Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

29 may 2017

¡Maldita sea!

 
Ella era feroz huracán de adolescencia. Era un claro oscuro de auroras y crepúsculos apenas sin días. Era bailaora, capitana, era una mirada tierna en un desconcertante rutilar de gracia y picardía. Era amiga, novia, amante de tantos hombres... Era una chavala que un día, hace ya muchos años, se cruzó en mi camino una mañana de septiembre, cuando, con catorce años, alguien de un empujón la obligó a entrar en aquella mi clase, al tiempo que exclamaba: ¡anda, so traste, a ver si aprendes algo bueno! Era un vaivén de colegios y maestros. Era un mal trato, un olvido de todos. Un día, alguien, un hombre, con palabras de amor, la engañó; perdió casa, familia; buscó la vida en la calle, siempre de acá para allá, con un pequeño, primero, con dos, después, entre sus brazos, demasiado jóvenes para sostenerlos. Un traslado, me alejó de aquel pueblo. 
Y yo la recordaba con su trenza despeinada, su cuerpo espigado, su voz altisonante y sus deseos hambrientos  de volar hacia  un prematuro mañana que la acechaba en el camino negro  y en los peligros del desamor. 
Después de largos años, una tarde, aquí, en Córdoba, la vi subir a una furgoneta cargada de mujeres. Había envejecido tanto.... No obstante, su trenza despeinada, su mirada tierna, rutilante de gracia y picardía, eran como una sombra dibujada en su rostro de niña eterna. Algo me dolió por los adentros. La busqué. No podía soportar su condición, para los restos, de wiskera de carreteras. Y de aquella  bella muchacha  tan sólo quedaba un rostro demacrado, mortecino... De sus labios brotaron  unas  palabras: mis padres me echaron a la calle. Di mis tres niños en adopción.  
Una interrogante hace ya mucho  años, y hoy ante el brutal asesinato de tres mujeres, me vuelve a torturar: ¿por qué?   ¿No será, tal vez, que entre todos labramos caminos sin retorno? 
Era, sí, eso, era, pero ya, ¡maldita sea! no es, no son.

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