Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

3 abr 2015

Viernes Santo: Voz de Dios

  Tras la sonrisa de esa preciosa niña que me mira
veo la sonrisa de un Dios

Cuando era niña, mi amiga Paula y yo jugábamos a quedarnos en silencio  y escuchar la voz de Dios, allí, tendidas en la hierba junto a la alameda del Guadalquivir,   cuando el sol era luz en sus aguas tras el viejo molino.   Ella solía decir: este juego es una tontería; la voz de Dios no se oye,  porque Dios no habla; es mudo. 
Invariablemente, le contestaba, y era una precocidad por mi parte: ¡claro que se oye! Los pájaros, las estrellas, los gitanos…  el sol, el aire… es voz de un dios.
Y me quedaba sola en mi juego pero, a pesar de mis pocos años, algo me decía que sí, que  Dios me pasaba por delante en todo y en todos.
Es por eso que  mi vida ha sido un estar atenta al discurso que, tras cada pequeña o gran cosa, me hablaba de trascendencia, provisionalidad, belleza, amor… Era, y sigue  siendo  la voz muda  de ese Dios que no entiendo, pero que era, y sigue siendo,  la misteriosa voz del silencio que me repite: mira, Él está aquí; Él está allí.

Sí, tras ese sol maravilloso que acude fiel a su cita con los días, incierto a veces, está Dios en nuestra vida, un Dios que jamás nos ha fallado, que siempre estará en ti, en mí, en el pobre, en el humilde, en todos y en todo, el  que nos acompaña  día y noche, en inviernos y estíos, en guerra y paz, en abundancia y escasez… Lo dice Heráclito, te lo digo yo. Dios está en tu vida como el viento que pasa y no lo ves pero lo notas en tu rostro y te da ese hálito que precisas en cada instante. Vuelve la vista atrás  y dime ¿qué ves en todos y cada uno de esos tus difíciles momentos? ¿Qué has sentido cuando, como presente, e incluso como juez, ante ti los seres humanos han protagonizado guiones que te han convulsionado la conciencia e incluso, a veces, te han provocado desaliento, reflexión que, encendiendo la luz de tu espíritu, han iluminado todas las estancias de tu casa? 
Vuelve la vista atrás, sin dejar de mirar hacia delante, y comprobarás que Él estaba allí.

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