Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

12 abr 2015

Carta a Toni tras quince años

Queridos amigos: Os prometí buscar la segunda carta que tras quince años dediqué a mi alumno Toni. Aquí os la transcribo y podéis estar seguros de que no os engaño ni ahora ni nunca: no puedo leerla sin llorar. Ya me diréis. Besos y gracias a todos.
CARTA A TONI
TRAS QUINCE AÑOS
(Publicada en el Diario hace años)
Sí, Toni, el alumno del capítulo anterior, aquel niño menudito, de gafillas y piel de melocotón que, durante tres años me tuvo como tutora. Todavía puedo verlo ausente de cuanto le rodeaba y sumergido en un mundo de rea¬lidades que ni entendía ni aceptaba.
Y hoy, cuando han pasado quince años, me has sorprendido, mi querido Toni, en el Polígono Industrial de Chinales A pesar del tiempo, no he dudado un instante en reconocerte, mi querido Toni. Evidentemente has crecido, pero sigues siendo aquel pequeño de rabietas, transformadas en lágrimas que churreteaban tu rostro desconcertado ante el más mínimo gesto crítico de los mayores que, solías interpretar, y no estabas descaminado, como evidente violación a tu compleja personalidad, a tu singular forma de ser.
Te has abalanzado en un abrazo a mi cuello, nada más descubrirme y, en pocas palabras, pero en profundo significado, he conocido el drama de tu vida, si bien, créeme, al pensar en ti a lo largo de estos quince años, casi que lo había adivinado.
No encuentro trabajo -me decías-. Nada más levantarme, me lanzo a la calle en busca de lo que sea, pero, ¡está la cosa tan mal!, y luego, mi madre que me está hundiendo: se pasa los días diciéndome que soy un inútil, que no sirvo para nada.
Tus palabras, querido Toni, me estaban haciendo daño en el alma. Me dijiste que no tenías amigos, que, nada más llegar a las empresas, ni te escuchaban, que, a ratos, leías, a ratos, llorabas y que, me recordabas como lo mejor de tu vida.
Y mientras tales tribulaciones me confiabas, tu mirada, fija en la mía, era como un SOS que necesitaba urgentes respuestas.
He escrito un libro -me dijiste-. Como usted nos enseñó... Se lo voy a llevar a su casa un día.
¡Cuánta impotencia y cuánta pena! Ni una sola noche, tras aquella mañana, me he entregado al sueño sin recordarte, sin imaginarte llamando de puerta en puerta de una sociedad, de un mundo donde no hay sitio para ti, ni para los que son como tú, pero es injusto y bárbaro negarte el trabajo que, sin condiciones, buscas, necesitas sobre todas las cosas, desde hace... ¡tantos, tantos años!
Una tarde, hace unos meses, Toni llamó a mi puerta; me traía su libro caligrafiado y prosaicamente encuadernado: Se lo regalo. Se llama la “Gallina de los huevos de oro”, pero no es como la historia de verdad; este libro es de risa.
Lo he leído y releído mil veces, pero lo que más me emociona, lo que jamás podré agradecer bastante, son las palabras de la dedicatoria: Para ti, mi maestra, porque has sido lo mejor de mi vida.
¡En qué cruel y despiadada competitividad vivimos, amigos! ¿Qué clase de hombres somos? No lo puedo remediar se me rompe el alma y os pido que todos estemos atentos a esos seres humanos que, por alguna clase de disminución, son, prácticamente, arrojados al monte Taigeto sin compasión.

Y esta maravillosa versión del Quijote, dibujo de aquel pequeño, la llevo siempre conmigo.


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