIVIR LOS MOMENTOS

DIARIO CÓDOBA/ OPINIÓN

ISABEL AGÜERA

Hace tiempo leí una cita de O. Wilde acerca de su concepción de la vida, bastante coincidente con la mía: «La vida -dice él- es simplemente un mal cuarto de hora formado por momentos exquisitos». 

No obstante, disiento del gran escritor en sutiles matices porque para mí no cuenta tanto la metáfora tiempo como el vivir en plena conciencia y con absoluta exquisitez cuanto nos va sucediendo. La vida no podemos medirla en años, ni en días, ni tan siquiera en cuartos de hora, la vida es una sucesión de momentos que en cadena y en el repente de un flash nos ilumina al fin de que vayamos troquelando el camino que conduce hacia nosotros mismos. 

Sí, hasta el momento postrero nos queda tiempo para escribir una palabra, al menos, sobre el blanco tapiz de la vida. Y un momento es la salida del sol y el ocaso, y un momento es la sonrisa de un niño y el perfume de una flor, y un momento es el repique de campanas y el paso de un coche fúnebre, y un pájaro que canta y un ser humano que llora, y un momento es la euforia y otro la depresión y tristeza... 

Sólo vivimos momentos sumergidos en el vaporoso agridulce que, en definitiva, viene a ser la vida, pero la vida fluye como los ríos y nadie puede bañarse dos veces en la misma agua. De ahí que la bebamos a conciencia de que gota a gota corre sin retorno. 

No hay marcha atrás en los momentos. Tan sólo disponemos de ese maravilloso momento que, en este mismo instante, tenemos en nuestras manos. ¿Por qué no vivirlo con la exquisitez de lo efímero y no obstante transcendente? 

Mi momento presente, un amanecer de nubes, el perfume de la hierbabuena en mi maceta, una ambulancia que pasa... Mi mejor palabra para acuñar todos los momentos de mi vida: amor. 

El novelista australiano Bryce Courtney dice: «El amor es la energía: ni se crea ni se destruye. Simplemente es y será siempre, dando sentido a la vida y dirección a la bondad. El amor no morirá jamás». Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el momento presente es nuestro. 

* Maestra y escritora

 

16 oct 2021

SED FELICES, AMIGOS


El néctar era una bebida maravillosa que alegraba el corazón de los dioses, pero que apenas los alimentaba. Todo lo más, les quitaba la sed.

Bueno, hoy, leyendo una vez más, historias de dioses y héroes, de néctares y ambrosías me han surgido bonitas e importantes reflexiones muy oportunas para las fechas que se aproximan y para las cuales, cada año, con más anticipación, nos preparamos.

Y en este largo preludio acentuamos, por todos los medios posibles, la búsqueda de una necesaria felicidad que, si bien es tónica dominante de toda nuestra vida, cada fecha, cada ocasión, cada evento lo enfocamos como objetivo de excepción para el que no regateamos absolutamente nada.

Y está bien que así sea: todos tenemos derecho a desear la felicidad, pero el quid de la cuestión está en una sencilla interrogante: ¿qué clase de felicidad? Porque, por lo general, lo que entendemos por felicidad no es más que un fantasma veloz y pasajero que los hombres y las mujeres anhelan a cualquier precio. Por él dan todo el oro, todo el tiempo. Acaban por asirlo y lo abandonan con hastío

 Bebida maravillosa que alegra el corazón, pero que no alimenta el alma. Sólo, si acaso, nos zarandea la vanidad, el orgullo, el amor propio y después, ¡pchs! Si te vi, no me acuerdo.

Y sucede con frecuencia que, cuando las cosas no van a nuestro gusto, nos quejamos exclamando:  ¡Ya vendrán tiempos mejores!

Y, por añadidura, culpamos de nuestros infortunios a todos los que nos rodean, como si la felicidad nos tuviera que llegar empaquetada y certificada por una mano maravillosa que conocedora de nuestros muchos méritos, nos la obsequiara. Pero, no te engañes, amigo: no hay tal. La felicidad está, o no está en nosotros y, posiblemente, la estemos viviendo sin ser conscientes de ello. 



