Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

21 dic 2011

Regalar Navidad

OPINIÓN/DIARIO CÓRDOBA
ISABEL Agüera 21/12/2011




Después de tantos años vividos, esta madrugada, como un nuevo aldabonazo, ha llegado a mí la Navidad.
¡Pues nada más y nada menos que en una macetita de regalo en manos de un asiduo a la cafetería y a la hora! A las seis de la mañana de cada día mi compromiso presencial con el amanecer, con los silenciosos cómplices de ese primer café, mi compromiso con el índice de recuerdos en el que los nombres de familiares y amigos desfilan en la caricia de música que solo yo escucho pero que me habla de la fragilidad humana de todos, me habla de pobres y enfermos que a esas horas, y a todas, sufren, música que me habla del misterio de la vida, que me habla, sobre todo del amor que nos debemos unos a otros, pero hoy, cuando este compañero de hora y silencios, me llegó con tan importante obsequio, por mi cabeza la Navidad en persona llegaba a mí.
Eso es, porque yo me decía: hubo ayer un momento del día que esta persona se acordó de mí. Sinceramente no tengo palabras para expresar mi emoción y agradecimiento, pero sí mi reflexión y compromiso con días que materializamos comiendo, bebiendo, gastando y quejándonos de la crisis que, no obstante, se esconde en fiestas porque, un día y otro día, al final es un día.
Así que mi mensaje de Navidad (¡ni que fuera el rey!) es a un tiempo tan pequeño y tan grande como mi macetita de este amanecer porque regalar Navidad puede ser algo tan sencillo como una visita, a ese solitario y triste mayor, una sonrisa al que sufre, una palabra, un silencio, un beso, un gesto, una mirada.
 Que alguien sepa, que por alguna razón, en un momento, lo hemos recordado. Nos sentimos a veces tan olvidados...
Regalar Navidad es regalar ilusión entonando un singular villancico sin dejar de mirar a los ojos del mundo: mi verdad eres tú, mi realidad es tu vida, mi sueño tu felicidad y mi ilusión tu sonrisa.

Queridos amigos: Mi recuerdo,. aún sin conoceros y mi sincero afecto. Que seáis felices, pero, sobre todo, que hagáis felices a cuantos os rodeen. Besos

15 dic 2011

Cuento de Navidad



Próxima la Navidad, mi recuerdo y cariño a todos los niños del mundo pero, en especial, a los que año tras año fueron pasando por mis aulas, dejando en mí la más preciada estela que haya podido brillar por el firmamento de mi vida. Por eso, va por ellos este cuento.
En un pueblecito lejano vivía un hombre mago que ayudaba, con su magia, a resolver los problemas de sus vecinos. Un día les dijo: Para la Navidad he sembrado un arbolito en el jardín, pero precisa para crecer que lo reguéis con vuestros deseos. Así, cuando nazca Jesús lo llevaremos al Portal.

A partir de aquel día, la gente acudía al jardín y colocándose al lado del arbolito formulaba su deseo: poder para tener a mis vecinos doblegados -dijo el alcalde-. Y yo campanas potentes para que la gente vaya a misa -dijo el cura-.Y yo belleza para seducir a los hombres -dijo una mujer-. Mejores leyes para que aprendan mis alumnos -dijo un maestro-. Premios para que me lean y ser famoso -dijo el escritor-. Más recetas y menos enfermos -dijo el médico-. Precisamos -decían unos y otros- dinero y felicidad.
Así, fue pasando el tiempo y, a pesar de la riega de deseos, el arbolito no crecía.
La gente empezó a clamar: el sabio nos ha engañado. Entonces el sabio los reunió ante el arbolito y dijo: todavía faltan los deseos de un niño y de un anciano. Veamos qué desean: Yo quiero jugar -dijo el niño-. Y yo que no me falte el pan -dijo el anciano-.

En unos instantes el arbolito empezó a crecer. El mago dijo: vuestros deseos eran solo alimento para vuestra vanidad y gloria. A nadie más podían alimentar. El niño y el anciano pidieron lo justo y necesario. Si todos os hubierais limitado a eso, el arbolito hubiera crecido mucho más rápido y copioso, pero está listo para la Navidad.

Y esta madrugada dos deseos. Para mí, ser siempre un poco niña. Para todos, el mejor fertilizante para crecer y hacer crecer: AMOR.



5 dic 2011

Partir de cero

OPINIÓN/ DIARIO CÓRDOBA 

ISABEL Agüera 06/12/2011

El, escuálido, enfermo, con deslucido uniforme de soldado, abrazando a un tiempo a mujer y cuatro hijos, empuja con rabia contenida una puerta y exclama: ¡Al fin estamos en nuestra casa! Ella, cobijada en el abrazo, casi niña de un día, vivido en los horrores de una guerra, lloraba y repetía: Se lo han llevado todo; no tenemos nada.
Pero él, con los soliviantos de bombas y trincheras golpeando todavía sus sienes, levantó la vista al cielo y exclamó: ¡Pero estamos vivos! Demos gracias a Dios. Tendremos que partir de cero. Y un rosal de exuberantes rosas amarillas, una mesa, un aparador, hierba crecida y nada. La vida por delante y la fe como bandera.

