Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

15 abr 2015

Recuerdo de vida

Hoy, cuando el Mediterraneo se viste de luto por tantos seres humanos, trágicamente ahogados, quiero comenzar mi día con un recuerdo de vida que os dedico y un minuto de silencio por estos pobres hermanos, víctimas de la pobreza, del hambre... en busca de "la tierra prometida".

LA TORMENTA
Se va la luz. Por el horizonte relampaguea y, de vez en cuando, caen rayos seguidos de truenos que parecen rodar por el cielo de la aldea.
En las casas se encienden velas y mariposas que chisporretean y exhalan un humillo  negro que huele a sebo y se mete en la nariz.
 La aldea parece la boca de un lobo. Arrecia el viento y la lluvia. El campanín de la iglesia se avienta solo, y la gente corre como sombra  informe que se confunde con el dislocado vaivén de los plataneros en la plaza.
Chasquidos como de piedras golpean de pronto  tejados y cristales. Granizos que rebotan en la plaza como un divertido baile de guiñol.
Y se ve a los niños con los brazos extendidos por las ventanas en incesante intento de atrapar alguno, y se ve a gente reguardada en los quicios de las puertas, y el agua corre por las calles, formando riachuelos, hasta llegar a las alcantarillas, y allí se queda estancada y forma una laguna que amenaza con entrar en las casas, y hay estrépito de cubos, y algarabía de chiquillos...
Las abuelas, acariciando  cuentas, rezan en incesante murmullo, el rosario, al tiempo que se santiguan y encienden velillas a San Pancracio.
La tormenta se aleja por el horizonte, dejando tras ella un cielo estrellado en medio de un puzzles de nubes que se van desmadejando como si el ángel de las tormentas hubiera tirado, al fin, del cabo, y sólo, como rastro visible de su paso, sobrevolaran vaporosas pelusas que arrastra el viento.
En la plaza se forman corrillos que miran al cielo, que comentan, que en felices augurios, dan gracias a Dios porque todo quedó en el susto. Y los niños hacen barcos de papel y porfían en los arroyuelos que corren por debajo de las aceras, y debajo de paraguas viejos, recorren las calles, escuchando el chaporreteo de las goteras.
 La gente duerme, tras la tormenta. Sólo las canales que siguen recogiendo agua de los tejados, como relajantes adormideras siguen vivas en el sopor de la noche.


Valdría la pena vivir aunque sólo fuera para respirar la calma que esparce a su paso la tormenta. En un pueblo cualquiera Algo que no deberíamos olvidar cuando truena fuerte el dolor y nos llora el alma.


PRECIOSA PLAZA DE MI PUEBLO, VILLA DEL RÍO

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