Casi nunca vienen tiempos mejores, casi siempre lo que nos espera puede ser peor. De ahí que, hace ya años, por mi cuenta decidí hacerme feliz a mí misma. ¿A quién puedo importarle más? ¿Quién está por preocuparse de dar a los demás una miaja de felicidad? A nadie le importamos tanto, pero en nuestras manos, está el “néctar, la ambrosía”, la magia para hacernos felices.

Y feliz me hago, cuando cada mañana, entre juegos y palabras ilusionantes, dejo en la guardería a mi nieto, y feliz me hago, cuando compruebo que he encontrado un edredón que me quita el frío en la cama, y feliz me hago con mi trabajo, y fotografiando el cielo, y con un buen libro, y con mi ordenador y, sobre todo, con mis hijos, y con vosotros, mis amigos y amigas.

Pequeñas, pequeñísimas cosas, pero, cuando abro los ojos cada mañana y me encuentro en la vida, me hago feliz y doy gracias a Dios por dejarme un día más para disfrutar de las muchas cosas que me esperan y que son, minuto a minuto, mi única y mayor felicidad.

Por favor, analiza despacio todo lo que tienes. Comprobarás que es mucho y que tal vez mañana, te falte algo que hoy es casi tu única felicidad y no lo sabes. Se consciente y no te quejes. Vive, vive sabiendo que la lotería de la felicidad no se compra, no toca: se fabrica desde una conciencia tranquila y capacidad, mucha capacidad para ser receptivo. 

Pero, claro, puede que un mal día, ¡zas! ¡el dentista! ¡La multa de tráfico! ¡El bollo en el coche! ¡Las malas notas de los niños/as!, etc, etc. 

Cosas todas que, bien miradas, no pueden robarnos la felicidad, porque, en definitiva, son cotidianidades del vivir a las que hay que atender, pero sólo en la justa medida de lo que son y sin perder el buen talante, porque nuestra felicidad no puede pender de tan débiles hilos. Así andamos de cabreados por la vida, mientras el reloj inexorable del tiempo nos va pasando los días sin retorno.

La felicidad es un bien que hay que conquistar. No es un regalo. Es, eso sí, un premio que ningún evento puede robarnos por gordo que sea. 

 

 

7 oct 2021

ENTREGA DE PREMIOS CERTAMEN NACIONAL DE LAS LETRAS Isabel Agüera

 FESTIVIDAD EN LA ENTREGA DE PREMIOS DEL 

CERTAMEN DE LAS LETRAS  ISABEL AGÜERA CIUDAD DE VILLA Del Río. 



29 sept 2021

FALLO CERTAMEN DE LAS LETRAS Isabel Agüera, CIUDAD DE VILLA Del Río

 


https://www.diariocordoba.com/cultura/2021/09/29/villa-rio-acogera-entrega-premios-57819546.html

 

12 ago 2021

Enseñanza sin aulas . Diario Córdoba / Opi

 Hace más de 20 años escribí el siguiente artículo que repito, porque aquella intuición mía, a cuenta de la pandemia, la hemos visto hecha realidad. 

Y es que no hace mucho me comentaba un compañero: «Cuando yo era chaval, si me descuidaba en la escuela, el maestro me pegaba, y ahora, si me descuido, son los alumnos/as los que me pegan a mí». 

Estas palabras, pura y dura realidad, que los maestros conocemos bien, acerca de lo que pasaba antes y de lo que pasa ahora son clarísimo exponente de un cambio de valores  en el que a padres y maestros/as se nos han ido de las manos los papeles, al no haber sido capaces de mantener en su justo término el equilibrio de una balanza cuyo fiel se hizo añicos cuando mal entendimos palabras como libertad, creatividad, comprensión, respeto, flexibilidad...