Se trata, sí, de un relato de una de mis obras, pero es real y no con intención de juzgar el pasado que como dijo Churchill sería perder el futuro, sino como dijo otro premio Nobel, Anatole France, solo con el pasado se forma el porvenir. Y por aproximarnos a citas más vivas y actuales, el artículo del pasado sábado de nuestro ilustre catedrático don Manuel Cuenca Toribio: Super adversa augere . Es decir: Hay que sobreponerse siempre a las dificultades. Y todo esto me viene dado por las fechas que celebramos y precisamente en tiempos de grandes dificultades: paro, desahucios, recortes, etcétera.

Cunde el desánimo y, por supuesto, me duele en el alma la situación de crisis mundial que atravesamos, pero mi canto a la esperanza fue la gran lección de mi padre, cuando mirando al cielo exclamó: ¡Pero estamos vivos! Partiremos de cero. No obstante, hoy el cero es más pequeñito que en años de la posguerra.

No dejemos, pues, que la hierba nos crezca y nos coma por los tejados de nuestras casas.
Salgamos a encontrar, a ganar el pan, pro pane lucrando , por seguir con Vicens Vives, y salgamos con esperanza, aunque sea partiendo de cero.
* Maestra y escritora

25 nov 2011

NUEVA OBRA

FRANCISCO A. CARRASCO 28/10/2011

CONTRAPORTADA DIARIO CÓRDOBA
Entrevista en Canal Sur televisión sobre la nueva obra 


A muchos se les ve llevando a los nietos al colegio, recogiéndolos o jugando con ellos en el parque. Realizan el trabajo que no pueden hacer los padres, multiocupados en salir de la crisis. Unos lo llevan con alegría, otros con más paciencia que alegría y algunos simplemente lo llevan.
 Cuidar de los nietos se ha convertido, posiblemente, en la mayor ocupación de los abuelos tras su merecida vejez. Pero, ¿hasta dónde debe llevar este cuidado? ¿Estamos abusando de los mayores? ¿Cuánto tiempo necesitan para ellos? A estas y otras muchas preguntas responde la escritora cordobesa Isabel Agüera --maestra de toda la vida, ya jubilada y con ocho nietos-- en su nuevo libro, Guía práctica para abuelos con nietos. Estrategias para que los abuelos hagan de la convivencia con sus nietos una experiencia divertida, pedagógica y enriquecedora, publicado por la editorial Toromítico y presentado anoche en la Taberna Patios de la Aljama por el editor Javier Ortega.
¿Y cómo deben comportarse los abuelos con los nietos? Esta es sin duda la pregunta del millón. Y esta la respuesta de Isabel Agüera: "Como mejor puedan, desde luego. Tratando de dilatarse pero no derretirse, es decir, que no consientan que hagan cosas que los padres tienen prohibidas y que les impongan una disciplina en cuanto a actividades que hacer dentro del hogar cuando están con ellos. Aunque sean muy pequeños pueden ayudar a regar una maceta, a doblar ropa, a limpiar cristales, aunque no lo hagan bien, pero que los niños no se pasen el día delante de la televisión o jugando con sus maquinitas". Luego queda claro que la responsabilidad de la educación es de los padres.

"El papel de los padres es el de ser responsables únicos de la educación de sus hijos, aunque los demás les ayuden. Ellos tienen que hacer que sean unos niños responsables que sepan valorar la autoridad de los mayores, conocer sus límites y no dejarlos que hagan lo que quieran porque no los molesten".
Isabel Agüera cree que, en general, sí se abusa de los abuelos, que han pasado de ser una mera ayuda "a ser unos auténticos canguros que ni por edad ni por salud ni por situación pueden atender a los niños debidamente", aunque reconoce que "hay abuelos que voluntariamente reciben bien a los nietos porque no tienen otras aspiraciones ni oportunidades". Cree que, aunque el problema se ha agravado con la crisis, la nueva situación es consecuencia de "la incorporación de la mujer al mundo laboral". "Las exigencias de una sociedad competitiva, donde todos vamos a tener lo mejor y lo más bueno, hacen que el padre y la madre tengan que trabajar toda la vida", explica, por lo que la nueva situación se puede prolongar sine die .

 Pide para los abuelos la mañana o la tarde para que puedan acudir a hacer ejercicio, manualidades o relacionarse en los centros cívicos y a ellos les aconseja que cuando tengan que decir que no, que lo digan. Ella, cuando sus hijos la llaman, acude rápido, porque sabe que sólo la llaman cuando tienen una verdadera y urgente necesidad y le permiten desarrollar su vida, pero antes ha debido dejar las cosas claras. Tomen nota.



Plazas y Jardines, escenarios de soledad


Sí, plazas y jardines es el escenario elegido por los ancianos para rastrear en el silencio de árboles, pájaros, flores, fuentes…, una vida silenciada por los años pero que, como cálido rescoldo, avientan con el único soplo que les queda: el recuerdo de lo que fue.

¡Cuánta soledad cerca de nosotros! Rozando nuestros pasos, que caminan siempre en imparables urgencias, están ellos…

Solos en compañía, compartiendo plaza, jardín, poyete, ruidos, silencios, pero… sus ojos buscan en distintas direcciones: pueblo, familia, amigos, historias… Allí donde posan sus opacas miradas, se encuentran naciendo, luchando, sufriendo, gozando, ayer, pero en esta soledad de hoy, llena, no obstante, de misterios, cuando abren el micro del magnetófono, que es su alma, notan cómo ya sólo se van grabando los sonidos largos, ¡muy largos! de las horas.

