Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

17 jul 2014

La verdad sobre Lucrecia


Queridos amigos y amigas: ¿Sabéis que me sucede hoy? Pues, nada, que, cuando intento seguir con alguna cosita nueva, me siento un poco sola  de verdad, al dejar a Lucrecia, al igual que me sucedió  al terminar  de escribir esta  larga, y aquí resumida, novela. 
Es algo que no sé explicar muy bien, pero  me pasa siempre que termino una obra. Tengo una extraña sensación de soledad y orfandad. Tardé dos años   en escribirla y en ese tiempo era como si tuviese una doble vida. Vivía y sentía por cada uno de los personajes e incluso, y no estoy loca, hablaba con ellos, reía y lloraba. Al poner fin, tenía la sensación de  una dolorosa despedida. Es difícil de entender si no se vive, pero os lo cuento para que entendáis qué pasa por la cabeza y el alma de los autores que escriben, no exactamente, para publicar  sino ante todo  para crear, porque… 
Y ahora os cuento la verdad de esta historia, y lo hago más que nada para que entendáis cómo nace y crece una novela, un cuento o cualquier obra literaria. Esta novela es en su totalidad una creación, una  ficción. Jamás conocí ni  tuve relación con prostituta alguna, jamás visité un prostíbulo ni pobre ni rico, jamás entre siquiera en aquella Calle del Río que sí existía en mi pueblo. 
Hay, no obstante, un pequeñísimo hecho real. Fue aquella tarde de jueves cuando mi padre me dio permiso para ir a falange. Allí llegó una niña a la que todos negaron porque decían que vivía en la Calle del Río y que era  hija de una mujer mala. Yo, que no tendría más de diez años, me acerqué a ella con pena y le dije si quería ser mi amiga. Ella me contestó: yo no tengo amigas. Como vivo en la Calle del Río… Nunca más volvimos a vernos. Ni tan siquiera supe cómo se llamaba…
A veces yo misma dudo acerca de la realidad de los hechos porque, para crearlos y hacerlos creer, hay que vivirlos de alguna manera..
No es extraño que algunos escritores hayan perdido la cabeza o terminado mal. Es algo increíble pero maravilloso, el escribir , como cualquier otra obra creativa del orden que sea, nos lleva al gran Creador que nos “hizo a su imagen y semejanza”.
Me gustaría  saber si os defrauda mi confesión, pero la hago también para deciros que no todo lo que escribo son ficciones. No, mis relatos sobre niños, educación, anécdotas, mis confesiones, etc. etc. sí son en su totalidad, reales. Ahí no podría inventar  jamás.
Y ahora se me fue, una vez más Lucrecia, pero tengo la alegría de haberla compartido con un  grupo de amigos y amigas. Y os aseguro que si tan solo a uno le hubiese servido para algo, me daría por más que satisfecha.
A  Gracias, una vez más y mil besos para todos y cada uno mis desconocidos amigos lectores.

1 comentario:

Katiuska dijo...

Aunque sea ficticio,la historia es muy real, hay muchas Lucrecias en la vida diaria. Y también muchas personas que discriminan a los niños por el lugar donde han nacido o viven. Olvidándose que a todo se puede llegar. Un abrazo