Dadas estas circunstancias, que no son meras anécdotas, y salvando las excepciones, que también las hay, claras y marcadas, la mayoría de los alumnos, rodeados por el hedonismo reinante y amparados en derechos y libertades, 

acuden a las aulas por pura obligación, y lo hacen sin espíritu de superación, sin ánimo de trabajar, si interés por aprender

Es por eso que, desde mi punto de vista y dadas las actuales circunstancias, imposibles de analizar en tan corto espacio, pero que vistas y vividas desde adentro, es decir, desde el día a día en la escuela, resultan un mal insoportable para los alumnos y una auténtica tortura, a veces, para maestros y maestras. Es por eso, digo, que habría que pensar, de cara al futuro, en un profundo y revolucionario debate para cuestionarnos si, a partir de una determinada edad, 

¿ de no sería más conveniente la supresión diaria y obligatoria asistencia a las aulas? Sí, lo ha entendido perfectamente: que los niños estudien, trabajen en sus casas, a la hora que les convenga, entrando y saliendo cada vez que les venga en gana, acostados o bailando, con música o con televisión, haciendo el pino o clavados de codos en una mesa. 


Creo que la pandemia ha sido como ensayo de que esto es posible y acudir a los colegios como centros de recursos y ayuda en directo.



 

20 jul 2021

La lección de las abejas

                                                                Mi Preciosa  cordobesa
 

A la sombra de un almendro en flor, observaba cómo las abejas, que se  contaban por centenares, sumidas en su éxtasis de pétalos y  néctares, de flor en flor, para nada se ocupaban de mi presencia.

¡Te van a picar! –exclamó alguien.

Pero, ¡qué va! Lo suyo era un vaivén de primavera,

y un temblor de vida,

y, un deseo, un placer, un deber con días contados.


Ellas  se bebían el néctar de las florecillas, y yo me adormecía arrullada por tan apacible y sabrosa sinfonía.


¿Cómo me iban a dañar si yo no les estorbaba?

¿Cómo si no tenían tiempo que perder?

¿Cómo si yo les podía resultar amarga para su miel?

 Y allí, bajo aquel almendro, cuajado de abejas caí en la cuenta de que también era primavera para mi ambrosía_ 

Sí, todos los seres humanos tienen a punto algo de néctar que de uno a otro, debo descubrir, beber y digerir mieles.


Tampoco yo tengo tiempo para las abejas. El reloj no cesa de marcar horas.


Revista Literaria


 


 

El discapacitado

 En su rostro, pálido y deforme se dibujaba una sonrisa. Una sonrisa que brotaba de la tristeza infinita de su alma, como brotan las gotas del rocío en la noche y amanecen cristalinas sobre los campos marchitos. Sus manos largas y puntiagudas se agitaban en un temblor sin retorno. Sus pies, que colgaban secos de unas piernas muertas, eran enormes zapatos que se aposentaban  sobre el plateado peldaño de una silla de ruedas grande y ligera que, al deslizarse, hacía un ruido macizo. Su cabeza, mata de pelo negro, retorciendo agitadamente el cuello, era la expresión viva de una alegría nueva, aquella mañana primera de escuela.

Un autobús blanco, impecable, con una cruz roja en las puertas, era la gran sorpresa de aquel día soleado de octubre. Los niños y niñas del colegio lo rodeamos. Las puertas del autobús se abrieron. Una plataforma, como si fuera un ascensor de juguete, descendió automáticamente, transformándose en una divertida rampa.  Por allí bajaron al inválido, con aquella sonrisa triste eclipsada en su rostro.

Lo conocí entonces. Era su primer día de colegio. Desde entonces, cada mañana y cada tarde, esperaba feliz al autobús que transportaba a Manuel, y esperaba, con impaciencia, la hora del recreo para empujar su carro de ruedas por entre los muchos alumnos que jugaban alegres en las pistas.

Hoy, después de muchos años transcurridos, pienso, de nuevo  en aquel niño inválido, en aquel amigo de mi infancia, que un día faltó al colegio y ya no regresó más 

Se ha ido al cielo -me dijeron-. Yo, al recordarlo, siempre me pregunto: ¿Por qué mi amigo tuvo que nacer inválido?  ¿Por qué tuvo que morirse tan pronto?