De sol a sol, mientras la ciudad eclosiona en afanes, ¡qué solo y frío el escenario que protagonizan nuestros ancianos!

PASOS QUE NO VAN A NINGÚN SITIO.

OJOS QUE MIRAN Y NO VEN.

LABIOS SELLADOS DE LOS QUE HUYERON SONRISAS Y PALABRAS.

CORAZONES QUE LATEN AL PESADO RITMO DE LOS DÍAS SIN NOMBRE.

¡RECUERDOS, SÓLO RECUERDOS QUE BUSCAN Y ENCUENTRAN, CHISPAS DE FELICIDAD, EN EL ÍNDICE DEL PASADO, EN LA MEMORIA PERDIDA DE LAS COSAS!



¿DÓNDE VAS ABUELO? DE SOL A SOL, TRANSITAS, PEREGRINAS, BUSCAS… PERO, DESDE QUE DECIDIMOS QUE ERAS MAYOR, ¡MUY MAYOR!, NO DEJAMOS PARA TI MÁS CAMINO QUE LA SOLEDAD, MÁS ESPACIO QUE LA NEGRA PASARELA DEL OLVIDO, DE LA INDIFERENCIA.


Queridos amigos: ¡Ojala, al menos, en las fechas que se aproximan, en nuestras casas, en nuestras vidas, en nuestro amor, encuentren el recoldo que precisan para seguir sus difíciles pasos por su matrecha existencia!

21 nov 2011

Oración a los Políticos

OPINIÓN/DIARIO CÓRDOBA
I. Agüera 22/11/2011


(Dos días antes de las elecciones)

 Políticos nuestros que estáis ya en el poder. Glorificados y bendecidos seáis. En este día queremos pediros el pan que más necesitamos como alimento que nos permita vivir años de paz y concordia entre todos los ciudadanos de nuestro país y del mundo.

No permitáis que el poder os haga insensibles, prepotentes, insolidarios e injustos con los más débiles, con los más necesitados... Que nada os importe el color de su piel, su nombre, su país...

Políticos nuestros: venga a nosotros vuestra mirada responsable y generosa y no se aparte de las necesidades que hacen grande a un pueblo, y vengan a nosotros vuestros oídos y no caigan en la sordera, ahogados e insensibles por el pedestal y escuchen, sí, sabias palabras, dichas por sabios hombres que deben guiar vuestra acción como gobernantes. Las escuelas de un país son su futuro en miniatura y nada mejor que la educación para alcanzar la libertad porque será el pasaporte que nos lleve por los senderos de la cultura, camino que hace nobles a los pueblos.

Gobernantes nuestros: que vuestra voluntad sea honradez para construir puentes sobre arroyos y ríos y no palabras tramposas que eleven acueductos en cauces secos donde vaya cayendo la corrupción y el olvido de promesas que un día fueron voz en calles y plazas.

Que vuestros pies se asienten en la tierra y se confundan con el trasiego de gente que sufre enfermedades, maltratos, desahucios, hambre, frío... Porque tuve hambre y me disteis de comer...

Que los ancianos reciban de vuestras manos la gota de felicidad que les permita seguir viviendo sin más privaciones y sobresaltos.

No olvidéis, gobernantes, cualesquiera que salgáis elegidos, que vuestro ideal político sea gobernar como personas y no como dioses y no olvidéis que todos los males de la democracia se curan con más democracia. Amén.








17 nov 2011

Minicuentos para la reflexión





Me contaba una pequeña de siete años:

-Por las noches, cuando me acuesto, entra en mi habitación un hombre que quiere matarme con una sierra.

Yo le dije:

-Eso es cosa de tu imaginación. Ese hombre sólo está en tu cabeza y...

Antes de terminar, la pequeña me interrumpió:

-Sólo en mi cabeza, no. Está también en mi televisor, y en el de mi abuela, y en el de mi títa, y en el de…

Celebrando una asamblea con alumnos/as de diez años, surgió el tema de la otra vida.

Un chaval, si rodeos, me preguntó:

-Pero vamos a ver, ¿hay vida o no la hay?

-Cuando un niño/a sale del vientre de su madre, termina con una vida para empezar otra. ¿Se puede decir que es un vivo o un muerto? -improvisé, sin yo saber bien a dónde me podía llevar mi atrevida metáfora.

El chaval se me quedó mirando. Sonrió. Después exclamó.

-¡Ya está! ¡Entonces, morirse es nacer!

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Durante un tiempo, mi hija mayor trabajo fuera de Córdoba.

Cada domingo, por la noche, se marchaba en coche a su destino.

Al despedirla, yo intentaba sonreír para darle ánimo.

Después, me asomaba a la terraza y hasta que se perdía de vista, con lágrimas en los ojos, le decía adiós con el pañuelo.
Un día caí en la cuenta de algo importante y me dije:  No me asomaré más a la terraza. Es preferible que se lleve mi “olvido” a que se lleve mis lágrimas. 


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Pasaba un día en el campo con mis hijos. Entre todos tratábamos de encender una fogata para asar sardinas.
Mis hijos recogían leña y la amontonaban junto a la chimenea. Yo, repitiendo religiosamente, lo que tantas veces había visto hacer a mi marido, hacía piruetas en un intento de que prendiera la llama.

Un anciano campesino, vecino de muchos años, se llegó a la casa.

