Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

22 dic 2015

Sentarse a la mesa

De la obra que dedico a mis nietos, queridos amigos,  sigo con unos "consejitos" para la comida de Noche Buena y, por supuesto, para siempre que nos sentemos a la mesa. Pero no olvidemos los mayores que como mejor se educa es con el ejemplo.

SENTARSE A LA MESA
¡Ea, mis queridísimos nietos y nietas!  Mañana noche sí es ya Noche Buena. ¿Tenéis preparado el cuaderno dónde todos escribamos al menos una frase? Por si acaso, llevaré yo el mío con buen boli para que no haya excusas. Seguro que esta mañana iréis de compras con vuestros padres que vivieron esa entrañable costumbre, cuando eran niños. Vividla a tope y sé conscientes de esos momentos felices  de familia  unida que se quiere.  Yo, entre tanto, prepararé los aguinaldos que este año con la crisis… ¡Bueno, no os preocupéis que los he recortado poco, muy poco!
Y unas palabras tan solo para que todos dediquemos un momento a recordar al abuelo Mariano que tanto le gustaban estas fiestas y que, era tan generoso, que la última Navidad que pasó con nosotros, muy enfermo  ya, ¡ni una palabra de tristeza! Al contrario, cantó, bailó, tiró  petardos y preparo “los platoss gordos” que era cómo llamábamos a la cena. Así que, siguiendo su ejemplo, nada de  penas y a ser felices.
Y ahora unos consejitos para esa mesa de Noche Buena en la que todos nos vamos a sentar.  
A la mesa hay que sentarse bien vestidos, limpios, peinados… Y esto no quiere decir que tengamos que estar incómodos, tensos, con ropas súper lujosas. ¡No, no, ni mucho menos!, pero nada de seguir con la misma ropa que se tiene puesta todo el día: hay que arreglarse.
Sentarse bien a la mesa  implica otras muchas cosas como saber usar debidamente los cubiertos, saber cortar la carne, comer el pan sin dar bocados a un solo trozo sino a pedacitos chicos, masticar sin ruidos, evitar que se vea la comida en la boca,  sentarse bien en la silla,  etc. etc.
Las servilletas no son baberos de niños pequeños, luego no os las colguéis del cuello. Usadla con discreción, puesto que van quedando manchas de comida. Si no os gusta algo de la comida, como mínimo, probadlo pero no le hagáis ascos ni expreséis con gestos o palabras vuestros desagrado. Pensad que las persona  o personas que han cocinado lo han hecho con el mayor interés y esmero para agradar. Así que es de buena educación elogiar lo que se come. Escuchad al que habla y evitad hablad a la vez y en voz tan alta que solo parezca ruido. Evitad las peleíllas que tanto os gustan entre hermanos. Si os da tos o tenéis que estornudar, hacedlo con el mayor disimulo posible. Por supuesto, nada de eructos. No habléis con la boca llena. Es horroroso que los demás nos vean masticar la comida. Pedir las cosas por favor. No hagáis ruido con los cubiertos. No  os levantéis de la mesa, aunque hayáis terminado de comer, hay que esperar a que terminen todos. Para coger agua o pan, no paséis el brazo por encima del plato de otro. Pedidlo al que lo tenga más cerca.
Y en fin que esto parece un recetario más que mi cartita de Navidad, pero me toca enseñaros y, desde luego, seguir aprendiendo que es mucho. Cantad, bailad, reíd... Dedicad también un recuerdo a los que no tienen techo, ni plato, ni Navidad ni nada de nada. 
Si algún día se publica la obra titulada "Historias de mi abuela" podréis leer cosas muy interesantes  y divertidas acerca de cómo se vivieron aquellos años en los que yo fui niña, en los que no había casi nada pero éramos felices porque teníamos ilusión por todo Y ya termino. Recordad siempre que solo el amor salva y es la mejor fuente de felicidad. Dad y recibir amor es el mejor motor para vivir  y morir en plena conciencia de haber valido la pena  nuestra existencia. Promoved convivencia familiares siempre que podáis, porque  la familia unida será el mejor bálsamos que encontréis a los aguijonazos de la vida. Os quiero muchísimo.



Y  con esta foto del año  pasado por estas fechas os quiero recordar que la vida son momentos, fogonazos de luz que, de vez en cuando, se visten de negro. Llenaos, pues, de luz para cuando llegue la noche.

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