Y en mis sueños, lo veo, en  un carro de estrellas que empujan ángeles de esa escuela divina donde Dios nos aguarda a todos, y lo veo alado y celeste, escribiendo su nombre en la infinita pancarta del universo.

¡Espérame, amigo inválido! ¡Volveremos a estar juntos! Te lo prometo, pero entretanto ayúdame a caminar sin dejar espinas a mi paso. Como tú sólo quiero “andar sobre  blandas ruedas” para no herir, para no golpear la tierra que piso.

 


19 jul 2021

Mis contacto y yo nos divertimos

P

Avatares de algunos de mis contactos de Facebook

16 jul 2021

Un día cualquiera


 
Siete de la mañana. Nada más salir a la calle, un fresco indescriptible, con olor a tierra mojada, me soliviantan mis pasos hacia la playa que se hacen más ligeros e ilusionados. A dos pasos, los empleados de la limpieza me saludan: ¡no se vaya lejos que el cielo está chungo -me dicen entre contenedores y camiones,

Sí, está muy nublado; me encanta. Unas gaviotas me sobrevuelan. Unos pasos más y estoy en el espigón, mi destino de cada amanecer. Frente a mí, el puerto. A mi derecha un faro pequeñito. A mi izquierda, la sierra cuajada de casitas. Por detrás, unos dos kilómetros, Torre del Mar. Un cielo, en filigrana de nubes, luce ante mi vista en una maravillosa gama de tonos rosados, negros, grises... Me siento de cara al puerto, hacia el este, como cada día, en espera de que apunte el sol. El fresco se acentúa, las nubes, perezosas, "espurrean" unas gotas que me llegan y recibo como besos del cielo. ¡Qué emoción siento! ¡Qué paz, qué felicidad, qué delicia... ! Respiró hondo una y otra vez como si quisiera tragarme cada instante que me parece divino.  Ocho menos cuarto. El sol comienza su lucha con las nubes; es su hora de salida y encuentra la puerta cerrada. Un brillo dorado llega al mar que se torna metálico plateado. Mi cámara me pide más y más. No obstante siento miedo de moverme como si un leve aleteo de mis manos pudiera deshacer el encanto de aquellos momentos. 

Estática, como elemento más de paisaje, una oración me brota sigilosa: déjame, Dios, un día más. Quiero ser testigo, mañana, de esta hora de otra dimensión, de esta hora que quisiera eternizar y repartir por el mundo para que, a coro, repitiéramos: detrás de cada amanecer hay un Dios.  

Ocho y media. Por fin, el sol logra espantar a las nubes, un leve movientomde gente que corre, que hace genuflexiones, que pasea en bicicleta... Es hora de recoger mis bártulos, y me voy, pero una fuerza nueva me acompaña.  Ahora que os lo cuento, amigos, no sé si fue un sueño o realidad, pero en cualquier caso, por casi dos horas viví lo que pido y deseo sea mi cielo para siempre.