-¿Qué hace? Así no prenderá jamás el fuego. Esos palos son raíces, y las raíces son más duras

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Me preguntaba una niña:
-Maestra, si el pez  grande se come al pez chico, el último de la fila, ¿a quién se come?
Por unos instantes, dudé en la contestación. Después, improvisé:
-Pues, los chicos se comerán unos a otros y...
Antes de que terminara mi improvisada “lección”, ella exclamó:
-¿Y por qué los grandes no se comen también a los grandes?
Pensé y escribí:

Los niños/as no saben razones de “grandes” ni de “chicos”, pero, eso sí,  saben mucho de justicia.
 (Sin comentarios)

















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11 nov 2011

Silencio, luna




SILENCIO, LUNA

Tú, luna, cielo de mi jardín de laureles y rosas...

¡Calla! ¡Calla! No digas nada. ¡Sigue tu camino!

¡Ya tengo ecos, escenario, canción..!

Volverá el tiempo de flores

para aquella niña de sueños

que bordaba con hilos de seda

la magia animada que brotaba de su corazón.



¡Calla! ¡Calla! No digas nada, luna, lunera!

¡Déjame a solas con mi sueño!

Con aquel que vivo, que está aquí,

Que sigue siendo mi caricia, mi beso…

¡Vámonos, amor, a la playa!,

Sí, de tu mano

¡Que bonita me suena la noche!


Es tu voz la que hace que sea tan bella canción...

Son tus palabras las que hacen luz en las

tinieblas de mi alma…

Es el tacto de tu piel el que suaviza

mis ásperos desamores...



Sobre mi almohada, un libro.

Por mi ventana, cielo.

En mis oídos el aroma cálido de su recuerdo

que se torna carpa de luz y viento.

En mi memoria, el rastro de la esperanza perdida.

En mis labios, una palabra,

sólo una:Amor

Y la niña ya puede soñar

historias de primavera,

mientras de sus ojos dormidos

una lágrima vuela

por el azul...

¡Chisss! ¡Silencio!

¡Que no se despierte!

4 nov 2011

2 nov 2011

DIARIO CÓRDOBA  / ROSA Luque 03/11/2011
(Con mi agradecimiento a una buena periodista)
Lo hizo ya desde una vertiente lúdica Rosa Regás, al escribir un Diario de una abuela de verano tan exitoso que acabó convertido en serie televisiva. Y lo ha hecho ahora, con más enjundia pedagógica pero con igual amenidad, la escritora cordobesa Isabel Agüera, que por algo ha sido, es y será siempre maestra, uno de esos oficios que escapan al calendario laboral impuesto.

Esta villarrense inasequible al desaliento, que tras la jubilación ha multiplicado su ya antes imparable producción literaria, acaba de publicar una Guía práctica para abuelos con nietos (o sea, con nietos que se te meten en tu casa y en tu existencia fagocitándola enterita si te descuidas). En ella traza con valentía y sin morderse la lengua, genio y figura, estrategias para que los niños y sus padres no abusen de los mayores (demasiado).

La primera recomendación de la escritora, que se supone habrá puesto en práctica ella misma con sus tres hijos y ocho nietos, es marcar el propio espacio desde el principio y decir "no" llegado el caso sin remordimientos. Lo cual no quita para ayudar a la prole siempre que se pueda y atender solícitos a la chiquillería pero sin pasarse, nada de mimos excesivos y sí propuestas divertidas que empujen a los peques a entender el mundo y a ir asumiendo tareas con dulce disciplina.

Y todo ello, dejando claro a los progenitores de la criaturas que, aunque los abuelos les echen una mano en la medida de sus fuerzas, son ellos y nadie más los responsables de su educación. Sabios consejos los de Isabel Agüera, que no le impiden ser una gallina clueca con todos los suyos; como lo fue con las numerosas hornadas de alumnos a los que regaló sus conocimientos y preparó para afrontar la difícil asignatura de la vida. Pero cada uno en su sitio, sin invadir territorios ajenos.









26 oct 2011

Carta a mi primer nieto

 De esta obra

 Las calles a las cuatro de la madrugada sólo eran noche y semáforos, No obstante el solivianto propio de la hora y del evento, me precipité allí, donde tus padres, donde tú, mi pequeño y precioso niño, estabas a punto de llegar al mundo.

Medio me tiré del coche, al llegar a urgencias de maternidad en Reina Sofía. Silencio y cuatro personas dormitando por los rincones. Alguien, un celador, me detuvo, cuando, aturdida, nerviosa, quise sobrepasar la “barrera” de lo prohibido. “Ahí no se puede entrar. Espere fuera”.

Expectación en el susurrante sonido de barras fluorescentes, en el penetrante olor a medicamentos y revueltos de no sé cuántas cosas. Mis ojos se quedaron clavados en aquel cartel de “prohibido el paso”, en aquella puerta, tras la cual, tus padres, casi dos niños, transformados en responsabilidad, se debatían en dolor e ilusión, porque tú, tan deseado, tan querido... llamabas a la puerta de este mundo y, con urgencia, reclamabas ya tu lugar en él.

Desde casi mi estática postura, simultaneaba pensamientos, como si en la película retrospectiva de toda mi vida, se interpusiera la emoción del momento presente que me agitaba en un vaivén de nostalgias, de angustias, de fe, de esperanza...

No existen palabras, pequeño mío, para que pueda expresar qué sentí cuando al fin dejaste de ser inte¬rrogante para formar parte de una be¬llísima y casi mágica realidad.

