Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

21 oct 2014

Escalofríos. Capítulo XIV


(Final del Capítulo XIII: Pero, ¿dónde estamos? ¿Y qué más te da? Estamos y es lo que importa.)

Pues, ya ves dónde estamos –dijo apeándose del coche y haciendo una intensa y profunda respiración- ¿Has visto alguna vez un lugar tan paradisíaco como éste? ¿Te orientas ya? En realidad ni me orientaba ni entendía nada. Creo que sólo buscaba con la mirada la presencia de Teresa. No obstante, en mi deseo de abarcarlo todo, me detuve en un extraño edificio que parecía una gran nave, protegida de grandes paneles que me resultó especialmente  singular. ¿Qué es aquello? –fueron mis primeras palabras- Es un edificio raro; nunca había visto algo parecido. Son paneles de energía solar. Aquí todo es  natural y ecológico.
Mi agorafobia me desató tal ataque de pánico que no tuve más remedio que exclamar: ¡Me siento mal! No tenía que haber venido. ¿Qué te sucede? ¿De qué tienes miedo? Nadie te va a hacer daño… Dos pasos más, que se me hicieron interminables, y cruzamos una gran verja de hierro.  Toda mi esperanza la tenía puesta en mi encuentro con Teresa. Seguro que con ella me sentiría a salvo de tantos temores. De ahí que fingiendo serenidad y curiosidad, pregunté: ¿Puedo ya conocer la sorpresa de que me hablaste? Estoy impaciente por saber de quién se trata. ¡Ah, bueno! –contestó con displicencia-. Me temo que tendrás que esperar a la próxima. La sorpresa no va a poder ser para hoy.
Estábamos ya dentro de aquel gran edificio de piedra, cuando al oír aquellas palabras sentí que me derrumbaba e instintivamente, me agarré con tal fuerza a su brazo que a punto estuvimos de caer los dos al suelo. Pero, ¿qué te pasa, mujer? No puedo creer que no seas capaz de vencer una fobia, tú que eres como un rayo de luz divina… Se trata de Teresa, ¿verdad? –dije sin escuchar aquellas apocalípticas palabras- ¿Es que no va a venir? ¡Bueno, bueno! Ya veo que para ti no hay secretos. Definitivamente, eres parapsíquica. Está bien, mujer; quería  sorprenderte –exclamó imprimiendo normalidad a sus palabras-, pero Teresa no viene porque su padre está grave; lo tuvo que ingresar en la UCI. Vas a conocer otra gente muy interesante. Ya lo verás.
Y antes de que terminara aquella frase, pandillas de tres y cuatro personas, vestidas con túnicas celestes se cruzaban no muy lejos de aquellos mis primeros pasos por el suelo de mármol de aquella gran casa.  
El hombre de humo se adelantó a mi desconcierto Los conocerás a todos. Se dirigen al salón… Y esas túnicas son nuestra forma de mostrar el despojo de todo lo terreno… No me voy a poner ninguna túnica –interrumpí medio aterrorizada-. Por favor, Aurora, tranquilízate de una vez. Tú hoy eres nuestra invitada. No tienes que ponerte nada. Ya mismo vas a conocer a nuestro líder espiritual. Cuando lo veas y escuches, entenderás que sólo queremos ayudarte. Él nos da la bienvenida. Ya verás que se trata de alguien muy especial.

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