Ami nieto Gonzalo

 
Parece, mi querido Gonzalo, que te veo y te oigo, cuando de mi mano empezabas a dar tus primeros pasos y encontrábamos alguna dificultad. Yo te quería ayudar, pero tú te soltabas y repetías: yo “tolito”. Por eso, solito, si bien tu madre ha sido tu gran apoyo, al no divisar futuro alguno y tras tu brillante carrera de Filología Inglesa, lanzado a una autentica maratón de clases particulares, hoy, al fin, vas a ver hecho realidad tu ilusionado sueño: abrir una Academia de Inglés, una preciosa y bien acondicionada academia donde podrás ejercer esta profesión que llevas en los genes y en el alma: ser profesor, maestro que sin duda lo eres y sin duda sabrás cómo llegar a todos y cada uno de tus posibles alumnos.
Ayer me diste una lección tan grande... Sí, cuando llegaste a verme unos minutos. Al quitarte el casco chorreabas sudor -eran las dos de la tarde-, te pregunté: 
-¿De dónde vienes con el calor que hace? 
Y con esa sonrisa perenne que te caracteriza, contestaste: 
-Vengo de echar propaganda en los buzones. Muchas casas no abren, pero es lo que hay. 
¡Qué pena sentí y qué nudo se atravesó en mi garganta! Y ya no eras tu solo, sino tantos jóvenes que por nada, con los rigores del tiempo, se afanan en esa ignorada tarea de echar propaganda casa por casa y buzón por buzón. No abrimos, porque son normas de la comunidad, pero a veces, hasta sacamos los peores humos por su pertinaz empeño. ¡Qué profunda reflexión me provocaste!
Pero tú, mi cariñoso, inteligente, servicial, mi querido nieto te has labrado tu porvenir, a pesar de los “portazos” que a tus pocos años ya te ha propiciado la vida. 
¡Qué ejemplo de trabajo, constancia, e ilusión, que la cara se te iluminaba cuando medio en broma, medio en serio, hablábamos de una academia!. Días y horas empeñado en ganar algo para tu soñado proyecto. Al fin, hoy abres las puertas y quiero que recibas como primer aplauso el que, desde aquí, te da esta abuela que te vio nacer y crecer. Sí, esta abuela que quiere felicitarte, convencida de que tu esfuerzo será recompensado porque los sueños, y de ello puedo darte fe, cuando se persiguen con esfuerzo, honestidad y sin decaer, se convierten en realidad.
Un abrazo, mi vida, y en él incluyo a tus posibles alumnos que, sin duda, los considero ya algo también mío. Te quiero mucho.
 ¡Tú sí que eres un gran diamante! -DIAMOND





13 jul 2021


 

Sr. Presidente del Gobierno

 Diario Córdoba / Opinión

Sr. Presidente  del Gobierno

Isabel Agüera Espejo-Saavedra

13·07·21 | 06:01

Es imposible que una ciudadana de a pie sin ningún tipo de prerrogativas pueda ni tan siquiera aproximarse a usted, cuando un saco de interrogantes pesa sobre mis espaldas. No obstante, esta columna me sirve en bandeja alguna de las que me resultan más acuciantes y que usted no leerá, pero puede que a alguien de su gobierno le hagan tilín. 

Estoy al corriente de la revalorización de las pensiones y, bueno, algo es algo o casi nada, pero ¿no se han planteado nunca lo poco o nada que solucionan unos euros más o menos? Porque el jubilado, solo en muchas ocasiones, tiene que seguir pagando impuestos, luz, comunidad y, lo que es peor de todo, medicamentos que son muchos los que precisan y muy pocos los recetables que no alcanza a poder adquirir. 

Un simple espray para sinusitis le cuesta treinta euros, unas gotas para los ojos, otros tantos y no digamos el gasto de otras necesidades que no me parecen procedentes citar aquí, pero que suponen un auténtico suplicio para el mayor al no poder adquirirlas. Estos mayores, señor presidente, usted lo sabe bien, son los que levantaron a España tras aquella cruel guerra civil, trabajando, yo he sido testigo, de sol a sol en esta nuestra cálida Andalucía, y rascando aceitunas en tierras heladas en los inviernos, careciendo de todo y criando cuadrillas de hijos que, sin hablarles mucho de valores, son los honrados trabajadores de hoy día, muchos ya jubilados también. 

Hace falta empatía, señor presidente, en todos los gobiernos, y tratar de cobrar eso que llaman pensión máxima, o mejor, la mínima y que prueben en sus propias carnes estos duros rigores de los jubilados que se tienen que seguir refrescando con el abanico de siempre o el agua del botijo y sufriendo carencias de todo tipo porque aún con esa revalorización tan sonada, no les llega ni al segundo día del mes. Rebájele o quítele tantos impuestos y, de cajón, medicamentos, gratis.


