Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

6 nov 2014

Escalofríos. Capítulo XVII


(Final capítulo XVI: Desconocida, sola y tratando de respirar  profundamente y relajarme, pude observar cómo por una vereda muy oscura, un grupo de hombres, entre ellos al que llamaban líder, se dirigían hacia la alejada zona de aquellos extraños paneles…)

Poco a poco, llegaban al jardín grupos de asistentes con sus largas túnicas y aquel  aspecto beatífico  que me irritaba interiormente.  
Una suculenta merienda fue servida por voluntarios que se deshacían en amabilidad. Me llamó mucho la atención, y lo convertí en disimulado punto de observación, cómo Iván, se dirigió también  a aquella especie de nave cubierta de placas. Mi curiosidad era tal que me mordía la lengua para no hacer preguntas que intuía indiscretas. No obstante, alguien debió darse cuenta de cómo, en mi pertinaz intriga,  me ausentaba de los grupos que me rodeaban, porque, acercándose  a mí exclamó: Querida. Aurora, ¿por qué no nos cuentas cómo salvaste a una niña de morir ahogada por una alucinación? ¿Y cómo es que sabes esa  historia? Le pregunté un poco molesta-. Querida, si has llegado hasta aquí, es porque no eres una desconocida. Sabemos muchas cosas de ti. Lo siento –exclamé-. Lo que hice lo hubiera hecho cualquiera. 
Era ya tarde, cuando, al fin el grupo empezaba a dispersarse en coches aparcados en la explanada. Me estaba quedando sola con dos “entrajados” hombres que simulaban atenderme, aunque yo percibía que era más bien distraerme, cuando  vi cómo regresaba aquel grupo que, con linternas encendidas,   había permanecido en lo que yo  imaginaba como una misteriosa nave. Pero el hombre guía, al que llamaban líder ya no estaba. Sin mediar explicación alguna, Iván,  el Hombre de Humo, exclamó: ¡Nos vamos, Aurora! Recojo mi maletín y nos vamos; es tarde.
Mi primera intención, nada más entrar en el coche, era pedirle mil explicaciones de todo aquello que había visto, observado y pensado, pero, acertadamente, opté por guardar el más absoluto de los silencios con el propósito firme de no volver jamás.
Fue él quién rompió aquel tenso silencio  Bueno, ¿qué te ha parecido el acto? ¿Estás ya más tranquila? Habrás comprobado que eran infundados tus temores. Tampoco eran tantos mis temores –dije queriendo conservar una aparente normalidad- Tan sólo era algo de curiosidad. Comprendo, pero deseo hayas pasado una buena y relajada tarde. No me esperaba –se me escapó- la presencia de ese hombre que llamáis guía espiritual. Nada me habías dicho de él. Es cierto pero prefería no darte demasiados detalles que pudieras mal interpretar. ¡Bastante asustada estabas ya! Y a propósito de detalles –dije como si al fin hubiera roto la mordaza de las preguntas-, ¿qué significa ese tatuaje que lleváis algunos? Todo a su tiempo, querida Aurora. No obstante, te adelanto algo. si puede servir para saciar tu curiosidad. Pensamos, creemos que los humanos podemos, si nos lo proponemos, llegar a ser como ángeles de luz y al igual que el gusano encerrado en su capullo se va transformando en mariposa, nosotros podemos ir creciendo en sabiduría, espiritualidad… El objeto del hombre es alcanzar el estado angelical: los ángeles son seres humanos con cualidades divinas. El tatuaje viene a ser como una  simple rúbrica de que nos hemos comprometido en ello.
Aquellas palabras, unidas a todo lo vivido, me sonaron a sectarias y un escalofrío me corrió de pies a cabeza desatándome un nerviosismo visible por llegar a mi casa y alejarme de todo aquello que me estaba pasando como en un mal sueño. Estoy cansada –fue mi respuesta-. No tengo costumbre de salir. En ese camino hacia la luz –continuó- tú tienes ya mucho recorrido hecho –dijo como si no hubiese escuchado mis palabras-. Eres una privilegiada, una elegida… Tienes mucho que dar y entre nosotros encontrarás el  camino. Nos despedimos en la misma puerta de mi casa: Hasta el próximo sábado –dijo-. Yo tan solo contesté; Buenas noches. Temblaba, cuando entre en mi casa. Eolo me recibió con saltos de alegría pero, al entrar en  el baño y mirarme al espejo, ¡qué horror!, una especie de mariposa  gigante aleteaba sobre mi cabeza…

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