¡Cómo temblaban mis brazos ante el milagro de la vida que nos arrebata seres queridos, por un lado, y nos compensa, por otro, con esa savia nueva que son los nietos, que eres tu, vida mía! Savia que nos devuelve alegría, ilusión, proyectos y un gran derroche de ternura y amor

Ayer, no conocía el color de tu pelo, ni el sonido de tu llanto, ni el tacto de tu piel... Hoy, ya estás aquí. Te puedo acunar entre mis brazos, te puedo sen¬tir en ese corazón que late al unísono del mío, cuando te aprieto junto a mi pe¬cho en un deseo de fundirte con¬migo.

¡Cuántas interrogantes acerca de tu fu¬turo me nacen y me crecen en los adentros! No obstante, te veo luz des¬tellante, estrella que has caído justo aquí en esta familia que con los brazos abiertos, desde el mimo día que supo de tu existencia, te esperaba impaciente renovando ilusiones y contando momentos.

Tú eres la vida que regresa una vez más, irisando de color cualquier punto negro de esos que aparecen y dejan sus marcas so¬bre el tapiz, aurora de cada día, que es nuestra existencia, y esta mi casa, tan solitaria y silenciosa, se eclosiona de alborozo, de entraña¬ble trasiego fami¬liar, con tu llegada a este nuestro mundo, tan conflictivo, tan apartado, cada vez más, de la in¬mensa aventura que es el vivir, y que te aguarda, pe¬queño mío, ignorando que tú sí eres acontecimiento para to¬dos los que te amamos.

Mi precioso niño, doy gracias a tus padres, a Dios, por tener la dicha de engendrarte, acariciarte, y sentir que soy la mujer más joven del mundo porque tú eres un hijo más que me ha nacido en este jardín del amor donde las semillas caídas jamás se pierden: crecen y se multiplican. Me emocionan y conmueven los acon¬tecimientos del mundo, la turbia mirada de los ancianos, la limpia mi¬rada de los pequeños, la fragancia de mis jazmines...

Sí, más que nunca, hoy, y te lo debo a ti, ternura que me sale a flor de labios y se trueca besos que quisiera entroni¬zar en suspiros del viento para que se esparcieran por todo el mundo en un glorioso e inaca¬bado aleluya

Vuelve la vida, siempre, y su retorno puede ser música para un bello poema. Vuelve el otoño, siempre.

Y me felicito, porque, una vez más, compruebo que soy algo más que un puñado de ingenuas ilusiones, mil veces rotas y recuperadas: soy, por primera vez, abuela.

Amor

A mis hijos, en especial


1
Un día ya no estaré para seguir viendo cómo corren las nubes, para seguir sintiendo cómo la vida es un ligero paso en el que, a veces perdemos y a veces ganamos, para seguir comprobando que lo único que vale la pena es el amor que damos y recibimos... No estaré pero tened la seguridad de que mis ojos descubrieron horizontes ocultos, mis oídos escucharon palabras silenciadas, mis pasos marcaron huellas inéditas, mis labios repartieron besos sin destino, mis manos, caricias olvidadas, mi corazón, latidos de amor.

2
Somos, hijos, criaturas en cuyas miradas asoma el alba; somos corazón y vida por donde fluye el maravilloso ocaso de cada atardecer. Somos himno que entona sueños, mientras tejemos el sutil relámpago que cruza el cielo y lo ilumina en blanca vorágine de altura. Somos belleza y amor. Somos, y ahí radica el milagro, solitario bosque de felicidad. Despejad horizontes y veréis que al final del camino sólo existe una verdad: el amor vivido.

3
¡Ojala, al finalizar el camino y mirar hacia atrás, podáis leer muchas historias de amor, protagonizadas por vosotros sin ser por ello los actores principales!

4
Sucede, casi siempre, que en la vida de parejas, que da más, el que más ama pero, a veces, la convivencia exige que, para equilibrarla, el que ama más, ame menos.

5
Los valores que admira el mundo tan sólo son efímero deslumbrón de una estrella fugaz que se apaga en la tierra. Pero la belleza, los valores que admira el sabio son universal armonía de la que sólo se percibe una suave brisa que deja al descubierto el corazón palpitante del hombre.

6
Vivir una historia de amor es un privilegio tal que, desde mi punto de vista, es lo único que vale la pena en este mundo, pero esa historia de amor se escribe desde muchas y variadas perspectivas. Lo importante es dar con la "letra" capaz de rellenar páginas hermosas.

7
l amor es una delicada flor que hay que abonar, regar, cuidar de las excesivas temperaturas, transplantar, si fuera preciso y, sobre todo, dejar crecer en libertad. No hay flor que resista los caprichos, que un mal día, se le ocurran a un mal jardinero.

8
El amor es un vino que sirven las vírgenes del alba, que da fuerza a las almas vigorosas y les permite alcanzar las estrellas. Cada día hay que beber de él porque, de lo contrario dejaremos secar la fuente y con ella nuestra vida se tornará desierto intransitable.

9
Las páginas escritas en amor, no hay años que puedan borrar. Doy fe de ello.

10
Cada cosa, una vez; sólo una vez. En esta casa la memoria de las cosas tiene nombre: amor. Cada cosa fue amor; cada vez fue amor. Y lo seguirá siendo. No lo olvidéis y haced de las vuestras nidales donde la ternura, el afecto, la comprensión sean la atmósfera que respiréis cada día.