8 jun 2021

Tocar fondo

 Hoy quiero tocar un tema de esos en los que se necesitan circunstancias especiales de la vida y que la mayoría de las veces puede que solo se refieran a problemas personales acumulables en lo que uno piensa que ya ha llegado a lo peor que podía sucederle. Pero en el caso que me ocupa hoy roza límites a los que nunca me gusta llegar: ¿dónde está la sufrida clase media de toda la vida? Sí, aquella que cobraba un sueldo mensual y tenía que aguantar apariencias. Yo no veo nada más que pobres y ricos. Los pobres, por desgracia, lo fueron siempre, pero a ellos se ha anexado los del sueldo mil o mil quinientos euros. ¿Mucho? Por supuesto para los que cobran 500 euros pelados. Hagamos un breve repaso: alimentos, comunidad, seguros, impuestos por cientos, medicina que los pobres jubilados ni tan siquiera pueden adquirir por los muchos que necesitan y los caros que son y casi ninguno recetable, y lo que faltaba: el subidón de la luz, y, bueno, que no le dé a uno por morirse porque los herederos, los hijos tienen que vender la herencia para pagar una injusta plusvalía, etc. Herencia de unos padres sacrificados toda la vida por una medio vivienda digna. ¡Qué disparates! Y ahora la declaración de la renta: ¡a pagar y pagar y no poder deducir nada de nada!

Sí, he tocado un fondo al entender que todo es injusto, que el pueblo, la gente de a pie, es la que siempre sufre, la que siempre paga y la que, con esta subida de la luz, ni vamos a poder dormir para lavar, guisar, refrescarnos un poco y, si nos queda tiempo, leer noticias que no van a ninguna parte. Sí, he tocado fondo al comprobar cómo se explota a los trabajadores, cómo los jóvenes valientes que han emprendido un pequeño negocio como autónomos trabajan casi las veinticuatro horas para poder pagar impuestos. Y he tocado fondo cuando veo que los gobiernos, del color que sean, no echan una cuerda para sacarnos de ese fondo en el que ha caído el pueblo. Esperemos que no haya un «subfondo»

5 jun 2021

En un tris

 MIRAR Y VER

EN UN TRIS

ISABEL AGÜERA

Aquella noche, madrugada ya, lejana, ¡muy lejana!, él  y yo cómplices de años, historias y proyectos, aguardábamos, en silencios, rotos en dolor, miradas y suspiros,  el  autobús que nos separaría para siempre. Era negra noche de truenos cabalgando en mil rayos por el cielo. En un tris, la hora de partida. Una plaza. Sólo una en aquel insólito autobús. Sube él. Un ardiente beso como despedida y un adiós sin palabras que apaga, en un tris, el universo de sueños de un abrazo sostenido  en tantos años… Muchos años. A pie de tablas, sola,  acariciaba en vilo y en nostálgica sonrisa, la cálida huella de aquel beso, mientras caía definitivamente el telón. El autobús se alejaba y la lluvia persistía. 

Ella, estática, mientras el paraguas chorreaba y la soledad de aquella estación era como un vaho frío que la helaba, como estatua, tocada por la magia de un hada buena, despertaba como a un grito del universo: la vida también persistía. 

Y fue un treinta de abril  de hace ya treinta y un años, cuando la primavera verdeaba horizontes, cuando pájaros emigrantes incubaban ya en sus viejos nidos, cuando los días se alargaban en horas de paseos, en horas de amores, cuando a solas con mis hijos adolescentes en nuestra casa, en la que un sillón  parecía demandar calor, cuando en silencio lloraba aquella  inmensa orfandad, mi hijo, de prematura juventud, adivinando mis ocultos pensamientos, cogiéndome una mano, exclamó: ¡nunca, nunca vas a estar sola, mamá! Y coreando mis hijas repitieron: ¡claro que no! ¡Treinta y un años, muchos años! Pero como un conjuro, las palabras de mis hijos, puedo decirlo hoy, han sido, son realidad. Nunca podré olvidar aquel treinta de abril, pero doy gracias a Dios, porque renació la vida, renacieron ilusiones, momentos de felicidad, cánticos de alegría; también días, grises, negros, pero ellos mis hijos, hijos de un hombre bueno que se nos fue en madrugada de primavera, sin palabras, con hechos, me siguen repitiendo: nunca estarás sola, mamá.