Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

14 jul 2014

Epílogo


(Final del último capítulo: No obstante, por el espejo retrovisor pude observar cómo cambiaba de rumbo y se reunía con un hombre que la recibía en una mala moto y con un brusco empujón.) 

Este epílogo quiero dedicarlo a Katiusca, a la que no conozco personalmente, pero que ha tenido la delicadeza de  comentar y así animarme a seguir. 
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 Durante un tiempo el recuerdo de Lucrecia volvió a primar en mi vida acompañado de interrogantes que, día a día, con mayor nitidez, tenían mi más sincera respuesta: Mi amiga prostituta, aquella niña de la calle del Río, la hija de una mujer mala, Lucrecia, no era diferente a mí; tan sólo era la otra.   
Nunca más volví a saber de ella pero un día en el pueblo, pasado unos años, me comentó mi hermano: La hija de Juana ha oído decir que, aquella amiga tuya, ¿cómo se llamaba? ¿Te refieres a Lucrecia? Sí, ésa, por lo visto ha muerto de cáncer de mama. La noticia me dejó tan perpleja que mi hermano, rápidamente, rectificó: Bueno, ella  no estaba segura; había oído algo, pero sabes cómo son  y cómo se comentan las cosas en los pueblos. Tal vez  se referían a otra.
Y la hija de Juana, que merodeaba por allí, se precipitó en la salita: Eso dijeron en un principio, pero alguien después la ha visto en Madrid, creo. Sin decir palabra corrí al palomar al que no subía desde hacía años. La campiña, el campanario, el cementerio, las nubes, la Hora de Dios… Todo, todo era Lucrecia. Rompí a llorar con tal congoja que mi hermano, que me había seguido, me abrazó repitiendo: Tenía que no haberte dicho nada. Ya has oído; la han visto en Madrid. Por favor, tranquilízate. Y sí, me tranquilicé pero con  propósito firme: No buscar más a Lucrecia; prefería la duda, y escribir esta obra reivindicativa del nombre, de la vida de una mujer, víctima de pobreza, marginación, de hombres que la maltrataron como a otras tantas mujeres que, aún hoy, sufren de ignominia y desprecio por hacer exactamente lo mismo que hacemos  todos: prostituirnos  a cualquier nivel, a cualquier precio
 Hoy, un día cualquiera, un día más de soledad, un día más de mi vida que estos años ha permanecido estancada en el trabajo de mi profesión y en la escritura de esta obra, un día  de marañas de nubes por el horizonte y de sosegada paz en mi alma, vuelvo a  Lucrecia, aquella chiquilla de trenzas rubias de bote y ojos reventones, a aquella joven alocada, mezcla de picardía y ternura, sí,  a ti, amiga, para decirte, si vives, si por las raras casualidades de la vida llegaran a tus manos estas páginas, que siempre te quise, que te sigo queriendo, que sigo siendo tu amiga. Escucha, Lucrecia, se oye la puerta de la terraza que levemente golpea el viento. Sí, me gusta, y no me digas que la cierre. Sabes que en el silencio, que es ahora mi casa, me acompaña. Es el otoño que llega, y es una hoja que cae, y es el olor húmedo del albero, y los pájaros emigrantes que surcan los cielos de mi Avenida, y es la vida que sigue… Es tu recuerdo que no cesa…Sí, la puerta.

Queridos amigos/as que habéis seguidio la lectura de esta  resumida novela: me gustaría que alguno contestase a es ta pequeña encuesta que me serviría de mucho, largo de explicar

1.¿Crees que se trata de hechos reales o de ficción?
2. Si has leído otras novelas, ¿has encontrado algo diferente en esta mía?
3. ¿Te ha resultado pesada, triste, aburrida o interesante?
4. ¿Te ha servido de reflexión, curiosidad,  entretenimiento..?
5. ¿Ha habido algo que haya  cambiado, por poco que sea, tu forma de pensar o vivir?
6. Si todo fuera ficción ¿qué pensarías de la autora?
Solo tienes que contestar con una palabra o dos.

1.
2.
3.
4.
5.
6.

2 comentarios:

Katiuska dijo...

Muy agradecida por tu atención conmigo.1Hechos reales
2º Mucha ternura
3º Triste e interesante
4º Reflexión
5º Pensar y cambiar
6º Eres muy buena

Un abrazo.

Isabel Aguera Espejo-Saavedra dijo...

Gracias, amiga. Y tú muy generosa. Un gran beso