11
Debe ser algo terrible vivir sin amor. No puedo imaginar un mapa genético sin que, en sus cuatro puntos cardinales, aparezca como factor por excelencia, el amor, porque sabernos amados, saber que le importamos a alguien, saber que somos objeto de atención y ternura es como un constante renacer con increíbles deseos de superar dificultades, y es una especie de trance por el cual la ilusión toma tales vuelos que en nuestras vidas parece como si se paralizara el implacable almanaque del tiempo.
12
Reivindicad amor para todos los seres humanos. Reivindicad ternura, delicadeza... humanidad... No, no se puede vivir sin amor, y lo sé porque, tras muchos canarios cantándome en la terraza, uno nuevo, recién llegado, me alegra la vida con sus trinos a todas horas. Eso es, seguro, porque me ama. ¡Claro!: Amor con amor se paga.

13
Tañen las campanas y el hombre llora; repican, y cantan. Me sitúo en la vela y pregunto: ¿Qué soy yo? ¿Qué el hombre?
Una voz que, como el trueno, rueda por cimas y valles, me responden: el hombre es la sombra de la nada, si se compara con su creador; pero el hombre es un juguete, cuya cuerda es el amor. Si por desconocimiento, egoísmo o pereza deja de activársela, sólo será un montón de chatarra, un enjambre de alimañas.

14
Si en el momento justo de mi muerte pudiera sentarme frente a este ordenador, las últimas palabras que desearía escribir serían éstas: Sólo sé que amé.

23 oct 2011

San Rafael, Arcángel de Córdoba

En el día de nuestro  Arcángel San Rafael, mi versión particular para todos mis amigos

18 oct 2011

Depresión y punto

 DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN   19/10/2011
ISABEL AGÜERA


¡Tengo frío! --repetía un hombre a las puertas de sus amigos--. Cómprate una manta --decía uno--. Enciende la estufa -otro-. Por andar a la intemperie --un tercero--. Un cuarto dijo: Entra, amigo, también yo tengo frío. En ese instante, los dos notaron que les subía la temperatura.
Hace nada fue el día de las Enfermedades Mentales, hablemos, pues, de la depresión, palabra tan usada que a veces nos suena a música celestial cuando alguien la menciona. Yo creo que son dos las causas fundamentales que no llevan a oídos sordos cuando alguien llama a nuestras puertas clamando: ¡Tengo frío; estoy deprimido! La primera, el confundir o desconocer el término y hacerlo sinónimo de mal humor, tristeza pasajera por avatares de la vida... La segunda, consecuencia de la primera, la falta de empatía para entender al deprimido, siendo tal vez esta la causa principal, dejando reducida nuestra ayuda a dar consejos y a tratar de convencer al deprimido de lo que debe o no debe hacer.
La depresión --y sé de ella por haberla padecido-- es una enfermedad que no solo involucra pensamientos y estados de ánimo, sino que físicamente provoca tal variedad de síntomas inexplicables que mejor se sufren en silencio. Me decía una amiga: Me noto como una dentera por todo el cuerpo y me duele hasta el respirar.
Y es cierto, la persona deprimida come, duerme, siente, piensa y se ve a si misma perdida en un callejón sin salida. El deprimido no encuentra nada que lo motive, que lo ilusione. Parece como si un halo de muerte se hubiese instalado en su alma, negándole la capacidad mínima para seguir respirando. Es como si una voz interior nos repitiera: No puedo, no puedo.
Tremenda impotencia y soledad. No existen recetas mágicas, pero eso sí, como mínimo, familiares y amigos, acompañemos, abramos las puertas de nuestra alma y tratemos de empatizar con el deprimido.







13 oct 2011

Dos minicuentos

Fatuo Escritor

Un, hombre rudo, de estudios básicos, tras jubilarse, decidió ser escritor. Se editó su primer libro,  empeñando en ello todos sus ahorros. Y dirigió, sin el menor éxito, todo su empeño en vender algunos ejemplares.

Un día se encontró con una amiga e irritado le comentó: ¡Qué torpes son los lectores! Sólo buscan forraje y letra fácil. No sé cómo haría para que se pusieran en mi piel, me leyeran y comprendieran.

Ella, escritora consumada a golpe de muchos años de vocación y dedicación, le contestó: Es muy fácil: Eres tú el que debe ponerte en su piel, leer sus vidas y comprenderlas. Tan solo así te comprenderán y leerán.






Buen Salario
Vieja y haraposa mendiga, a la que le chorreaba una repugnante saliva, entró en una cafetería.

Desde la barra, y nada más verla, un camarero le grito: ¡Fuera, fuera!, ¡Fuera de aquí! ¿Te lo tengo que repetir todos los días?

Él, todo un señor, salió al paso y echándole un brazo por encima la condujo hasta la puerta, tras comprarle bocadillo y botella de leche.

Ella exclamó: ¡Gracias, señor! Veo que todavía Dios anda por el mundo. Que Él se lo pague, hermano.

Él, todo un señor, contestó amablemente: ¡Buen pagador, hermana! Ya me lo ha pagado con sobras.. Hasta hoy era hijo único.

Era de madrugada, y yo, en soledad observaba y concluía: ¡Qué buen salario el de Dios!









4 oct 2011

La poesía, siempre encuentro




 
En el jardín lo recordaba en cada paso, en cada árbol, cuya sombra habíamos compartido, en cada mirada de horizontes y sueños perdidos.

No soportaba el peso de aquella ausencia, que me dolía en el alma, ni el vacío de aquellas florecillas que él cada día depositaba en mis manos, ni el silencio de la hora que sólo rompía el súbito y fugaz paso de trenes...

Pero él, en un soplo de palabras que aventaba el suave fresco de la mañana, me repetía: La tristeza es un muro entre dos jardines. Derríbalo y volveremos a encontrarnos.

Y, apartando la hojarasca de pensamientos negros, golpeando fuerte en el muro de los recuerdos, en un soplo de palabras que aventaba el suave fresco de la mañana, encontré respuesta:
No, no estoy sola en el jardín; he vuelto a encontrarte. Dejaste huellas en el albero de estos caminos. Sí, la poesía sigue viva en el mundo. ¡Ya, ya pongo mis pasos sobre ella! ¡Ya, ya vuelvo a caminar ligero! 

1 oct 2011

Matrimonios Renovables





La noticia corre por los medios y personalmente no digo ni que sí ni que no, pero instintivamente he buscado un artículo  de hace ya años que rememoraba mis pasos por el matrimonio.

HASTA QUE LA MUERE NOS SEPARE

Una cafetería, un velador, un vaso de café vacío, un cenicero, una colilla, un sillón con rescoldo familiar... Muchos años, casi toda una vida, de amaneceres como receptora exclusiva de unas huellas que reconozco, que me pertenecen y en las que, como un eco, se van superponiendo las mías.

Y así, a las siete de la mañana de cada día, durante un montón de años, dos vasos, dos colillas, un sillón, un rescoldo, dos vidas, dos seres humanos: mi marido y yo.

Y hoy, en esta mañana helada de enero, cuando la rutina es el único programa que me aguarda, cuando me noto perdida en una pereza insoportable, cuando ni tan siquiera una palabra de las que se pronuncian a mi alrededor me resulta nueva, la colilla y el vaso... me llevan marcha atrás, hasta situarme en aquella otra mañana de hace hoy veinte años, cuando mi casa en el pueblo era una fiesta, cuando por mi puerta salía una novia y la gente celebraba una boda: sí, la mía.

Y me veo, “sí quiero, si admito, sí otorgo”. Y mi música favorita, el aleluya de Haendel, eclosionando en mil fervores aquel compromiso de amor del que ni siquiera conocía las primicias más elementales de su inmediata trascendencia.

Y un hombre, el elegido por mí, casi por arte de magia, se convirtió en mi marido, con plenitud de derechos, con la bondad y el cariño, eso sí, a flor de piel, pero con la intolerancia y el poder marital que, como legítimo legado de todos los tiempos, le autorizaba a constituirse en dueño y señor de toda mi persona.

Pero a pesar de mis pocos años, de mi incipiente madurez, de mis principios, mamados desde la cuna y cultivados tan celosamente por mis educadores, a lo largo de mi corta juventud, dije no.

Y empezaron los problemas, las tensiones, las dificultades... Días de silencios que amenazaban con la tempestad definitiva que me devolvieran a un mundo de libertades, a un camino por donde empezar en solitario, sin más compromisos, sin más ataduras, sin más ataduras que la absoluta necesidad de sentirme, ante todo y sobre todo, persona con capacidad de decidir, de realizar un proyecto en la seguridad de que nadie, y menos un marido, me era indispensable.

Pero, cada tormenta, un nuevo intento, una nueva reconciliación... un renacer el amor fortalecido. Y vinieron los hijos, y tuvimos que aunar esfuerzos, responsabilidades, preocupaciones, y nuestros seres queridos morían, y tuvimos que compartir dolores y duelos, y un mal día, me tuve que enfrentar a un quirófano, y ante la nebulosa de la vida o la muerte, sin más ayuda, sin más poderes que mis débiles fuerzas, una rotunda decisión de perder contemplaciones: elegir, pasar, vivir...Y, al despertar, una manos apretaban las mías, un beso se entronizaba en mi frente, una cálida voz pronunciaba mi nombre: Isabel, Isabel

Y aquellas manos, aquel beso, aquella voz, fueron mi primera elección, mi primera boda, mi sí rotundo y en libertad: ”Hasta que la muerte nos separe”.

Y cada noche, cuando su corazón se estrellaba con el mío y sus sueños, que eran como él, de carne y hueso, le transportaban a un relajado y merecido descanso, yo, como en plegaria, le repitía, Duerme tranquilo. Jamás podría hacerte daño, porque te quiero, pero déjame ser a mi manera, si te interesa que viva. Permíteme “jugar” para que me mantenga a punto para cuando tú me necesites, no destruyas con tu egoísmo aquello que constituye mi singularidad y de lo que, en el fondo tú también estás enamorado. Envejeceremos juntos y nuestros restos se amontonarán como hojas secas de un mismo árbol. Ocurrirá sin remedio y yo así lo deseo.

Es fácil romper a la primera, estrenar boda, probar nuevos "platos", pizcando en todos no transigir en ser bocado para ninguno. Es verdad que hay casos insufribles donde la ruptura es un deber, pero, por lo general, y lo que parece imperar en los matrimonios más nuevos, es un rotundo no a la tolerancia, al valor de traspasar la difícil barrera de la convivencia, cuando los primeros defectos hacen su aparición como monstruos gigantes que claman ¡incompatibilidades de todo género! ¡Separación! ¡Divorcio...!

De una forma que puede parecer que hasta salta a la vista, por todo esto, he pasado yo, pasó mi marido, pero mutuamente, nos fuimos descubriendo, nos fuimos, y es totalmente cierto, enriqueciendo. Gracias a él, yo conozco el sabor, el olor, el color de muchos aspectos de la vida. ¿Qué habría sido de mí, sin su sentido práctico de las cosas? ¿Quién me habría sacado de mis profundas depresiones, si él, pacientemente, no me hubiera acompañado? ¿Quién aplaudiría mis pequeñísimos triunfos, si no hubieran estado sus manos para recogerlos...? ¿Quién podría soportar mi complicado mundo de lágrimas y sonrisas, de sueños y rarezas, de nostalgias, de reflexiones, de...?
Para mí, la fidelidad, más que una exigencia sexual del uno para con el otro, es el coraje de saber soltarse de manos, caminar en la misma dirección, pero no con los mismos ojos y en la seguridad de que cada paso, venga del que venga, deja dos huellas, dos vasos, dos colillas...

28 sept 2011

Del hombre que tenía frío


(De mi obra, Relatos y Reflexiones)

Ilustración, Carmelo López de Arce


                        
Un hombre, de la mañana a la noche, comenzó a tiritar.
¡Vaya frío que me ha entrado! -se dijo- Si no busco calor, puedo morir helado. Iré a casa de mis amigos y les diré: Necesito calor. Ellos me lo darán; ellos son mis amigos.
Y se puso camino de la casa del primer amigo. ¡Tengo frío, amigo! -exclamó- Dame algo de calor.
Y el amigo le contestó: ¡Ya sabía yo que antes o después te verías así! Esto era de esperar. No se puede vivir, como tú has vivido, a la intemperie. No se puede vivir lejos del fuego. ¡Anda, vete a tu casa y recompón tu vida!
El hombre se alejó, aún con más frío, pero continuó su camino y llamó a una segunda puerta: ¡Tengo frío, amigo! -exclamó de nuevo- Necesito algo de tu calor. ¡Cuánto lo siento! Me da mucha pena verte en este estado. ¡Con lo caluroso que tú eras! ¡Pobre! Créeme que lo siento. Tal vez en otro momento... ¿Por qué no te vas a tu casa y tratas de abrigarte?
Y el hombre se alejó, cada vez con más frío. No obstante, siguió su camino y lo intentó con un tercero: ¡Tengo frío, amigo! Necesito que me des algo de tu calor. ¡Hombre! -exclamó el tercer amigo-. Para el frío hay un buen remedio: cómprate una manta.
Un poco cansado, llamó a una última puerta. Se dijo: De este amigo poco o nada puedo esperar. Es tan pobre hombre... Tiene tan poco que dar… ¡Tengo frío, amigo! -exclamó en un chirriar de dientes- Ya sé que tú... Ya se que no debía... ¡Yo también tengo frío! -dijo el cuarto amigo, sin dejar de frotarse las manos-. ¡Pasa, pasa, amigo mío! Seremos dos a sentir frío.

Y al instante comprobaron que a los dos les había subido la temperatura.

21 sept 2011

Voz del eco





Anochece en la sierra. Un vientecillo agita las ramas de los pinos, mientras el sol, como mariposa de mil colores, pliega sus alas por entre las montañas de jaras y encinas.

Una especie de latido conmueve las entrañas del lugar.

Por unos instantes, la naturaleza se torna expectación: pájaros que vuelan en silencio, media luna blanca que empieza a dibujarse en el cielo, misterios que emergen de los profundos abismos, al conjuro de la noche, sombras que se extienden solemnes en la estampa viva de esta hora, donde yo, nada, acallo recuerdos y sólo tengo voz para mi nombre.

Un suspiro, dos, tres...

Paso tras paso por el camino de polvo, transito sin más compañía que el sol poniente a mis espaldas y el leve crujir del pasto bajo mis pies.

Sol que muere allá en el horizonte de pinos redondos, mientras la luna, ya rutilante, va siguiendo mi rastro que busca al yermo negro, garganta que pondrá voz a este embrujo que ha enmudecido, con el último rayo verde, las alegrías, los colores, la música... de esta fuente viva que es el pozo,

y el cacareo de gallinas,

y el galope de burros,

y el chirriar de cancelas,

y el volar de palomos

y las palabras de Miguel, viejo cabrero de caminos y montes.

¡Ecooo...! ¡Ecooo..! -estalla, por fin mi garganta, allanando la morada del silencio y de los sueños.

Y el yermo, monstruo bueno, extiende sus brazos a mi tímida voz, que cada vez más coronada por la luna, se crece, repitiendo: ¡Ecooo...! ¡Ecooo...!

Y por entre cauces, montes, riachuelos, horizontes, hojas dormidas... el yermo, monstruo bueno, como un beso, que estallara en mil rutilantes destellos, abre la caja del eco y mis palabras al viento: ¡Ecooo..! ¡Ecooo..!

.¡Ya no estoy sola! ¡Tengo eco! ¡Soy inmortal!

Lo sabe la luna; lo sabe el yermo; lo sé yo...

Me lo enseñó mi padre, en tardes de paseo, de trigos, de amapolas, de codornices: Siempre hay ecos como respuesta de Dios a nuestra soledad. Afina bien los oídos porque, a veces, se taponan y nos quedamos sordos a la suave brisa, murmullo que nos habla bajito y nos recuerda que Él está, ¡claro que sí! en el eco de la vida.